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18 diciembre 2016

Reflexión del IV Domingo de Adviento.


El domingo pasado, la Iglesia celebraba el “Domingo de Gaudete”, un domingo donde teníamos que tener una alegría especial dentro de esa espera al nacimiento de Jesús.
En Isaías veíamos como Jerusalén no era derrotada y no perdieron la esperanza, sino que se ponían encamino hacia la nueva Sión; el no tirar la toalla, ser constan y no perder la esperanza, era lo esencial de la segunda lectura. Unido al Evangelio, Mateo nos relataba a Juan el Bautista encarcelado, y con un pensamiento de la venida del Mesías no muy real.

En este Domingo IV del Tiempo de Adviento, es el domingo de la esperanza y la espera.
Estamos a las puertas de celebrar el nacimiento del Dios hecho hombre. Nos tendríamos que preguntar, si las mismas ganas que hemos puesto para adornar nuestras casas, nuestras Parroquias, nuestros belenes… es igual o inclusive más, la de nosotros mismos para la venida del Emmanuel. Igual que José, María, los pastores y los magos se dejaron empapar por la grandiosidad del momento, no nos distraigamos y nos perdamos con cosas superfluas que son externas al verdadero sentido de la Navidad. Vayamos haciéndole un hueco a ese niño que va a nacer y acerquémonos a los sacramentos con humildad y esperanza, de cara a recibirlo con el mejor de nuestros trajes: un corazón reconciliado y limpio.

En la Primera Lectura del Profeta Isaías, nos avisa que todo está apunto para la llegada del Mesías. Marca una señal: “Una Virgen encinta, que dará a luz a un niño al que se llamará el Emmanuel: Dios con nosotros”. A veces no entendemos los planes de Dios, y nos descoloca un poco, pero se vale de medios para hacerse presente, aunque para nosotros, no sean los “normales/ordinarios”. La salvación proviene de Dios a través de una cosa tan humilde y sencilla como es la naturaleza humana de un niño. De nada sirve ser poderosos, actuar de forma violenta o con armas, ser sumisos o aceptar de grandes dogmas y normas… Un niño. Si, en un niño se encierra todo lo que Dios va a ser en el futuro: plena ternura, pleno amor sin condiciones, y plena humildad… Y viene, de una mujer con una gran fe, una gran disposición a la voluntad de Dios. ¿Se puede venir de una forma mejor y más humana?

En la Segunda Lectura de la carta de Pablo a los Romanos, nos presenta a un Pablo fuertemente unido a Jesús, y con fidelidad coherente para anunciar el Evangelio.
Pablo no habla de un Jesús como simple “personaje histórico”, sino que es el mismo Hijo de Dios, Resucitado de los muertos, y es la promesa para salvar al mundo, como los antiguos profetas anunciaban. Un Jesús Resucitado que no tiene distinción. Salva a TODOS POR IGUAL, ya sea de la religión que sea, profese o no nuestra fe. Porque en un corazón bueno, aunque los labios no lo profesen, se encuentra en el fondo del corazón Dios. Cuidemos nuestros juicios de tu estás salvado o tu condenado. Porque el niño que nació en Belén, y más tarde fue Resucitado, no condenó a nadie, al revés, da la oportunidad a todos y respeta nuestra libertad.

En el Evangelio de Mateo, nos relata cómo es el nacimiento de Jesús y el anuncio de Dios a José de que su mujer va a tener un hijo. El ángel le comunica la procedencia que tiene el Hijo que espera María. Es un anuncio y un niño que superan todas las expectativas humanas: concebido por el Espíritu Santo, Hijo de Dios, y tiene unión con la primera lectura de Isaías que he mencionado anteriormente. La Profecía de Isaías, llega a la plenitud en Jesús. No es un Dios terror, ni castigador, ni que condena… Es un Dios Padre, (Abba: Papá, Papaito) que perdona y que tiene misericordia. Un Dios que se queda con nosotros, que está atento y que sufre con nuestros sufrimientos. Un Dios que es cercano con y de nosotros.

Que José y María intercedan por nosotros ante Dios, para que sepamos aceptar la voluntad del Señor en nuestras vidas, aunque a veces, nos parezca una locura. Que nos ayuden a no perder la esperanza ante tantos momentos de dificultad que la vida nos vaya poniendo, y sepamos acoger a ese Dios que se hace hombre.
Este fin de semana, la Orden y Familia Trinitaria estamos celebrando a nuestro Fundador: San Juan de Mata. Que el interceda para que sepamos mirar con misericordia a tantos cautivos de nuestro mundo.
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-del-iv-domingo-de-adviento-por-fray-jose-borja/

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