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31 diciembre 2022

Gracias Santo Padre por su vida y legado. D.E.P.



 

Unido a la Iglesia universal con la oración del "TE DEUM" doy gracias a Dios por este año que se acaba y por el que está apunto de empezar.



A Ti, oh Dios, te alabamos,
a Ti, Señor, te reconocemos.
A Ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A Ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A Ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te aclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el Reino de los Cielos.
Tú sentado a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la Gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de Tí.

En Tí, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

28 diciembre 2022

Día de los Santos Inocentes.


Hoy se celebra la fiesta de los Santos Inocentes, los niños que murieron por Cristo, el Mesías de la humanidad, asesinados por órdenes del rey Herodes.

En un antiguo sermón, exclamaba San Quodvultdeus con gran elocuencia: “Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria”.

De acuerdo al relato de San Mateo, unos sabios venidos de Oriente advirtieron al rey Herodes del inminente nacimiento del Mesías, de quien estaba profetizado que llegaría a ser rey de Israel.

Estos sabios o “reyes magos” habían viajado desde muy lejos para adorar a aquel niño, y por eso se presentaron ante quien consideraban la máxima autoridad de esas tierras.

Herodes entonces les pidió que, después de adorar al recién nacido, regresen y le revelen dónde se hallaba para él también “ir a adorarlo”. Sin embargo, en secreto, el rey temía que ese recién nacido llegara a quitarle el poder algún día, así que hizo planes para matarlo.

Para asegurar que el niño no sobreviva, Herodes mandó a asesinar a todos los menores de dos años que vivían en Belén y sus alrededores. Aquel fue el primer derramamiento de sangre desatado a causa de Jesucristo: un crimen horrendo producto de la soberbia y la ambición desmedidas, un atentado  cuyas víctimas carecían de mancha o reproche.

Por eso, la muerte de aquellos seres inocentes se convirtió en anticipo de la muerte del Salvador, víctima inocente por excelencia, porque ni el pecado original lo pudo alcanzar.

¡Felicidades al cielo!



 

27 diciembre 2022

No nos olvidemos del cumpleañero...


Una cosa curiosa... 

Imaginemos que es nuestro cumpleaños. Que todo el mundo hace fiesta, ponen luces y un largo etcétera... Pero tú que eres el cumpleañero, no te invitan, no sé acuerdan de ti. ¿Qué pasaría? ¿Cuál sería nuestra reacción? 

Esto mismo pasa con el tiempo de Navidad. Adornamos las casas, las calles, ponemos luces, hacemos comidas y reuniones de amigos y familias, PERO se nos olvida invitar/recordar a por quien se celebra la Navidad: Jesús. Y esto conlleva, que nos olvidamos también de sus mejores amigos: los últimos. Esos a quienes nosotros en este tiempo ni nos acordamos... 

No sé. Un poco de reflexión no vendría mal.

"Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" Esta dos fotos son en la gruta de Belén. Hoy, hago recuerdo agradecido de mi estancia hace años en tierra santa.

 



25 diciembre 2022

¡¡Feliz Navidad!!



 

Reflexión. Natividad del Señor.


Celebramos con gran alegría la Solemnidad del nacimiento del Señor, y por eso resuenan con especial afecto esas palabras del Evangelista San Juan que escuchamos en el Evangelio: “Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria”.

En la sencillez del pesebre, rodeado sólo por unos humildes pastores y en medio de los animales que pasaban resguardados la noche, la Virgen ha dado a luz al Hijo de Dios: la luz de la divinidad ha iluminado la oscuridad del portal de Belén y en la belleza y ternura del niño recién nacido contemplamos toda la gloria de Dios.

Dejemos que él sea nuestra Luz, nuestra Paz y la contagiemos a todas las personas sin miedo.

Evangelio de la Natividad del Señor


Santo Evangelio según San Juan.


Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él, al declarar: “Este es Aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”.

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.

Evangelio de Medianoche.




Lectura del Evangelio según San Lucas


Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.


Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».

Pregón de la Natividad del Señor. (Antigua Calenda)


En el año cinco mil ciento noventa y nueve de la creación del mundo, cuando Dios hizo el cielo y la tierra; 

en el dos mil novecientos cincuenta y siete desde el Diluvio; en el año dos mil quince desde el nacimiento de Abraham; 

en el año mil quinientos diez desde Moisés y el éxodo de Egipto del pueblo de Israel; en el año mil treinta y dos desde la unción del rey David; 

en la semana sexagésimoquinta según la profecía de Daniel; en la centésimononagésima Olimpíada; en el año setecientos cincuenta y dos desde la fundación de Roma; 

en el año cuadragésimo segundo del imperio de Octaviano Augusto, estando todo el mundo en paz, en la sexta edad del mundo, Jesucristo, eterno Dios e Hijo del eterno Padre, queriendo santificar la creación por su advenimiento, concebido por obra del Espíritu Santo y transcurridos nueve meses después de ser engendrado, nace hecho Hombre de María Virgen en Belén de Judá. Natividad de Nuestro Señor Jesucristo según la carne.

12 diciembre 2022

Discurso del Papa Francisco a los seminaristas del Seminario de Barcelona.


Estimado Rector,

queridos alumnos del Seminario Conciliar de Barcelona:


Agradezco de corazón sus palabras, y les doy la bienvenida en esta casa de Pedro, que es la casa de toda la Iglesia. Sé que han deseado mucho este encuentro y han pedido a su Arzobispo, con insistencia, poder estar aquí. Ven, la oración perseverante da sus frutos, no lo olviden nunca. También es importante invocar la mediación de la Iglesia, por eso no dejen de pedir las oraciones de sus pastores y de los fieles, para que Dios les conceda perseverancia en el camino del bien.

Al hablar a los formandos hay dos tentaciones, la de centrarse en lo malo, teniendo en cuenta sólo las experiencias negativas y la de intentar presentar un mundo idílico e irreal. Es por ello que, manteniéndonos en este tema de la oración con el que hemos comenzado, me ha parecido interesante un librito de un obispo santo de vuestra tierra, san Manuel González, que desgrana en un rosario sacerdotal lo bueno y lo malo que nos cuestiona, haciendo de ello una plegaria que, por intercesión de nuestra Madre Inmaculada, presentamos a Dios.

Recuerden que, cuando sean sacerdotes, su primera obligación será una vida de oración que nazca del agradecimiento a ese amor de predilección que Dios les mostró al llamarles a su servicio. Este es el primer misterio gozoso del que todo nace. En esta fase de formación en la que se encuentran, les haría bien que en su oración pudieran confrontarse con las actitudes de la Santísima Virgen, preguntándose: ¿cómo estaba ella cuando Dios la llamó?, y yo ¿cómo estaba? ¿Con qué celo me planteo mi futura vida sacerdotal?, ¿me alzaré —dice san Manuel—, como una burbuja en una olla hirviente de amor, para llevar a Dios al mundo? ¿Lo llevaré hasta los montes, a lo más arduo y penoso?

El sacerdote «no es un dominador de las almas por la plata y el oro… su riqueza, su poder, es sólo la virtud del nombre de Jesús», eso quiere decir, hacerlo presente en la Eucaristía, en los sacramentos, en la palabra, para que nazca en el corazón de los hombres, ser en todo y siempre su instrumento. Para eso nos entregamos, como Jesús, en el templo, como víctimas, para la redención del mundo. Y, en el último misterio gozoso hay una idea muy importante para toda su vida, no la dejen nunca, me refiero a Jesús perdido en el templo, a ese Jesús al que tengo que volver siempre a buscar en el sagrario. Piérdanse allí con Él, para esperar a sus fieles: «el buen sacerdote sabe muy bien que, mientras le queden ojos para llorar, manos con que mortificarse y cuerpo que afligir, no tiene derecho a decir que ha hecho todo lo que tenía que hacer por las almas que le están confiadas».

Esta entrega prefigura lo que ustedes pueden meditar en los misterios dolorosos. Dios nos pide sacrificio, sacrificio del corazón, rindiendo nuestra voluntad, como Él nos propone en el Getsemaní; sacrificio de la sensibilidad, en la ascesis que contemplamos en la flagelación; sacrificio de la honra, tan española, pensando —como cantan en el himno de Cuaresma— que buscar el laurel de la nobleza, del título académico, del elogio mundano, nos aleja de Dios, y más bien hay que aspirar a las coronas de espinas que nos identifican con el Señor. Ahí está el sacrificio de asumir la propia cruz y comenzar un camino, muchas veces de abandono, es el sacrificio de la vida. Mirando la cruz alzamos los ojos al cielo y vemos nuestro destino. ¿Les parece difícil? No lo es, bastan cosas sencillas: la cama dura, la habitación estrecha, la mesa escasa y pobre, las noches a la cabecera de los agonizantes, los días muy temprano abriendo la iglesia antes que los bares, y esperar, acompañando a Jesús solo, a los pecadores y a los heridos en el camino de la vida.

Y llegamos a los misterios gloriosos, que son nuestra acción de gracias por la Misa de Jesús en la cruz. Después del triunfo de la resurrección, Jesús entró en el santuario del cielo y desde allí perpetúa esta continua acción de gracias. Verlo sentado a la derecha del Padre, nos llama a la esperanza y nos llena de regocijo, porque nos asegura el paraíso. Para ello Dios envía el Espíritu Santo, el único que puede enseñarnos estos misterios, y un día, a ustedes, les dará el don de ser sacerdotes de Cristo. No dejen nunca de gustar y rememorar este amor de predilección que se derrama y se derramará abundantemente en su corazón, en su ordenación y en el resto de sus días. No apaguen nunca ese fuego que los hará intrépidos predicadores del Evangelio, dispensadores de los tesoros divinos. Unan su carne a la de Jesús, como María, para inmolarse con Él en el sacrificio eucarístico, y también, en la gloria de su triunfo.

Queridos seminaristas, tomen pues su rosario, y pidan a María, Reina y Madre de la Misericordia, que los ayude a desvelar los misterios del sacerdocio al que Dios los llama, contemplando los misterios de su Hijo, acatando que el gozo del seguimiento y la perfecta identificación en la cruz son el único camino para la gloria. Que Dios los bendiga.



Roma. Sábado 10 de diciembre de 2022.