“No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Cristo". (Papa Benedicto XVI).
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31 enero 2017
Para ser feliz hay que llevar a cabo las Bienaventuranzas, hacerlas concretas en la propia vida.
El pobre de espíritu es el cristiano que no se confía en sí mismo, en sus riquezas materiales, no se obstina en sus propias opiniones, sino que escucha con respeto y está dispuesto a las decisiones de otros.
Jesús manifiesta la voluntad de Dios de conducir a los hombres a la felicidad. En esta predicación Jesús sigue un camino particular: comienza con el término "dichosos", es decir, felices; prosigue con las indicaciones de las condiciones para ser así y concluye haciendo una promesa.
Se parte de condiciones de desgracia para abrirse al don de Dios y acceder al mundo nuevo, el ‘reino’ anunciado por Jesús. No es un mecanismo automático, sino un camino de vida en el seguimiento al Señor, cuya realidad de dificultades y aflicciones es vista desde una perspectiva nueva y experimentada según la conversión que se realiza.
No se es dichoso si uno no se convierte en grado de apreciar y vivir los dones de Dios.
Dichosos los pobres de espíritu y dijo que el pobre de espíritu es aquel que ha asumido los sentimientos y las actitudes de esos pobres que en su condición no se rebelan, sino que saben ser humildes, dóciles, disponibles a la gracia de Dios.
La felicidad de los pobres de espíritu tiene dos dimensiones: respecto a los bienes materiales es la sobriedad, no necesariamente renuncia, sino la capacidad de vivir lo esencial, de compartir; capacidad de renovar cada día el estupor por la bondad de las cosas sin sobrecargarse en la opacidad del consumo voraz.
Cuanto más tengo, más quiero y esto mata el alma. El hombre o la mujer que haga esto no será feliz.
Por otro lado, respecto a Dios y a su alabanza, es el reconocimiento de que el mundo es bendición y que en su origen está el amor creador del Padre. Pero es también apertura a Él, docilidad a su señoría, que ha querido el mundo para todos los hombres en sus condición de pequeñez.
¡Si en nuestras comunidades hubiese pobres de espíritu habría menos divisiones, contrastes y polémicas!”, exclamó. La humildad como la caridad es una virtud esencial para la convivencia en las comunidades cristianas.
(Papa Francisco. 29-1-2017)
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