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06 enero 2018

Reflexión. Epifanía del Señor.


¡Feliz día de la Epifanía del Señor!

En esta fiesta, se nos invita a buscar la Luz.
Una Luz, que a veces no la veremos bien porque no confunden otras.
Una Luz, en la que nos pararan por el camino preguntando, y si somos fieles a ella, no nos dejaremos entretener por cosas...

La Epifanía no es otra cosa, que ver la manifestación del Señor en nuestra vida.
Por eso, podemos resaltar a esos Magos de Orientes que han sido iluminados por una gran Luz que no les deja indiferente. Sus vidas han sido iluminadas para que valientes y decididos vayan hasta donde Dios hecho un niño pequeño, sencillo y humilde está con María y José.

Los Magos de Oriente volvieron a casa de nuevo por otro camino.
Si nuestro encuentro con Dios hecho niño, ha sido sincero, produce en nosotros un cambio de vida. Cambiar es seguir siendo tu, pero sabiendo reorientar nuestros esquemas a la luz del Evangelio.

Ojalá que sepamos encontrar esa Luz que nos lleva hasta Jesús, para que desde ese encuentro, podamos escoger el camino que nos lleve hacia una vida donde seamos luz para iluminar las vidas de otros, y estrellas, para que conduzcamos a otros hacia donde Jesús está.  

En la Primera Lectura del Profeta Isaías.

Vemos como el profeta no se dirige al pueblo sino a Jerusalén.
Juega con el mundo antiguo y el actual, entre las tinieblas y la luz. Toda la realidad está invadida por la oscuridad salvo Jerusalén, que es iluminada por Dios y se impone sobre el resto de pueblos. Jerusalén también es presentada como signo de la maternidad: es de la madre de gentes diversas. Por eso, el profeta sitúa el mensaje en una perspectiva universal.
La ciudad santa deja de ser exclusiva de algunos y se abre a todos sin distinguirse.

En la Segunda Lectura de Pablo a los Efesios.

Nos habla de la revelación de un misterio. De una actuación de Dios por el cual nos muestra algo que estaba escondido anteriormente.
Un acontecimiento que se vive con intensidad, transforma el modo de comprender la realidad y de entender ese Dios que se hace uno como nosotros.
Para Pablo, es algo que se impone. Conocer la persona de Jesús, su pasión, muerte y resurrección es un proceso que le transforma y le lleva a ser anunciador de ese Misterio.
Ser testimonio de la Epifanía del Señor, es dejarte llevar por ese impulso de ser mensajero del Evangelio por todo el mundo. Desde esa percepción de Pablo, se llega a la fidelidad como seguidor de Jesús.

En el Evangelio de Mateo.

Describe una de las escenas más conocidas y entrañables: La Adoración de los Magos.
Jesús ocupa el centro. Su persona, todavía un niño recién nacido, se convierte en el centro de las miradas de todo el que llega. Bajo una ciudad de Belén que se engalana para anunciar la identidad mesiánica de Jesús.

Una figura de Herodes, que representa el poder político y económico, por el cual, su único interés religioso por conocer a Jesús, es otro. Él no se pone en camino. No le interesa.
A diferencia, que los Magos, que si se ponen de camino.
Un camino, que al recorrerlo, se van guiando por una gran luz. No llevan ningún itinerario fijo, ningún mapa. Ellos confían y se dejan guiar.

Por eso, este Evangelio nos muestra la actitudes que muchas veces podemos tener nosotros, como Cristianos.
Podemos ser Herodes, que preguntamos a los demás y nos quedamos ahí. Solo preguntas y palabrerías.
O, podemos ser Magos, que aunque “nos lancemos a la piscina” sin miedo, porque sabemos que Dios nos está guiando.

Ver la estrella que conduce a Jesús, es saber aceptar y confiar en que nunca nos deja solos, nunca nos falla… Podremos caminar libres, cuando nos dejemos guiar por la Luz del Señor, tengamos ese encuentro cara a cara, les presentemos nuestra vida entera, con fallos y virtudes, y desde ahí, saber acoger al Niño y empezar una nueva vida.
Todo nacimiento, es un punto y aparte. Es una nueva vida.
Dejemos que Dios nazca en nuestras vidas para que podamos ser también nosotros portadores de esa Luz.
Que así sea.


Más en:
https://www.revistaecclesia.com/author/fray-jose-borja/

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