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22 mayo 2018

Vivir la fe como María.


1.° Vida de Fe.
No basta lo dicho sobre la Fe de la Santísima Virgen..., es necesario detenernos a considerar cómo la fe informaba toda su vida, de suerte que todo lo hacía con aquel espíritu de Fe, del que dice San Pablo que vive el justo. Y es que la Fe no debe ser algo inactivo y muerto..., sino que de tal manera ha de penetrar y saturar la vida cristiana, que debe regular y ordenar todos sus pensamientos y acciones..., todos los actos interiores y exteriores...; de lo contrario, la Fe será un capital muerto, que nada producirá. Dice el mismo Apóstol, que sin la Fe nadie puede agradar a Dios, ni salvarse...; pero esto ¿no se ha de entender sobre todo de la «vida de Fe»?
Penetra bien en lo que esto significa y supone. Tener Fe es creer todo lo que Dios ha revelado..., pero vivir vida de Fe es hacer que esa Fe pase del entendimiento al corazón... y de éste a las obras de nuestras manos.

Generalmente nos dejamos guiar más de las luces de nuestra razón..., de nuestro amor propio..., de las sugestiones del inundo... o de otras luces o razones menos verdaderas. El mundo tiene empeño grande en hacernos ver las cosas conforme a su criterio. Piensa en eso que se llama el «qué dirán»... «el respeto humano»..., «las exigencias sociales»..., «el no hacer el ridículo»... ¡Qué distinto criterio al de Cristo! Compara las cosas a que llama grandes el mundo..., a las que da una importancia enorme..., con las cosas que verdaderamente son grandes para Dios. Esta es la vida de Fe..., la que se funda en este criterio divino... y ve y considera todo a través de la luz de Dios..., prescindiendo por completo de juicios humanos..., de pareceres terrenos..., de razones de aquí abajo. Naturalmente, que vistas las cosas de una o de otra manera, cambian radicalmente de valor ante nuestros ojos...; las apreciamos de manera muy distinta... y, por lo tanto, obramos de muy diferente manera. Decimos que todo es del color del cristal con que se mira..., es cierto; si todo lo miramos con ojos de tierra, lo veremos bajo..., rastrero..., terreno...; pero si lo miramos con ojos de Cielo..., con ojos de Dios, ¡qué cambio tan grande en todo! Humillaciones..., sufrimientos..., desprecios..., mortificaciones y penitencias..., obediencias y sumisiones..., pureza..., castidad..., virginidad..., ¿qué es todo esto mirado a la luz del mundo?... Palabras necias que debían desaparecer...; todo eso es algo indigno..., brutal..., estúpido para el hombre..., deprimente de la dignidad humana.

Pero aplica la luz de la Fe..., míralo con luz sobrenatural, y sólo con ella apreciarás algo del inmenso valor..., de la belleza infinita que tienen todas esas virtudes. Haz lo mismo con las cosas grandes del mundo...: fortuna..., fama..., poder..., mando..., soberbia..., ambición..., regalo y comodidad... y verás lo que es todo esto a la luz de la Fe. Por eso la vida de Fe es la única verdadera..., la única que puede vivir el alma santa.

2.° Ejemplo admirable.
Siendo así, ¿cómo había de faltar esta vida en la Santa de las Santas..., en la Madre de Dios?... María no vivió ni un solo momento la vida de los sentidos..., ni un instante siquiera se rigió por su propio parecer...; hubiera sido una imperfección..., una mancha... y en Ella no podía existir nada de esto. Detente a considerar cómo en María se dan en forma admirable todos los actos principales de la vida de Fe, cuales son:

a) El hacer las cosas todas en presencia de Dios.
b) El purificar la intención en todos nuestros actos, para no obrar sino por Dios y conforme a la voluntad divina.
c) El abandonarse en brazos de Dios, viendo en todas las cosas los planes de la Providencia divina, para nosotros completamente ignorados. Recorre estos puntos y aplícalos, despacio, a la vida de María:
a) Presencia de Dios... ¿Quién la tuvo como Ella?... ¿Es que podía vivir ni un instante sin esa presencia?... ¿No veía sin cesar a su Jesús... y en Él contemplaba a la vez a su Hijo y a su Dios? María vivió siempre bajo la mirada de Dios..., tuvo a Dios por testigo visible de todos sus actos... y nunca tuvo que avergonzarse de haber hecho nada indigno de la mirada de Dios. Un día el Señor dijo a Abraham: «Anda siempre en mi presencia y serás perfecto»... Éste es el resumen breve y magnífico de la vida de María.

b) Pureza de intención... Esto es lo que dice San Pablo: «Ora comáis, ora bebáis..., hacedlo todo a gloria de Dios»..., María no sólo lo hizo todo en presencia de Jesús sino que no vivió más que para Jesús...; no tuvo necesidad de renovar con frecuencia esta pureza de intención, pues ni un momento la perdió...; nada hizo por sí ni para sí...; jamás en sus actos buscó el dar gusto a los hombres..., menos aún a su amor propio...; nunca obró por su gusto o por capricho..., no tuvo en cuenta ni las alabanzas ni las censuras humanas. Vivió como una esclava..., sin libertad y sin voluntad propia...., tratando sola y únicamente de agradar a aquel Señor, en cuyo servicio quería vivir como la última de sus esclavitas...

c) Abandono de Dios. Es consecuencia natural de la vida de Fe. Dios sabe lo que nos conviene mejor que nosotros... Dios nos ama con amor infinito... ¿Por qué, si lo vemos todo así, con ojos de Fe, no confiamos en Él?... ¿Por qué no descansamos en Él y nos abandonamos en sus brazos? Mira este dichosísimo abandono en la Santísima Virgen... Recuerda las pruebas tan duras y tan difíciles de su vida..., el viaje a Belén..., el desprecio de todos..., la huída a Egipto..., la pérdida del Niño..., la Pasión..., la Crucifixión...; jamás vio en todo esto, aunque no lo entendiera..., aunque la hiciera mucho sufrir..., otra cosa que la disposición sapientísima de la Providencia de Dios, que todo lo ordena amorosamente para bien nuestro. Por eso, se la vio con el corazón dolorido y destrozado..., pero jamás desalentada..., desilusionada..., ni cansada..., ni atemorizada por nada...; todo eso, no sirvió más que para arraigar en Ella, el abandono en Dios y para darnos a nosotros este fuerte ejemplo de vida admirable de Fe.

3.° Tu vida de Fe.
¿Es así tu vida? ¿Tú también obras en presencia de Dios?... ¿No haces nada que te avergüence delante de los ojos de Dios? ¿Vives y obras para agradar a Dios?... ¿Sólo a Él y a su gloria buscas en tus actos?... ¿Realmente es el lema de tu vida todo por Dios y para Dios, nada para ti?... En tus dudas..., dificultades..., sufrimientos..., reveses y fracasos..., en tus tentaciones y luchas, ¿te acuerdas de la Providencia de Dios para ver sus divinas disposiciones y acatarlas tranquilamente..., gustosamente..., aunque sea algo que te desagrade..., que te cueste..., que no entiendas ni veas por qué ni para qué sucede así?... Si, pues, quieres ser hijo de María, obra como Ella...; desde la mañana a la noche hazlo todo con Ella..., por Ella..., en Ella y para Ella..., para que así María purifique tu intención y todos tus actos, dirigiéndolos siempre a la mayor gloria de Dios.

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