“No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Cristo". (Papa Benedicto XVI).
Buscar en este blog
23 enero 2017
Reflexión de ayer III Domingo del Tiempo Ordinario.
En este III domingo del Tiempo Ordinario, vemos como Jesús es la gran luz que ilumina la tierra. Se instala en Cafarnaún e inicia su vida de predicación, anunciando con urgencia que el Reino de Dios está al llegar. Veremos también hoy, como Jesús llama a sus primeros discípulos: Aquí y ahora.
La Iglesia viene celebrando desde el pasado miércoles 18, la semana de oración por la Unidad de los Cristianos. Pidamos a Dios Uno y Trino para que el cuerpo de la Iglesia no tenga divisiones. Que sepamos aceptarnos, acogernos y respetarnos. Da igual el camino Doctrinal que profesemos y creamos, lo importante es que Él nos convoca, en Él nos movemos, existimos y vivimos.
También celebramos este domingo la Jornada de la Infancia Misionera. Se nos pide que miremos a los más pequeños de nuestras comunidades y que con ellos tengamos bien abiertos los ojos y los oídos ante la realidad que nos rodea. Ser misionero hoy, no es sólo irte fuera del país, es también dar testimonio en nuestros ambientes, con las personas que nos rodean. Que sepamos seguir al Señor con fidelidad y ternura de niño.
En la Primera Lectura del Profeta Isaías, nos muestra como el pueblo se iba adentrando en la realidad de que allí estaría el Mesías. Un Mesías que iba a poner luz ante tantas tinieblas, y no solo en Israel, sino que llegaría a todo el orbe; A pesar de todo el sufrimiento que había padecido Judá, Isaías espera a que llegue la luz. Tiempo del gozo y la alegría. Y en esto se cumple la esperanza de que llegue el Emmanuel.
En la Segunda Lectura de la Carta de Pablo a los Corintios, se nos exhorta a que tengamos cuidado con las divisiones que vivimos los fieles. Pablo les habla y nos habla a nosotros hoy a que andemos con cuidado con las rivalidades dentro de la Iglesia. Predicar a Jesús y dar testimonio del Evangelio, no consiste en ser más que otros, ser más sabios, tener un buen puesto, que te hagan reverencias y te llamen de Don, o inclusive tener un doctorado y colgar el título en la pared. Ser predicador del Evangelio es hacer pequeñas cosas, dar testimonio con tu propia vida, tus propios actos. En la Cruz de Cristo se muestra la mayor entrega generosa y de humildad para todos y cada uno de nosotros. Y si hay algún preferido, esos son los últimos de la sociedad.
Que como Pablo, sepamos no perder el tiempo en rivalidades de “yo soy más”. Que nuestra única preocupación, nuestro único título, nuestras fuerzas sean desgastadas por anunciar el Reino con coherencia y sencillez.
En el Evangelio de Mateo, resuena un poco la lectura que hemos escuchado antes de Isaías. Jesús se queda en Cafarnaún y comienza la predicación en Galilea. Mateo nos quiere mostrar con su Evangelio quién es Jesús, por dónde se mueve y qué importancia tiene su mensaje y su vida. El cumplimiento de las promesas llega por medio de Jesús.
Hoy comienza su vida pública y lo hace anunciando que el Reino de Dios está cerca y llama a sus primeros discípulos para que le ayuden en esta tarea. Un Reino que es vida, que las personas que participan de tienen que ser sencillos, humildes, tienen que perdonar, sanarán enfermos, curarán, serán coherente entre lo que predican, sus actos y como tratan a los demás. Si esto no se cumple, pasará como leímos antes en Pablo, que no estaremos siguiendo a Cristo. Estaremos siguiendo y buscando que los demás nos aplaudan, tendremos muchos títulos, escribiremos muchos libros, pero nos estaremos alejando de Dios y de su Reino. Y de ahí a la división, hay un paso.
Que la Virgen María interceda por cada uno de nosotros para que no perdamos la sencillez y la humildad de un niño. Que el Ecumenismo lo vayamos trabajando cada día sintiéndonos parte todos por igual del cuerpo místico de Cristo. Que nos dejemos iluminar por esa Luz que viene a todos nosotros para sacarnos de nuestras comodidades, de nuestras cegueras del orgullo, del poder… y dejemos que Dios actúe en nosotros para que seamos verdaderos Evangelios Vivos.
Que así sea.
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-iii-domingo-del-tiempo-ordinario-fray-jose-borja/
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario