Pero ustedes son raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su posesión, destinado a proclamar las grandezas de quien los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Ustedes que antes eran «no pueblo» son ahora pueblo de Dios; ustedes que no eran amados, son ahora objeto de su amor.
(1 Pedro 2, 9-10)
(1 Pedro 2, 9-10)
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La llamada a ser pueblo de Dios
San Pedro le dice a la Iglesia primitiva que en su búsqueda de sentido antes de encontrarse con el evangelio era «no pueblo». Pero a través de la escucha de la llamada a ser «raza elegida» de Dios y de recibir el poder de salvación de Dios en Jesucristo, se ha vuelto «pueblo de Dios». Esta realidad se expresa en el bautismo, que es común a todos los cristianos, en el que renacemos del agua y del Espíritu Santo (cfr. Juan 3, 5). En el bautismo morimos al pecado 9 para resucitar con Cristo a una nueva vida de gracia en Dios. Constituye un desafío cotidiano mantenernos conscientes de esta nueva identidad que tenemos en Cristo:
¿Cómo entendemos nuestra vocación común de ser «pueblo de Dios»?
¿Cómo expresamos nuestra identidad bautismal de ser «sacerdocio real»?
Escuchando las grandezas de Dios
El bautismo nos abre a un nuevo y apasionante viaje de la fe uniendo a cada cristiano con el pueblo de Dios que peregrina a lo largo de los siglos. La palabra de Dios –las Escrituras que los cristianos de todas las tradiciones rezan, estudian y meditan– es el fundamento de una comunión real aunque incompleta. En los textos sagrados que compartimos oímos acerca de las grandezas de Dios en la historia de la salvación, sacando a su pueblo de la esclavitud; y de la gran obra de Dios: la resurrección de Jesús de la muerte que inauguró una nueva vida para todos nosotros. Más aún, la lectura orante de la Biblia lleva a los cristianos a reconocer las grandezas de Dios en sus propias vidas:
¿De qué manera reconocemos y respondemos a las grandezas de Dios en el culto y el canto y en el trabajo a favor de la justicia y la paz?
¿De qué manera valoramos la Escritura como Palabra viva de Dios que nos llama a una unión mayor y a la misión?
Respuesta y proclamación
La celebración ecuménica utiliza los símbolos de la Biblia, una vela encendida y la sal para representar visiblemente las grandezas de Dios que estamos llamados como cristianos bautizados a proclamar al mundo. Tanto la luz como la sal son imágenes del evangelio que Jesús utiliza en el Sermón de la Monta- ña (cfr. Evangelio de Mateo 5, 13-16).
Dios nos ha elegido pero no como si esto fuera un privilegio. Nos ha hecho
santos, pero no en el sentido de que los cristianos son más virtuosos que los
demás. Nos ha elegido para llevar a cabo una misión. Somos santos en la
medida en que estamos comprometidos con la obra de Dios, que es siempre
la de llevar su amor a todos los pueblos. Ser un pueblo sacerdotal significa
estar al servicio del mundo. Los cristianos viven esta llamada bautismal y dan
testimonio de las grandezas de Dios de distintas maneras:
.Curando las heridas: Las guerras, los conflictos y los abusos han herido la vida
emocional y relacional de la gente de Letonia y de otros países. La gracia de
Dios nos ayuda a pedir perdón por los obstáculos que impiden la reconciliación
y la sanación, de obtener misericordia y de crecer en santidad.
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.Buscando la verdad y la unidad: La conciencia de nuestra identidad común en Cristo nos empuja a trabajar para superar las cosas que aún nos dividen como cristianos. Como los discípulos de Emaús, estamos llamados a compartir nuestra experiencia para poder descubrir que en nuestra común peregrinación Jesucristo está en medio de nosotros.
.Un compromiso activo a favor de la dignidad humana: Los cristianos que han sido sacados de las tinieblas a su luz maravillosa reconocen la enorme dignidad de toda vida humana. A través de proyectos sociales y caritativos nos acercamos a los pobres, los necesitados, los adictos y los marginados.
.Buscando la verdad y la unidad: La conciencia de nuestra identidad común en Cristo nos empuja a trabajar para superar las cosas que aún nos dividen como cristianos. Como los discípulos de Emaús, estamos llamados a compartir nuestra experiencia para poder descubrir que en nuestra común peregrinación Jesucristo está en medio de nosotros.
.Un compromiso activo a favor de la dignidad humana: Los cristianos que han sido sacados de las tinieblas a su luz maravillosa reconocen la enorme dignidad de toda vida humana. A través de proyectos sociales y caritativos nos acercamos a los pobres, los necesitados, los adictos y los marginados.
Al considerar nuestro compromiso por la unidad de los cristianos, ¿por
qué cosas deberíamos pedir perdón?
Conociendo la misericordia de Dios, ¿cómo nos comprometemos en proyectos sociales y caritativos con otros cristianos?
Conociendo la misericordia de Dios, ¿cómo nos comprometemos en proyectos sociales y caritativos con otros cristianos?
Describen nuestra identidad cristiana: ustedes son la sal... ustedes son la luz… Y describen también nuestra misión: sal de este mundo… luz del mundo.
La sal y la luz son signos de lo que los cristianos debemos ofrecer a los hombre y mujeres de nuestro tiempo: llevamos una palabra de Dios que da sabor a la vida, que tantas veces puede parecer sosa y vacía; y llevamos una palabra de gracia que guía y ayuda a las personas a ver y a entender sus vidas y su mundo.
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