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31 agosto 2018

El Evangelio de la familia, alegría para el mundo.


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El fin de semana pasado hice un viaje a Irlanda para participar en el Encuentro Mundial de Familias: estoy seguro de que lo visteis en la televisión. Mi presencia quería ante todo confirmar a las familias cristianas en su vocación y misión. Las miles de familias —esposos, abuelos, hijos— reunidas en Dublín, con toda la variedad de sus idiomas, culturas y experiencias, han sido un signo elocuente de la belleza del sueño de Dios para toda la familia humana. Y lo sabemos: el sueño de Dios es la unidad, la armonía y la paz, en las familias y en el mundo, fruto de la fidelidad, del perdón y de la reconciliación que Él nos ha dado en Cristo.

Él llama a las familias a participar en este sueño y a hacer del mundo una casa donde nadie esté solo, nadie sea no querido, nadie sea excluido. Pensad bien en esto: lo que Dios quiere es que ninguno esté solo, ninguno sea no querido, ninguno sea excluido. Por eso, era muy apropiado el tema de este Encuentro mundial. Se llamaba así: «El Evangelio de la familia, alegría para el mundo».

Estoy agradecido al presidente de Irlanda, al primer ministro, a las diversas autoridades gubernativas, civiles y religiosas y a las muchas personas de cada nivel que ayudaron a preparar y realizar los eventos del Encuentro. Y muchas gracias a los obispos, que han trabajado tanto. Dirigiéndome a las autoridades, en el Castillo de Dublín, reafirmé que la Iglesia es familia de familias y que, como un cuerpo, sostiene sus células en el indispensable papel para el desarrollo de una sociedad fraterna y solidaria.

Verdaderos «puntos-luz» de estas jornadas fueron los testimonios de amor conyugal dados por parejas de todas las edades. Sus historias nos han recordado que el amor del matrimonio es un don especial de Dios, a cultivar cada día en la «iglesia doméstica» que es la familia. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de una revolución de amor, de una revolución de ternura, que nos salve de la actual cultura de lo provisorio! Y esta revolución comienza en el corazón de la familia.

En la pro-catedral de Dublín encontré a cónyuges comprometidos en la Iglesia y a tantas parejas de jóvenes esposos y encontré después a algunas familias que afrontan particulares desafíos y dificultades. Gracias a los Hermanos capuchinos, que siempre son cercanos al pueblo, y a la más amplia familia eclesial, experimentan la solidaridad y el apoyo que son fruto de la caridad.

Momento culminante de mi visita fue la gran fiesta con las familias, el sábado por la tarde, en el estadio de Dublín, seguida el domingo de la misa en el Phoenix Park. En la vigilia escuchamos testimonios muy conmovedores de familias que han sufrido por las guerras, familias renovadas por el perdón, familias a las que el amor ha salvado de la espiral de dependencias, familias que han aprendido a usar bien los teléfonos y tablet y a dar prioridad al tiempo pasado juntos. Y se resaltaron los valores de la comunicación entre generaciones y el papel específico que espera a los abuelos al consolidar los lazos familiares y transmitir el tesoro de la fe. Hoy —es duro decirlo— pero parece que los abuelos molestan. En esta cultura del descarte, los abuelos «se descartan», se alejan.

Pero los abuelos son la sabiduría, son la memoria de un pueblo, la memoria de las familias. Y los abuelos deben transmitir esta memoria a los nietos. Los jóvenes y los niños deben hablar con los abuelos para llevar adelante la historia. Por favor: no descartéis a los abuelos. Que estén cercanos a vuestros hijos, a los nietos.

En la mañana del domingo peregriné al Santuario mariano de Knock, tan querido por el pueblo irlandés. Allí, en la capilla construida sobre el lugar de una aparición de la Virgen, confié a su protección materna a todas las familias, en particular a las de Irlanda. Y aunque mi viaje no incluía una visita a Irlanda del norte, dirigí un saludo cordial a su pueblo y animé el proceso de reconciliación, pacificación y cooperación ecuménica.

Esta visita mía, además de la gran alegría, debía también hacerse cargo del dolor y de la amargura por los sufrimientos causados en ese país por varias formas de abusos, también por parte de miembros de la Iglesia, y por el hecho de que las autoridades eclesiásticas en el pasado no siempre han sabido afrontar de forma adecuada estos crímenes. Ha dejado un signo profundo el encuentro con algunos supervivientes —eran ocho—; y en varias ocasiones pedí perdón al Señor por estos pecados, por el escándalo y el sentido de traición procurado.

Los obispos irlandeses han iniciado un serio recorrido de purificación y reconciliación con aquellos que han sufrido abusos, y con la ayuda de las autoridades nacionales han establecido una serie de normas severas para garantizar la seguridad de los jóvenes. Y después, en mi encuentro con los obispos, le animé en su esfuerzo por remediar los fracasos del pasado con honestidad y valentía, confiando en las promesas del Señor y contando sobre la fe profunda del pueblo irlandés, para inaugurar un tiempo de renovación de la Iglesia en Irlanda. En Irlanda hay fe, hay gente de fe: una fe con grandes raíces. ¿Pero sabéis una cosa? Hay pocas vocaciones al sacerdocio. ¿Cómo es que esta fe no puede? Por estos problemas, los escándalos, tantas cosas… Tenemos que rezar para que el Señor envíe sacerdotes santos a Irlanda, envíe nuevas vocaciones. Y lo haremos juntos, rezando un «Ave María» a la Virgen de Knock. [Oración del Ave María]. Señor Jesús, envíanos sacerdotes santos.

Queridos hermanos y hermanas, el Encuentro mundial de las familias en Dublín ha sido una experiencia profética, reconfortante, de muchas familias comprometidas en el camino evangélico del matrimonio y de la vida familiar; familias discípulas y misioneras, fermento de bondad, santidad, justicia y paz. Nosotros olvidamos muchas familias —¡muchas!— que llevan adelante a la propia familia, a los hijos, con fidelidad, pidiéndose perdón cuando hay problemas. Olvidamos por qué hoy está de moda en las revistas, en los periódicos, hablar así: «Este se ha divorciado de esta… Esa de aquel… Y la separación...». Pero por favor: esto es algo feo. Es verdad: yo respeto a cada uno, debemos respetar a la gente, pero lo ideal no es el divorcio, lo ideal no es la separación, lo ideal no es la destrucción de la familia. Lo ideal es la familia unida. Así adelante: ¡este es el ideal!

El próximo Encuentro mundial de las familias tendrá lugar en Roma en 2021. Encomendémosle a todas a la protección de la Santa Familia de Jesús, María y José, para que en sus casas, parroquias y comunidades puedan ser verdaderamente «alegría para el mundo».


(Audiencia General. Papa Francisco, 26-08-2018)

28 agosto 2018

La muerte no es nada.


La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado.
Yo soy yo, vosotros sois vosotros.
Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo
Dadme el nombre que siempre me habéis dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho.
No uséis un tono diferente. No toméis un aire solemne y triste.
Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí.
Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra.
La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado.
¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?
Os espero; No estoy lejos, sólo al otro lado del camino.
¿Veis? Todo está bien.

No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudiérais oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudiérais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudiérais contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

Creedme: Cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas.

Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
AMÉN


(Escritos de San Agustín)

Onomástica de San Agustín.



“Tarde te amé, oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé”, dijo San Agustín. Este gran Santo es uno de los 36  doctores de la Iglesia y es patrón de "los que buscan a Dios”; también fue autor de varios libros de teología y filosofía, siendo sus obras más famosas las “Confesiones” y "La ciudad de Dios".

San Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre en el año 354 en la ciuad de Tagaste, ubicada al norte de Africa. Fue hijo de Patricio y de Santa Mónica, quen rezó durante varios años por la conversión de su esposo y de su hijo.

Durante su juventud, se entregó a una vida libertina y cometió varios pecados de impureza. Convivió con una mujer durante 14 años y ambos tuvieron un hijo llamado Adeodato, que murió siendo joven.

También perteneció durante nueve años a la secta de los Maniqueos hasta que conoció a San Ambrosio, cuyo testimonio le impresiona  y le motiva a acercarse a Dios.

Un día, cuando Agustín estaba en un jardín, sumido en una profunda crisis existencial, escuchó la voz de un niño que le decía : "Toma y lee ; toma y lee". El Santo abrió una biblia que tenía al lado y abrió una página al azar. Se encontró con el capítulo 13,13-14 de la carta de San Pablo a los romanos que decía :
"Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos...revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupeís de la carne para satisfacer sus concupiscencias".

Esta lectura marcó su conversión y desde ese momento resolvió  permanecer casto y entregar su vida a Cristo.

En el año 387 es bautizado junto a su hijo. Su madre fallece ese mismo año. Regresó a África y quiso llevar un estilo de vida monástica. Sin embargo, Dios tenía otros planes para él.

Un día fue asistió a la Eucaristía en Hipona. El Obispo, Valerio, lo vió y se enteró de su conversión y santidad. Entonces le dijo que necesitaba con urgencia a un sacerdote que lo asistiera en su labor. A pesar de su resistencia y lágrimas, Agustín entendió el llamado del Señor.

Es ordenado sacerdote y cinco años después fue ordenado Obispo, dirigió la diócesis de Hipona por 34 años. San Agustín utilizó sus dotes intelectuales y espirituales para atender a las necesidades de su rebaño.

Combatió las herejías del tiempo, debatió contra las corrientes contrarias a la fe, acudió a varios consejos de obispos en África y viajó constantemente para predicar el Evangelio. Su intenso trabajo pastoral le forjó un gran prestigio dentro de la Iglesia.

El 28 de agosto del 430 enfermó y falleció. Su cuerpo fue enterrado Hipona, pero luego trasladado a Pavia, Italia.

Para Benedicto XVI, San Agustín ha sido un “buen compañero de viaje” en su vida y ministerio. En enero del 2008 se refirió a él como “hombre de pasión y de fe, de altísima inteligencia y de incansable solicitud pastoral… dejó una huella profundísima en la vida cultural de Occidente y de todo el mundo”.

En agosto del 2013, el Papa Francisco, durante la Misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín, se refirió al santo como un hombre que “comete errores, toma también caminos equivocados, peca, es un pecador; pero no pierde la inquietud de la búsqueda espiritual. Y de este modo descubre que Dios le esperaba; más aún, que jamás había dejado de buscarle Él primero”.

San Juan Pablo II  difundió la vida y obra de este Doctor de la Iglesia. En 1986, con ocasión del XVI Centerario de la Conversión de San Agustín, redactó la Carta Apostólica “Augustinum Hipponensem”.

Hermandad de la Esperanza de Triana.



Jesús de las Tres Caídas de Triana


Nuestra Señora de la Esperanza

27 agosto 2018

No tomarás el nombre de Dios en falso.


Continuamos las catequesis sobre los mandamientos y hoy afrontamos el mandamiento «No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu Dios» (Éxodo 20, 7). Precisamente leemos esta Palabra como la invitación a no ofender el nombre de Dios y evitar usarlo inapropiadamente. Este significado claro nos prepara para profundizar más en estas valiosas palabras, de no usar el nombre de Dios en vano, de forma inoportuna. Escuchémoslas mejor. La versión «No tomarás» traduce una expresión que significa literalmente, en hebreo y en griego «no lo tomarás sobre ti, no te harás cargo». La expresión «en falso» es más clara y quiere decir: «en vacío, vanamente». Hace referencia a una carcasa vacía, a una forma privada de contenido. Es la característica de la hipocresía, del formalismo y de la mentira, del usar palabras o usar el nombre de Dios, pero vacío, sin verdad.

El nombre en la Biblia es la verdad íntima de las cosas y sobre todo de las personas. El nombre representa a menudo la misión. Por ejemplo, Abraham en el Génesis (cf. 17, 5) y Simón Pedro en los Evangelios (cf. Juan 1, 42) reciben un nombre nuevo para indicar el cambio de la dirección de su vida. Y conocer verdaderamente el nombre de Dios lleva a la transformación de la propia vida: desde el momento en el que Moisés conoce el nombre de Dios su historia cambia (cf. Éxodo 3, 13-15). El nombre de Dios, en los ritos hebreos, se proclama solemnemente en el Día del Gran Perdón y el pueblo es perdonado porque por medio del nombre se entra en contacto con la vida misma de Dios que es misericordia.Entonces «tomar en sí el nombre de Dios» quiere decir asumir en nosotros su realidad, entrar en una relación fuerte, en una relación estrecha con Él. Para nosotros cristianos, este mandamiento es la llamada a recordarnos que estamos bautizados «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo», como afirmamos cada vez que hacemos en nosotros mismos la señal de la cruz, para vivir nuestras acciones cotidianas en comunión sentida y real con Dios, es decir, en su amor. Y sobre esto, de hacer la señal de la cruz, quisiera reafirmar otra vez: enseñad a los niños a hacer la señal de la cruz. ¿Habéis visto cómo la hacen los niños? Si dices a los niños: «Haced la señal de la cruz», hacen una cosa que no saben lo que es. ¡No saben hacer la señal de la cruz! Enseñadles a hacer el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El primer acto de fe de un niño. Tarea para vosotros, tarea para hacer: enseñar a los niños a hacer la señal de la cruz.

Nos podemos preguntar: ¿Es posible tomar sobre sí el nombre de Dios de forma hipócrita, como una formalidad, vacía? La respuesta es desafortunadamente positiva: sí, es posible. Se puede vivir una relación falsa con Dios.Jesús lo decía de esos doctores de la ley; ellos hacían cosas, pero no hacían lo que Dios quería. Hablaban de Dios, pero no hacían la voluntad de Dios. Y el consejo que da Jesús es: «Haced lo que dicen, pero no lo que hacen». Se puede vivir una relación falsa con Dios, como esa gente. Y esta palabra del Decálogo es precisamente la invitación a una relación con Dios que no sea falsa, sin hipocresías, a una relación en la que nos encomendamos a Él con todo lo que somos. En el fondo, hasta el día en el que no arriesgamos la existencia con el Señor, tocando con la mano que en Él se encuentra la vida, hacemos solo teorías. Este es el cristianismo que toca los corazones. ¿Por qué los santos son así capaces de tocar los corazones? ¡Porque los santos no solo hablan, mueven! Se nos mueve el corazón cuando una persona santa nos habla, nos dice las cosas. Y son capaces, porque en los santos vemos lo que nuestro corazón desea profundamente: autenticidad, relaciones verdaderas, radicalidad. Y esto se ve también en esos «santos de la puerta de al lado» que son, por ejemplo, los muchos padres que dan a los hijos el ejemplo de una vida coherente, sencilla, honesta y generosa.

Si se multiplican los cristianos que toman sobre sí el nombre de Dios sin falsedad —practicando así la primera petición del Padre Nuestro, «santificado sea tu nombre»— el anuncio de la Iglesia es más escuchado y resulta más creíble. Si nuestra vida concreta manifiesta el nombre de Dios, se ve lo bonito que es el bautismo y ¡qué gran don es la eucaristía!, como unión sublime está entre nuestro cuerpo y el Cuerpo de Cristo: ¡Cristo en nosotros y nosotros en Él! ¡Unidos! Esto no es hipocresía, esto es verdad. Esto no es hablar o rezar como un papagallo, esto es rezar con el corazón, amar al Señor. Desde la cruz de Cristo en adelante, nadie puede despreciarse a sí mismo y pensar mal de la propia existencia. ¡Nadie y nunca! Cualquier cosa que haya hecho. Porque el nombre de cada uno de nosotros está sobre los hombros de Cristo. ¡Él nos lleva! Vale la pena tomar sobre nosotros el nombre de Dios porque Él se ha hecho cargo de nuestro nombre hasta el fondo, también del mal que está en nosotros; Él se ha hecho cargo para perdonarnos, para poner en nuestro corazón su amor. Por esto Dios proclama en este mandamiento: «Tómame sobre ti, porque yo te he tomado sobre mí». Quien sea puede invocar el santo nombre del Señor, que es Amor fiel y misericordioso, en cualquier situación se encuentre. Dios no dirá nunca «no» a un corazón que lo invoca sinceramente. Y volvemos a la tarea para hacer en casa: enseñar a los niños a hacer la señal de la cruz bien hecha.


(Papa Francisco. Roma 22-08-2018)

26 agosto 2018

Evangelio. Domingo XXI del Tiempo Ordinario.




Según San Juan 6, 60 - 69.

En aquel tiempo, muchos de los que hasta entonces habían seguido a Jesús dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?». Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre».

Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios».

23 agosto 2018

Oración a Santa Rosa de Lima.




Gloriosa Santa Rosa de Lima, 

tú que supiste lo que es amar 

a Jesús con un corazón tan fino 

y generoso enséñanos tus grandes 

virtudes para que, siguiendo tu ejemplo, 

podamos gozar de tu protección 

en la tierra y de tu compañía en el cielo. 

Amén

Hoy celebramos la Onomástica de Santa Rosa de Lima.


Nació en Lima, Perú, en 1586 (año de la aparición de la Virgen en Chinquinquirá) fue la primera mujer americana declarada santa por la Iglesia Católica.

En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Y, el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.

Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: “Rosa conságrame a mí todo tu amor”. Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al ir a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.

Un joven de alta clase social se enamoró de Rosa y quería casarse con ella. Sus padres estaban muy entusiasmados porque ellos eran pobres y esto daría a la joven un porvenir brillante. Pero ella, aunque hubo serios disgustos en la familia, les declaró que se había propuesto que su amor sería totalmente para Dios y que renunciaba por completo a todo matrimonio, por brillante que fuera.
Se propuso irse de monja agustina, pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja o no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: “Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea”. Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.

Seguía pidiéndole a Dios que le indicara a que asociación religiosa debería ingresar. Y de pronto empezó a llegar junto a ella cada día una mariposa de blanco y negro. Y revoloteaba junto a sus ojos. Con esto le pareció entender que debería buscar una asociación que tuviera un hábito de blanco y negro. Y descubrió que eran las terciarias dominicas, unas mujeres que se vestían con túnica blanca y manto negro y llevaban vida como de religiosas, pero vivían en sus propias casas. Y pidió ser admitida y la aceptaron.
Entonces vino a saber que la más famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.

Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar.

El demonio la atacaba de muy diversas maneras. Y las tentaciones impuras la hacían sufrir enormemente. Además le llegaban épocas de terribles sequedades espirituales en las cuales todo lo que fuera oración, meditación ó penitencias le producía horror y asco. Y fuera de eso la gente se burlaba de su comportamiento y los mismos familiares la consideraban equivocada en su modo de vivir. Alguna vez le protestó amorosamente a Jesucristo por todo esto, diciéndole: “Señor, ¿y a dónde te vas cuando me dejas sola en estas terribles tempestades?”. Y oyó que Jesús le decía: “Yo no me he ido lejos. Estaba en tu espíritu dirigiendo todo para que la barquilla de tu alma no sucumbiera en medio de la tempestad”.

Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias. No las vamos a describir todas aquí porque muchas de ellas no son para imitar. Pero sí tenemos que decir que lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: “quien se humilla será enaltecido”. Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios. Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: “Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto”. Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.

Distintas enfermedades la atacaron por mucho tiempo. Cuando algunas personas la criticaban por sus demasiadas penitencias, les respondía: “Si ustedes supieran lo hermosa que es un alma sin pecado, estarían dispuestos a sufrir cualquier martirio con tal de mantener el alma en gracia de Dios”. Y ella sí que los sufrió. En sus últimos meses exclamaba: “Nunca pensé que una persona tuviera que sufrir tanto, tanto como lo que yo estoy sufriendo. Pero Jesucristo me concede valor para soportarlo todo.”Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa.

Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: “Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo”. Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador. Tenía 31 años.

Y a esta muchacha pobre y sin estudios le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que dejarlo para más tarde porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo.


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19 agosto 2018

Al comulgar se recibe la vida misma del Señor.


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje del Evangelio de este domingo (cf. Jn 6,51-58) nos introduce en la segunda parte del discurso que hizo Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, después de alimentar a una gran multitud con cinco panes y dos peces: la multiplicación de los panes. Se presenta como "el pan vivo que desciende del cielo", el pan que da vida eterna, y agrega: "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo" (v. 51). Este pasaje es decisivo, y de hecho provoca la reacción de los oyentes, que comienzan a discutir entre ellos: "¿Cómo puede darnos su carne para comer?" (V. 52). Cuando el signo del pan compartido conduce a su verdadero significado, es decir, el don de sí hasta el sacrificio, muestra la falta de entendimiento, incluso emerge rechazo de lo que justo antes de que él quería llevar en triunfo. Recordemos que Jesús tuvo que esconderse porque queríamos hacerlo rey.

Jesús continúa: "Si no comes la carne del hijo de un hombre y no bebes su sangre, no tienes vida en ti" (v. 53). La sangre también está presente aquí junto con la carne. La carne y la sangre en el lenguaje bíblico expresan humanidad concreta. Las personas y los discípulos mismos entienden que Jesús los invita a entrar en comunión con él, a "comerlo", a su humanidad, a compartir con él el don de la vida para el mundo. ¡Además de triunfos y espejismos exitosos! Es precisamente el sacrificio de Jesús quien se da a sí mismo por nosotros.

Este pan de vida, el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, se nos da libremente en la mesa de la Eucaristía. Alrededor del altar encontramos lo que nos alimenta y nos anima hoy y por la eternidad. Cada vez que participamos en la Santa Misa, en cierto sentido, anticipamos el cielo en la tierra, porque de la comida eucarística, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, aprendemos lo que es la vida eterna. Está viviendo para el Señor: "El que me come, vivirá por mí" (versículo 57), dice el Señor. La Eucaristía nos moldea porque no vivimos solo para nosotros mismos, sino para el Señor y para nuestros hermanos. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad para hacer fructífero el amor evangélico que recibimos en la Eucaristía.

Jesús, como en ese momento, incluso ahora repite a cada uno de nosotros: "Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tenéis vida en vosotros" (v 53).. Hermanos y hermanas, esto no es un alimento material, sino un pan vivo y vivificante, que comunica la vida de Dios. Cuando hacemos la comunión recibimos la misma vida de Dios. Para tener esta vida que necesita para alimentar el Evangelio y de amor de los hermanos. Ante la invitación de Jesús de alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, podemos sentir la necesidad de discutir y resistir, como lo hicieron los oyentes del Evangelio de hoy. Esto sucede cuando luchamos para configurar nuestra existencia en la de Jesús, para actuar de acuerdo con sus criterios y no de acuerdo con los criterios del mundo. Al nutrirnos con este alimento, podemos entrar plenamente en armonía con Cristo, con sus sentimientos y con su comportamiento. Esto es muy importante: ir a misa y comunicarse, porque recibir la comunión es recibir a este Cristo vivo, que nos transforma y nos prepara para el cielo.

Que la Virgen María apoye nuestro propósito de comunión con Jesucristo, alimentándonos de su Eucaristía, para ser, a su vez, pan partido para nuestros hermanos.


(Ángelus. Papa Francisco. 19-08-2018)

Evangelio. Domingo XX del Tiempo Ordinario.



Según San Juan 6, 51 - 58.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo». Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. 

El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre».

15 agosto 2018

Evangelio. Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.


Según San Lucas 1, 39 - 56.

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». 
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Himno a la Santísima Virgen María en el día de su Asunción.


Al cielo vais, Señora,
y allá os reciben con alegre canto.
¡Oh quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada,
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada:
¡Tal Reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna!

Volved los blancos ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos,
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista
miráis las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista,
la subiréis de un vuelo,
como piedra de imán al cielo, al cielo.

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo. Amén.

Hoy miércoles celebramos la Asunción de la Virgen Maria. Esto se refiere a que la Madre de Dios y Madre nuestra, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.



14 agosto 2018

La niña por el cual Santa María Purísima fue Santa, entra en el mismo convento de las Hermanas de la Cruz de Sevilla.


Ana María Rodríguez Casado, natural de La Palma del Condado, con 18 años cumplidos el pasado 13 de marzo, conocida como la «Niña del Milagro» por el que fue beatificada la Madre María de la Purísima, acaba de ingresar en las Hermanas de la Cruz.

Al nacer tuvo una malformación de corazón compleja que exigió intervención quirúrgica para ponerle una fístula de 4 mm. Durante el postoperatorio, tuvo varias complicaciones porque la fístula no funcionaba bien. A los 13 meses, 16 de abril de 2001, le realizaron una nueva intervención quirúrgica que consistió -copio del informe médico- «el cierre de CIV y tubo valvulado de VI (pulmonar) a arteria pulmonar». Dos meses después, 11 de mayo de 2001, le colocaron un marcapasos definitivo.

Ya en casa, su madre tenía que llevarla a control todos los meses para corazón y marcapasos y después cada seis meses. Aunque se resfriaba con frecuencia y a veces con bronquitis, la niña parecía crecer con normalidad. Pero el 24 de enero de 2004 -Ana María aún no había cumplido los cuatro años- le dijo a su madre esa noche:

-Mamá, me encuentro muy mal, muy mareada.

Y cayó hacia atrás, sin conocimiento, y sus ojos se pusieron en blanco y se cerraron.

-Me di cuenta de que no respiraba- cuenta su madre.

La llevó al ambulatorio del pueblo…

-Mi hija llegó completamente morada. Creo que intentaron reanimarla, pero la niña no volvía en sí. El médico me dijo que aún tenía vida, que estaba muy grave y había que trasladarla al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla… 51 kilómetros que se hicieron eternos.

Tras una exploración, le dijeron que la niña había sufrido un paro respiratorio debido a que el marcapaso no funcionaba. Intervenida de nuevo, le hicieron un cateterismo para ponerle un marcapaso provisional, hasta que la niña mejorara y entonces verían si le podían poner el suyo. Al día siguiente, 26 de enero, le pusieron el marcapasos definitivo.

La madre preguntó al neurólogo:

-¿Mi hija volverá a ser como antes?

-Secuelas le van a quedar -contestó el médico-, pero aún es pronto para diagnosticar, vamos a esperar a la próxima semana.

El 10 de febrero, antes del alta, le hicieron pruebas de audición y visión.

La madre pregunta al médico:

-Si mi hija ve y oye, ¿cómo es que no sabe que yo soy su madre?

El médico le contesta:

-No te conoce porque, aunque ve, no sabe lo que está viendo.

Así, en estas condiciones, en brazos de su madre, la pequeña Ana María volvió a su casa. La madre se quejaba:

-Mi hija lloraba sin parar y no podía consolarla porque no me conocía, me ignoraba por completo.

A los dos días, una pareja de Hermanas de la Cruz llega a su puerta. La madre les cuenta su desconsuelo y ellas le dieron una estampa de Madre María de la Purísima, para que se encomendara a ella, pues quería mucho a los niños pobres y enfermos, y estaba haciendo muchos favores. La madre tomó la estampa y en un arrebato de nerviosismo se la pasaba a la niña por sus ojos diciendo:

-Tú eres la que tienes que curar a mi hija, si es verdad que eres Santa.

Pasaron solamente unos minutos, ya las Hermanas de la Cruz se habían marchado, cuando de repente, oyó la madre que la niña decía:

-¡Mamá Paloma!

La madre se volvió hacia su hija sin dar crédito, y empezó a gritar:

-¡Ana María, hija!

La abuela creyó que su hija se había vuelto loca. Pero la madre comenzó a preguntar a la niña:

-¿Quién es esta?

-Abuela Dolores.

-¿Y esta?

-La tita Marita.

La niña dijo a su madre:

-Mamá, ponme de pie que quiero andar.

La bajó del carrito y comenzó a andar ante el asombro de todos. Abrazándose a su hija, mamá Paloma decía:

-Yo solo le había pedido que mi hija me conociera y ella me ha dado mucho más, no sólo ve, sino que anda y habla.

El padre, al volver del trabajo, se llevó la impresión de su vida y besaba la estampa de María de la Purísima con lágrimas en los ojos.

Este milagro, aprobado por Roma, sirvió para la beatificación de Madre María de la Purísima. El 27 de marzo de 2010, el Papa Benedicto XVI promulgó el decreto de aprobación del milagro. La celebración tuvo lugar el 18 de septiembre de 2010 en el Estadio Olímpico de la Cartuja de Sevilla. Y en esta ceremonia de beatificación, hizo su primera comunión la «Niña del Milagro», que ahora ha entrado de postulante, a sus 18 años, para ser Hermana de la Cruz.


(https://sevilla.abc.es/)

San Maximiliano María Kolbe. Mártir de la caridad.



Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola, que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial.

A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria. Fue en el seminario donde adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.

Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia divina para el avance de la fe católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada" cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo. En palabras del propio San Maximiliano, el movimiento tendría: "una visión global de la vida católica bajo una nueva forma, que consiste en la unión con la Inmaculada."

Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con una tirada de 500 ejemplares en 1922, en 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.

En 1929 funda la primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que con el paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen y, en palabras de San Maximiliano, dedicada a "conquistar todo el mundo, todas las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos los medios lícitos, todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente en el ámbito de las comunicaciones."

En 1931, después de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario y viaja a Japón en donde funda una nueva ciudad de la Inmaculada ("Mugenzai No Sono") y publica la revista "Caballero de la Inmaculada" en japonés ("Seibo No Kishi").

En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y tres años más tarde, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción. Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.

En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e inpersonal, como un simple número: a San Maximiliano le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estancia en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.

La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Maximiliano escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a diez prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con hijos.

San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Maximiliano es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros. Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941.

Es así como San Maximiliano María Kolbe, en medio de la más terrible adversidad, dio testimonio y ejemplo de dignidad. En 1973 Pablo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo II lo canoniza como Mártir de la Caridad. Juan Pablo II comenta la influencia que tuvo San Maximiliano en su vocación sacerdotal: "Surge aquí otra singular e importante dimensión de mi vocación. Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la soviética en Oriente supusieron un enorme número de detenciones y deportaciones de sacerdotes polacos hacia los campos de concentración. Sólo en Dachau fueron internados casi tres mil. Hubo otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde ofreció la vida por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra, San Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów." (Don y Misterio).

San Maximiliano nos legó su concepción de la Iglesia militante y en febril actividad para la construcción del Reino de Dios. Actualmente siguen vivas obras inspiradas por él, tales como: los institutos religiosos de los frailes franciscanos de la Inmaculada, las hermanas franciscanas de la Inmaculada, así como otros movimientos consagrados a la Inmaculada Concepción. Pero sobretodo, San Maximiliano nos legó un maravilloso ejemplo de amor por Dios y por los demás.

Con motivo de los veinte años de la canonización del padre Maximiliano Kolbe (10 de octubre de 1982), los Frailes Menores Conventuales de Polonia abrieron el archivo de Niepokalanow (Ciudad de la Inmaculada, a 50 kilómetros de Varsovia), construido por el mismo mártir de Auschwitz. Entre los manuscritos del santo, destaca la última carta que escribió y que acaba con besos a su madre.

Una carta que refleja una ternura que no aparecía en otros escritos, y que hace pensar que el sacrificio con el que ofreció la vida voluntariamente en sustitución de un condenado a muerte fue algo que maduró a lo largo de su vida. Este es el texto del escrito: «Querida madre, hacia finales de mayo llegué junto con un convoy ferroviario al campo de concentración de Auschwitz. En cuanto a mí, todo va bien, querida madre. Puedes estar tranquila por mí y por mi salud, porque el buen Dios está en todas partes y piensa con gran amor en todos y en todo. Será mejor que no me escribas antes de que yo te mande otra carta porque no sé cuánto tiempo estaré aquí. Con cordiales saludos y besos, Raimundo Kolbe».

Juan Pablo II, un año después de su elección, en Auschwitz, dijo: «Maximiliano Kobe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida». La expresión remite a unas palabras escritas por el padre Kolbe unas semanas antes de que los nazis invadieran Polonia (1 de septiembre de 1939):

«Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime».

12 agosto 2018

Evangelio. Domingo XIX del Tiempo Ordinario.




Según San Juan 6, 41 - 51.

En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo». Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?». Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: ‘Serán todos enseñados por Dios’. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. 

»En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

En la madrugada del 11 al 12 de agosto de hace 791 años, la Madre de Dios y Madre nuestra se aparecía en el cerro del cabezo a un humilde pastor de Colomera.



08 agosto 2018

Reconocer la propia debilidad abre la puerta a Dios y rechaza la idolatría.


Queridos hermanos:

Hoy continuamos la reflexión sobre el primer mandamiento del Decálogo, profundizando en la idolatría con la escena bíblica del becerro de oro, que representa el ídolo por excelencia.

El Pueblo de Israel estaba en el desierto, donde experimentaba una angustia vital, no tenía agua, ni alimento y esperaba a Moisés que había subido al monte para encontrar al Señor. El pueblo quería certezas y se construyó un ídolo hecho a su medida y mudo, que no le exigiera salir de sus propias seguridades.

Veían en la imagen del becerro un signo de fecundidad y de abundancia y a la vez de energía y fuerza, que se adaptaba perfectamente a sus necesidades. Además, lo fabricaron de oro, como símbolo de riqueza, éxito y poder, que son las tentaciones de siempre.

Los ídolos nos prometen libertad pero, en cambio, nos hacen sus esclavos. La idolatría nace de nuestra incapacidad de fiarnos de Dios, de reconocerlo como el Señor de nuestra vida, él único que nos puede dar la verdadera libertad. Jesucristo se hizo pobre por nosotros, abriendo la puerta de nuestra salvación, que pasa por aceptar nuestra fragilidad y rechazar los ídolos de nuestro corazón.

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Los animo a mirar a Cristo crucificado. Él nos revela el verdadero rostro de Dios y nos enseña que la debilidad no es una maldición, sino un lugar de encuentro con Dios Padre y su amor la fuente de nuestra fuerza y alegría. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.


(Audiencia General. Papa Francisco. 08-08-2018)

07 agosto 2018

Así cambia el Catecismo sobre la pena de muerte a petición del Papa Francisco.


Este jueves la Santa Sede informó que el Papa Francisco autorizó un cambio importante en la enseñanza de la Iglesia sobre la pena de muerte.

El texto que regía hasta hoy decía lo siguiente: 2267 La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.

Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.

Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo "suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se dan algunos".

El nuevo texto dice lo siguiente: 2267 Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.

Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.

Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que "la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona" y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo.

La pregunta clave es la dignidad humana

En declaraciones a la prensa, el Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, indicó que “la pregunta clave aquí es la dignidad humana”.

Señaló que lo que el Papa está diciendo es que sin importar la gravedad del delito, la persona no pierde su dignidad humana. Además, “la Iglesia siempre enseña acerca de la redención y algunas esperanzas de redención”.

En ese sentido, el vocero vaticano dijo que este “es un mensaje para todos los católicos”. “Volvamos a lo que significa respetar la vida en todo momento y en todos los casos”, señaló.

Asimismo, recordó que ya San Juan Pablo II pedía la abolición de la pena de muerte. Entonces, indicó, lo que sucede es que esta abolición “se está convirtiendo en oficial” luego de “un desarrollo en la enseñanza (de la Iglesia) a lo largo de más de veinte años”.


(Aci)

06 agosto 2018

La Transfiguración por el Papa Francisco.


La subida de los discípulos hacia el monte Tabor nos lleva a reflexionar sobre la importancia de desprendernos de las cosas mundanas, para efectuar un camino hacia lo alto y contemplar a Jesús. Nos ofrece un mensaje de esperanza así seremos nosotros, con Él– nos invita a encontrar a Jesús, para estar al servicio de los hermanos.

De lo que se trata, es de “disponernos a la escucha atenta y orante del Cristo, el Hijo amado del Padre, buscando momentos íntimos de oración que permitan la acogida dócil y gozosa de la Palabra de Dios”.

Solo de esa manera, se conseguirá esa “elevación espiritual y desprendimiento de las cosas mundanas, que permita “redescubrir el silencio pacificante y regenerante de la meditación del Evangelio, de la lectura de la Biblia, que conduce hacia una meta rica de belleza, de esplendor y de alegría.Y cuando nosotros nos ponemos así, con la Biblia en la mano, en silencio, comenzamos a sentir esta belleza interior, esta alegría que nos da la Palabra de Dios en nosotros.

En consecuencia, a imitación de los discípulos que bajaron de la montaña “con los ojos y el corazón transfigurados por el encuentro con el Señor”, os pido que el redescubrir a Jesús “no es un fin en sí mismo”, sino que nos induce a estar “recargados por la fuerza del Espíritu divino, para decidir nuevos pasos de auténtica conversión y para testimoniar constantemente la caridad, como ley de vida cotidiana”.

“Transformados por la presencia de Cristo y por el ardor de su palabra, seremos signo concreto del amor vivificante de Dios para todos nuestros hermanos, especialmente para quienes sufren, para cuantos se encuentran en la soledad y en el abandono, para los enfermos y para la multitud de hombres y de mujeres que, en diversas partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia”.

Finalmente, recuerdo las palabras finales del Padre celestial en este pasaje del Evangelio: “este es mi Hijo amado. Escúchenlo”;
Quiera nuestra Madre y Madre de Dios ayudarnos a entrar en sintonía con la Palabra de Dios, para que Cristo se convierta en luz y guía de toda nuestra vida.


(Roma. 06-08-2017)

Fiesta de la Transfiguración del Señor.


Según San Marcos 9, 2-10.


En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. 

Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Éste es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos».

05 agosto 2018

Evangelio. Domingo XVIII del Tiempo Ordinario.


Según San Juan 6, 24-35.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». 

Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado». Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

04 agosto 2018

Hoy sábado, onomástica del popular Cura de Ars.




Un hombre sencillo que le costaba mucho los estudios y casi no llegan a ordenarlo.
Fue un sacerdote muy popular por su sencillez en el trato y sus consejos en la confesión.

Beata Francisca de la Encarnación. Monja Trinitaria y Mártir.



Es impresionante como la Beata Mártir Trinitaria Francisca de la Encarnación tiene la mano derecha. ¿Os dais cuenta que la tiene medio cerrada? Se le quedó así porque murió de un golpe fuerte en la cabeza con un arma y agarrada fuertemente de la reja del cementerio para no ser violada.

03 agosto 2018

Carta a los Obispos acerca de la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte.




1. El Santo Padre Francisco, en el Discurso con ocasión del vigésimo quinto aniversario de la publicación de la Constitución Apostólica Fidei depositum, con la cual Juan Pablo II promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, pidió que fuera reformulada la enseñanza sobre la pena de muerte, para recoger mejor el desarrollo de la doctrina que este punto ha tenido en los últimos tiempos.[1] Este desarrollo descansa principalmente en la conciencia cada vez más clara en la Iglesia del respeto que se debe a toda vida humana. En esta línea, Juan Pablo II afirmó: «Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personaly Dios mismo se hace su garante».[2]

2. En este sentido, debe comprenderse la actitud hacia la pena de muerte que se ha afirmado cada vez más en la enseñanza de los pastores y en la sensibilidad del pueblo de Dios. En efecto, si de hecho la situación política y social del pasado hacía de la pena de la muerte un instrumento aceptable para la tutela del bien común, hoy es cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera luego de haber cometido crimines muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, han dado lugar a una nueva conciencia que reconoce la inadmisibilidad de la pena de muerte y por lo tanto pide su abolición.

3. En este desarrollo, es de gran importancia la enseñanza de la Carta Encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II. El Santo Padre enumeraba entre los signos de esperanza de una nueva civilización de la vida «laaversión cada vez más difundida en la opinión pública a la pena de muerte,incluso como instrumento de “legítima defensa” social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse».[3] La enseñanza de Evangelium vitae fue recogida más tarde en la editio typica del Catecismo de la Iglesia Católica. En este, la pena de muerte no se presenta como una pena proporcional a la gravedad del delito, sino que se justifica solo si fuera «el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas», aunque si de hecho «los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos» (n. 2267).

4. Juan Pablo II también intervino en otras ocasiones contra la pena de muerte, apelando tanto al respeto de la dignidad de la persona como a los medios que la sociedad actual posee para defenderse del criminal. Así, en el Mensaje navideño de 1998, auguraba «en el mundo el consenso sobre medidas urgentes y adecuadas… para desterrar la pena de muerte».[4] Un mes después, en los Estados Unidos, repitió: «Un signo de esperanza es elreconocimiento cada vez mayor de que nunca hay que negar la dignidad de la vida humana, ni siquiera a alguien que haya hecho un gran mal. La sociedad moderna posee los medios para protegerse, sin negar definitivamente a los criminales la posibilidad de enmendarse. Renuevo el llamamiento que hice recientemente, en Navidad, para que se decida abolir la pena de muerte, que es cruel e innecesaria». [5]

5. El impulso de comprometerse con la abolición de la pena de muerte continuó con los sucesivos Pontífices. Benedicto XVI llamaba «la atención de los responsables de la sociedad sobre la necesidad de hacer todo lo posible para llegar a la eliminación de la pena capital». [6] Y luego auguraba a un grupo de fieles que «sus deliberaciones puedan alentar iniciativas políticas y legislativas, promovidas en un número cada vez mayor de países, para eliminar la pena de muerte y continuar los progresos sustanciales realizados para adecuar el derecho penal tanto a las necesidades de la dignidad humana de los prisioneros como al mantenimiento efectivo del orden público». [7]

6. En esta misma perspectiva, el Papa Francisco reiteró que «hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado».[8] La pena de muerte, independientemente de las modalidades de ejecución, «implica un trato cruel, inhumano y degradante».[9] Debe también ser rechazada «en razón de la defectiva selectividad del sistema penal y frente a la posibilidad del error judicial».[10] Es en este sentido en el que el Papa Francisco ha pedido una revisión de la formulación del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte, de modo que se afirme que «por muy grave que haya sido el crimen, la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona».[11]

7. La nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por el Papa Francisco, se sitúa en continuidad con el Magisterio precedente, llevando adelante un desarrollo coherente de la doctrina católica.[12] El nuevo texto, siguiendo los pasos de la enseñanza de Juan Pablo II en Evangelium vitae, afirma que la supresión de la vida de un criminal como castigo por un delito es inadmisible porque atenta contra la dignidad de la persona, dignidad que no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. A esta conclusión se llega también teniendo en cuenta la nueva comprensión de las sanciones penales aplicadas por el Estado moderno, que deben estar orientadas ante todo a la rehabilitación y la reinserción social del criminal. Finalmente, dado que la sociedad actual tiene sistemas de detención más eficaces, la pena de muerte es innecesaria para la protección de la vida de personas inocentes. Ciertamente, queda en pie el deber de la autoridad pública de defender la vida de los ciudadanos, como ha sido siempre enseñado por el Magisterio y como lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 2265 y 2266.

8. Todo esto muestra que la nueva formulación del n. 2267 del Catecismo expresa un auténtico desarrollo de la doctrina que no está en contradicción con las enseñanzas anteriores del Magisterio. De hecho, estos pueden ser explicados a la luz de la responsabilidad primaria de la autoridad pública de tutelar el bien común, en un contexto social en el cual las sanciones penales se entendían de manera diferente y acontecían en un ambiente en el cual era más difícil garantizar que el criminal no pudiera reiterar su crimen.

9. En la nueva redacción se agrega que la conciencia de la inadmisibilidad de la pena de muerte ha crecido «a la luz del Evangelio».[13] El Evangelio, en efecto, ayuda a comprender mejor el orden de la Creación que el Hijo de Dios ha asumido, purificado y llevado a plenitud. Nos invita también a la misericordia y a la paciencia del Señor que da tiempo a todos para convertirse.

10. La nueva formulación del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica quiere ser un impulso para un compromiso firme, incluso a través de un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor.

El Sumo Pontífice Francisco, en la audiencia concedida al infrascrito Secretario el 28 de junio de 2018, ha aprobado la presente Carta, decidida en la Sesión Ordinaria de esta Congregación el 13 de junio de 2018, y ha ordenado su publicación.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 1º de agosto de 2018, Memoria de San Alfonso María de Ligorio.

Luis F. Card. Ladaria, S.I.
Prefecto

+ Giacomo Morandi
Arzobispo titular de Cerveteri
Secretario

El Papa Francisco en el Aula Pablo VI: ¿Cuál es mi ídolo? ¡Quítalo y tíralo por la ventana!


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hemos escuchado el primer mandamiento del Decálogo: «No habrá para ti otros dioses delante de mí» (Éxodo 20, 3). Está bien detenerse en el tema de la idolatría, que es de gran alcance y actualidad.

El mandato prohíbe hacer ídolos o imágenes de todo tipo de realidad: todo, de hecho, puede ser usado como ídolo. Estamos hablando de una tendencia humana, que no diferencia entre creyentes y ateos. Por ejemplo, nosotros cristianos podemos preguntarnos: ¿quién es realmente mi Dios? ¿Es el Amor Uno y Trino o es mi imagen, mi éxito personal, quizá dentro de la Iglesia? «La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2113).

¿Qué es un «dios» en el plano existencial? Es eso que está en el centro de la propia vida y de lo que depende lo que se hace y se piensa. Se puede crecer en una familia nominalmente cristiana pero centrada, en realidad, en puntos de referencia externos al Evangelio. El ser humano no vive sin centrarse en algo. Es así que el mundo ofrece el «supermercado» de los ídolos, que pueden ser objetos, imágenes, ideas, cargos. Por ejemplo, también la oración. Nosotros debemos rezar a Dios, nuestro Padre. Recuerdo una vez que fui a una parroquia en la diócesis de Buenos Aires para celebrar una misa y después tenía que hacer las confirmaciones en otra parroquia a un kilómetro de distancia. Fui, caminando, y atravesé un parque, bonito. Pero en ese parque había más de 50 mesas cada una con dos sillas y la gente sentada una delante de otra. ¿Qué hacían? El tarot. Iban ahí «a rezar» al ídolo. En vez de rezar a Dios que es providencia del futuro, iban ahí porque leían las cartas para ver el futuro. Esta es una idolatría de nuestro tiempo. Yo os pregunto: ¿cuántos de vosotros vais a que os lean las cartas para ver el futuro? ¿Cuántos de vosotros, por ejemplo, habéis ido para que os lean la mano para ver el futuro, en vez de rezar al Señor? Esta es la diferencia: el Señor está vivo; los otros son ídolos; idolatrías que no sirven.

¿Cómo se desarrolla una idolatría? El mandamiento describe fases: «No te harás ni escultura ni imagen alguna […]. / No te postrarás ante ellas / ni les darás culto» (Éxodo 20, 4-5).

La palabra «ídolo» en griego deriva del verbo «ver». Un ídolo es una «visión» que tiende a convertirse en una fijación, una obsesión. El ídolo es en realidad una proyección de sí mismo en los objetos o en los proyectos. De esta dinámica se sirve, por ejemplo, la publicad: no veo el objeto en sí pero percibo ese coche, ese móvil, ese cargo —u otras cosas— como un medio para realizarme y responder a mis necesidades esenciales. Y los busco, hablo de eso, pienso en eso; la idea de poseer ese objeto o realizar ese proyecto; alcanzar esa posición, parece una camino maravilloso para la felicidad, una torre para alcanzar el cielo (cf. Génesis 11, 1-9), y todo se convierte en funcional a esa meta.

Entonces se entra en la segunda fase: «No te postrarás ante ellas». Lo ídolos exigen un culto, rituales: a ellos hay que postrarse y sacrificar todo. En la antigüedad se hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero también hoy: por la carrera se sacrifican los hijos, descuidándoles o simplemente no teniéndolos; la belleza pide sacrificios humanos. ¡Cuántas horas delante del espejo! Ciertas personas, ciertas mujeres ¿cuánto gastan para maquillarse? También esta es una idolatría. No es malo maquillarse; pero de forma normal, no para convertirse en una diosa. La belleza pide sacrificios humanos. La fama pide la inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad. Los ídolos piden sangre. El dinero roba vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas por útiles mayores. Pensemos en tanta gente sin trabajo. ¿Por qué? Porque a veces sucede que los empresarios de esa empresa, de esa compañía, han decidido despedir gente, para ganar más dinero. El ídolo del dinero. Se vive en la hipocresía, haciendo y diciendo lo que los otros se esperan, porque el dios de la propia afirmación lo impone. Y se arruinan vidas, se destruyen familias y se abandonan jóvenes en mano de modelos destructivos, para aumentar los beneficios. También la droga es un ídolo. Cuántos jóvenes arruinan la salud, incluso la vida, adorando este ídolo de la droga.

Aquí llega el tercero y más trágico estado: «... ni les darás culto», dice. Los ídolos esclavizan. Prometen felicidad pero no la dan; y te encuentras viviendo por esa cosa o por esa visión, atrapado en un vórtice auto-destructivo, esperando un resultado que no llega nunca.

Queridos hermanos y hermanas, los ídolos prometen vida, pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida sino que la dona, la regala. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que enseña a amar. El Dios verdadero no pide hijos, sino que dona a su Hijo por nosotros. Los ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente; el Dios verdadero enseña a vivir en la realidad de cada día, en lo concreto, no con ilusiones sobre el futuro: hoy y mañana y pasado mañana caminando hacia el futuro. La concreción del Dios verdadero contra la liquidez de los ídolos. Yo os invito a pensar hoy: ¿cuántos ídolos tengo o cuál es mi ídolo favorito? Porque reconocer las propias idolatrías es un inicio de gracia, y pone en el camino del amor. De hecho, el amor es incompatible con la idolatría: si algo se convierte en absoluto e intocable, entonces es más importante que un cónyuge, que un hijo, o que una amistad. El apego a un objeto o a una idea hace ciegos al amor. Y así para ir detrás de los ídolos, de un ídolo, podemos incluso renegar al padre, la madre, los hijos, la mujer, el esposo, la familia... lo más querido. El apego a un objeto o a una idea hace ciegos al amor. Llevad esto en el corazón: los ídolos nos roban el amor, los ídolos nos hacen ciegos al amor y para amar realmente es necesario ser libres de todo ídolo.

¿Cuál es mi ídolo? ¡Quítalo y tíralo por la ventana!

- Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica.
Los animo a que entren en su interior para reconocer y erradicar los ídolos que los tienen esclavizados y, en su lugar, pongan al verdadero Dios, que los hará libres y plenamente felices.

Que Dios los bendiga. Muchas gracias.


(Papa Francisco. Audiencia general. 1-8-2018).

Mensaje del Papa Francisco para este mes: Rezar por las familias.



02 agosto 2018

(II) La muerte de nuestro P. Francisco Méndez.


“En las últimas nevadas de marzo, con cuatro o cinco grados bajo cero, salió a los Cuatro Caminos... En una de esas excursiones nocturnas vio apoyados en la tapia de Porta Coeli a un matrimonio con dos niños que no tenían donde guarecerse, pues los habían echado de casa por no poder pagar. Los llevó de cenar y recogió a los chicos.

Los testigos se hacen eco de aquellas salidas nocturnas y de las últimas nevadas. Todos se pasman de la audacia de un anciano agotado, achacoso, encorvado, falto de vista. Era arrastrado por el fuego que ardía en su corazón. Locuras de enamorado. Por muy arropado que fuera, aunque echara sobre el manteo una manta, aquel cuerpo no guardaba reservas ni podía repeler la helada ni la humedad de la nieve.

“En el invierno –dicen-, y mientras nevaba por la noche, salía él por ver si encontraba a algunos de estos golfillos, refugiados en los portales. Y yo oí decir que la enfermedad de que murió la cogió en una de estas salidas nocturnas”.

“El Siervo de Dios –añaden- contaba setenta y cuatro años cuando le sobrevino la última enfermedad, que debió ser una hemorragia originada, tal vez, por el frío, porque solía salir por las noches –y esto era en marzo- a recoger golfillos que estuviesen refugiados en los portales”.

Una de las Trinitarias de Porta Coeli añade a estas correrías nocturnas las salidas diurnas. Aquella semana de nevadas se prodigó el y prosigue: “Justamente a los cuatro días cayó enfermedad, y de esta enfermedad murió.” Confunde la fecha de las nevadas. “Días antes de fallecer presa de fiebre física, pero embargado por mayor fiebre de socorrer al desvalido, ante imponente nevada...”.

“Procedía con caridad heroica, porque salía frecuentemente por las noches, aunque estuviese nevada, a recoger a los muchachos, siendo esto a veces causa de sus enfermedades. He oído referir que, tal vez, el último gran acto de caridad que hizo en una de estas escapadas nocturnas fue ocuparse u hospedar a un matrimonio con dos niños a quienes encontró ateridos de frío.”

P. Méndez hasta límites increíbles a su edad. Eran los postreros fogonazos de la lámpara que se apaga. Atentaba contra su propia vida, impulsado por el inmenso fuego de caridad que le consumía. Como si, ciego e insensible, fuera impasible al frío y a la humedad:

“Fue poco antes de su muerte. Era un día de invierno de los más crudos. Nevaba copiosamente. A eso de las diez de la mañana vemos con gran asombro que el buen Padre se prepara para salir, y por más que nosotras hicimos para disuadirle con toda suerte de razones para que desistiera y se quedara en casa, no hubo medio de persuadirle, diciendo que no podía dejar un asunto importante que tenía.

Nosotras aguardamos impacientes el momento de su llegada. Al cabo de dos horas le vimos aparecer todo mojado, yerto de frío, sin querer decir a dónde había ido. A fuerza de preguntas pudimos deducir que venía de llevar limosnas para que pudieran comer unas pobres gentes que se refugiaron en unas covachas fuera de la ciudad”.

Aquel invierno se venga con tremendas heladas y temperaturas bajas. El Servicio Meteorológico Nacional informaba día a día de los fenómenos meteorológicos. La mínima durante el mes de febrero, tres grados bajo cero. El día 27, el más frío del años: la máxima, 3,70; la mínima, 2,1 bajo cero. Viento fuerte, a ratos huracanado. En ocasiones descendió la temperatura a cuatro grados bajo cero. A la una de la tarde comenzaron a caer copos y era curioso ver a los madrileños, bajo un cielo sin nubes, cubriéndose de la nieve con los paraguas

Marzo fue crudo, pero menos. Algunos días marca el termómetro. Además de los datos expuestos acerca de la nieve, vamos a añadir otros del mes de febrero: bajo cero 62. Llueve mucho a partir del día 9. Así se deslizan meteorológicamente las postreras semanas que el P. Méndez pasa por este valle de lágrimas.

Nadie mejor que su obispo, Mons. Eijo y Garay, ha sabido calibrar esta inmensa caridad de un anciano agotado. Califica varias veces de heroica esta caridad. No duda en llamarle, con todas las letras, mártir de la caridad:

“Únicamente una fe heroica, una esperanza y confianza heroica en la ayuda de Dios, una caridad para con Dios y para con los prójimos, especialmente para los más necesitados y desamparados, para las mujeres descarriadas y los harapientos y perdidos golfillos, vivida en grado heroico, tan heroico que quiso Dios que, a semejanza de Nuestro Adorable Redentor, costase la muerte al Siervo de Dios, Don Francisco de Asís Méndez y Casariego, el buscar durante una noche de gran nevada en Madrid ovejitas perdidas”.

“He indicado ya –anota también- que el Siervo de Dios murió mártir de la caridad: iba él mismo habitualmente a recoger a los golfillos por las noches, y con lluvia o con nieve. Murió muy cerda de los setenta y cuatro años de edad. Pocos días antes, a fines de marzo, con cuatro o cinco grados bajo cero, en unas nevadas copiosísimas, salió a Cuatro Caminos con el fin de recoger niños que estuvieran ateridos de frío y sin saber dónde dormir. En esta última búsqueda de golfillos desamparados creo yo que cogió la gravísima enfermedad que le causó la muerte en el día 1 de abril de 1924”.


Una Trinitaria.