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08 enero 2017

Reflexión del Bautismo del Señor.


Con la Solemnidad del Bautismo del Señor, acabamos el tiempo de Navidad.
Un tiempo donde hemos podido reflexionar sobre el Don de la Vida desde la concepción. Como Dios se hace Niño y viene para salvarnos a todos desde la humildad, sencillez y la fragilidad;
Comenzábamos el año con la fiesta de nuestra Madre, la Virgen. Ella es modelo de confianza, de perseverancia y de oración. Ella que sabe escuchar, que medita todas las cosas en su corazón, nos muestra el camino recto y las actitudes que debemos tomar para seguir a su hijo Jesús. Desde el momento de la Cruz, ella nos adopta como sus hijos;
Celebrábamos también la Epifanía del Señor. Como Dios se muestra y se hace ver a todos nosotros. Nosotros nos debemos identificar con la estrella, ya que debemos guiar e iluminar con nuestra vida de coherencia y fidelidad a las demás personas a Jesús. También somos Magos, no debemos quedarnos quietos ante la dificultades, no tiremos la toalla a la primera de cambio, sino, que donde nos encontremos, vayamos en busca de Jesús y postrémonos ante Él. Ofrezcámosle nuestras alegrías, penas, preocupaciones, miserias y pecados, porque así, le estaremos demostrando nuestra debilidad y confianza.

Hoy celebramos una de las fiestas importantes: El Bautismo del Señor.
Jesús, como uno más de su tiempo, va al Jordán a que lo Juan lo bautice. Hasta ese momento, por así decirlo, su vida estaba “oculta”. Es en ese momento cuando su vida pública empieza.
Esta fiesta es un eco de nuestro propio Bautismo. Al bautizarnos, Dios nos adopta como Hijos suyos, nos incorporamos a la familia de creyentes: la Iglesia. Sería importante el que todo cristiano supiera la fecha de su Bautismo, ya que ese día fue la “puerta de acceso” a la Iglesia.

En la Primera Lectura del Profeta Isaías, se nos narra como Dios presenta a su siervo con la misión a la que está llamado. Y como llevamos viendo durante todo este tiempo de navidad, Dios no cumple sus promesas con fuerza, con gran ejército, con mano dura o grandes voces, sino que viene con sencillez, justicia, humildad. Se hace presente en el silencio.

En la Segunda Lectura de los Hechos de los Apóstoles, Pedro presenta a Jesús tal como es. Dice que no hace distinciones, anuncia que viene para todos, que pasó haciendo el bien, y que libera a todos los que estén cautivos por cualquier causa.
En las primeras comunidades cristianas sabían que Jesús no era sólo un “hombre bueno y piadoso”, era algo más. Era un hombre ungido por el Espíritu Santo. Por eso, ellos vivían conforme a ese hombre. Como dije antes, no un hombre cualquiera, sino, que tenía algo especial.

En el Evangelio de Mateo, se nos presenta como fue el Bautismo del Señor. Jesús como un hombre más de su tiempo se acerca a Juan el Bautista para que lo Bautice. Aunque Juan se negara a Bautizar a Jesús, acepta. Y es aquí la “segunda Epifanía”, y espero que se me  entienda eso de “segunda epifanía” es Jesús en este momento, al bautizarse, cuando se muestra a todas las personas. Al salir del agua, la Trinidad se muestra tal cual es: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se manifiesta no una Trinidad misteriosa, lejana, inalcanzable, sino que se acerca a todos a través del Bautismo.
Desde que Jesús se Bautiza, el sentido anterior con el que Juan bautizaba en el Jordán, era la penitencia por los pecados, pero Jesús cambia el sentido. Jesús al Bautizarse, al abrirse el cielo y decir el Padre: “Este es mi hijo amado” y enviar el Espíritu Santo, se actualiza cada vez que nosotros nos bautizamos: Somos hijos predilectos y amados de Dios, somos sellados con el Espíritu Santo.

Que María, madre de Dios y madre nuestra, interceda por cada uno de nosotros para que este nuevo año nos ayude a que demos testimonio coherente de Jesús, de su Evangelio. Que sepamos perdonar y amar. Que no sólo seamos “buenas personas”, sino, que se nos conozca por algo más, y que este algo más hable del Evangelio.
Que así sea.

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