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04 diciembre 2016

Reflexión del II domingo de Adviento.


El domingo pasado, iniciábamos el tiempo de Adviento.
Las palabras claves eran “despertad” y “velad”. Veíamos como Jesús nos ayuda a obtener, si queremos la conversión. Dios puede salvar, pero nosotros nos tenemos que dejar.
El Reino ya está aquí, pero nos cuesta a verlo, no hacemos nada para verlo ni sentirlo. Lo tenemos escondido. Coherencia, fidelidad y testimonio son tres ingredientes para hacer que el Reino sea visible.

En este II Domingo del Tiempo de Adviento, la Iglesia nos propone para nuestra consideración un personaje conocido, a Juan el Bautista.
Juan, es el Precursor (que va delante), prepara el camino al Señor. Un hombre, que predica en el desierto, que nos introduce en el Adviento de un modo singular.
El Adviento, es el camino que recorremos nosotros hacia el encuentro del Señor.
Jesús viene a salvarnos, nos perdona y purifica de todos nuestros pecados. Abramos nuestro corazón y nuestros oídos para que nos convirtamos al Reino: de la palabra y obra.
La palabra clave de este domingo es: “Convertíos”. No podemos seguir al Señor, si no dejamos atrás todas nuestras comodidades y egoísmos.

La Primera Lectura del Libro de Isaías, nos anuncia el “nuevo mundo”. Un mundo, donde habrá paz, justicia, igualad. La caridad y la fraternidad serán el escudo entre nosotros, donde Dios reinará eternamente. Este reino, se construye si hacemos que Dios se haga presente. Igual que Israel tiene esperanza en la venida, nosotros, como pueblo de Dios, lo esperamos también. Dejemos actuar a Dios en nuestra vida cotidiana, pongamos al servicio de los otros los dones que tenemos, y así veremos los frutos.
Entre todos, podremos construir el Reino.

La Segunda Lectura de la Carta del Apóstol Pablo a los Romanos, nos enseña como en la Escritura, se mantiene vivo el consuelo y la esperanza de los creyentes. La Iglesia, tiene como centro, cabeza y anuncio a Cristo. Él sigue viniendo y nos quiere salvar. Es el tiempo del Reino. Un tiempo, donde el Dios misericordioso y paciente de la historia, se hace Padre, nos toma como hijos suyos y muy queridos.

En el Evangelio de Mateo, nos muestra la figura de Juan el Bautista. Como profeta, anuncia la venida del Señor e invita urgentemente a la conversión.
Habla de un Mesías, no como ellos se imaginaban, sino, de un Mesías novedoso. No vendrá con gran poder, ni con un gran ejército.
Juan nos quiere decir que se necesita una conversión radical, una conversión no de palabra, sino de corazón y de obras.
Como El Bautista, hoy la Iglesia es la actual precursora. Ella anuncia y nos invita urgentemente a la conversión, a ser testigos de ese Dios que hace tanto por nosotros, pero, que a veces nosotros, miramos para otra parte.
Todo cristiano debe ser precursor con la vida y las obras del Reino de Dios. Mostrar al mundo, que otro “mundo” es posible.

Que la Virgen María interceda por cada uno de nosotros, para que a través de ella, alcancemos el don de anunciar el Reino con radicalidad y coherencia Evangélica. Que seamos humildes en dejar que Dios actúe en nuestra vida, que pongamos al servicio del otro todos nuestros dones, para que así podemos a ser verdaderos precursores en medio de este mundo tan “secularizado” y con tanta falta de ejemplo no de buenas personas, sino de cristianos comprometidos y coherentes de palabras y obras.
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-del-ii-domingo-de-adviento-por-fray-jose-borja/

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