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15 enero 2016

Del 18 al 25 de enero se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que este año lleva el lema, “Destinados a proclamar las grandezas del Señor”.


Un año más nos preparamos para celebrar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, haciendo nuestro el deseo del Señor expresado en su oración a Dios Padre en la última cena: «que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea» (Jn 17, 21). Esta iniciativa a la que se adhieren la mayoría de las denominaciones cristianas empezó su andadura en 1908 y desde entonces se ha ido constituyendo en una cita anual que nos damos los cristianos para rezar por la plena unidad visible de la Iglesia de Cristo. 
El lema elegido es: «Destinados a proclamar las grandezas del Señor». Este lema se inspira en un pasaje de la Primera Carta de san Pedro (2, 9-10), que es el texto bíblico de referencia para este año. La idea fundamental que se quiere transmitir es que todos los bautizados, aunque formen parte de diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, comparten la misma vocación de proclamar las grandezas del Señor

El tema de este año se entiende aún mejor a la luz de la historia de Letonia, que existió por primera vez como estado de 1918 a 1940 y recuperó su independencia en 1991, después de los duros años del régimen soviético, en los que muchos cristianos padecieron la tortura, el exilio y la muerte a causa de su fe en Jesucristo. Esta comunión en el sufrimiento creó una profunda unión entre los cristianos letones, que pertenecen más o menos en proporción igual a la Iglesia católica, ortodoxa y luterana, y les llevó a descubrir su común sacerdocio bautismal que les capacita para ofrecer sus sufrimientos en unión con los sufrimientos de Cristo y para dar testimonio común de su fe. La unión entre los cristianos de Letonia también fue importante a la hora de luchar juntos por la independencia del país. Inspirándonos pues en esta propuesta que se nos hace este año desde Letonia, nos uniremos a los cristianos de todo el mundo durante la Semana de Oración, descubriendo nuestro sacerdocio común que se fundamenta en el bautismo, que se administra válidamente en las distintas Iglesias y comunidades eclesiales y que nos capacita para dar testimonio de las «grandezas», las maravillas que hace el Señor en nuestras vidas y en las de los demás. A lo largo de este último año han tenido lugar importantes acontecimientos relacionados con el ecumenismo y el diálogo interreligioso que nos abren a la esperanza y nos mueven a un compromiso mayor. En este sentido, cabe recordar las reiteradas afirmaciones del papa Francisco sobre el escándalo que supone la desunión y la importancia que tiene para él la búsqueda de la unidad de los cristianos: «Alcanzar esa meta, hacia la cual nos encaminamos con confianza, representa una de mis principales preocupaciones, por la cual no dejo nunca de orar a Dios». Así les dijo a una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla que lo visitó el 27 de junio 2015, con ocasión de la solemnidad de san Pedro y san Pablo. En nuestro contexto español queremos destacar la visita que realizó el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, a Valencia a principios de marzo del año pasado. Organizada por la Facultad de Teología de Valencia, el Centro Ecuménico Interconfesional de Valencia y el Centro Ecuménico Padre Congar, tuvo varios momentos señalados, como la conferencia que impartió el 4 de marzo en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer con el elocuente título: «Ut unum sint: El ecumenismo como obligación eclesiológica del Concilio Vaticano II».

También cabe señalar en el contexto actual la tan dolorosa persecución de cristianos en distintas partes del mundo, las afirmaciones del papa Francisco sobre el «ecumenismo de la sangre», que ya ha repetido en diferentes ocasiones. Una de ellas ha sido un video-mensaje con motivo de una jornada de diálogo.

En Europa cada día nos damos más cuenta de la importancia que tiene el diálogo interreligioso para luchar juntos contra un laicismo beligerante que pretende excluir a Dios y a la religión del espacio público. También es cada vez más evidente la necesidad de ese diálogo para aislar al fanatismo nihilista que nada tiene que ver con una vivencia auténtica de la religión, y para construir un futuro de paz verdadera y estable. 

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