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18 mayo 2018

María. Mujer prudente en las palabras.


1.° Prudencia en su silencio. Bien merece la pena, aunque ya hemos concretado la prudencia de María en algunos casos de su vida, detenernos a considerar esta misma prudencia en el uso que particularmente hizo de su lengua. ¡Qué prudente fue María en sus palabras!... ¡Qué prudentísima en su silencio! Admirable es la prudencia del que habla con oportunidad y discreción siempre... no lo es menos cuando sabe callar... y a veces, ¡cuánto más difícil es callar, que hablar a tiempo! ¿No es verdad que la mayor parte de tus imprudencias las debes a tu lengua?... ¿Cuántas veces te ha pesado haber dicho lo que dijiste?... ¿Cuántas, si hubieras podido recoger las palabras que pronunciaste, lo hubieras hecho con gran alegría?... Pues mira a María y aprende... Aprende precisamente a callar..., a no decir palabras necias..., aprende a medir lo que dices..., a pensar y darte cuenta de lo que dices..., a no hablar todo lo que te viene a la boca..., a no hablar a tontas y alocas... Tenía delante a Jesús, el Maestro elocuentísimo del silencio..., el que llegó en su Pasión a admirar a Pilatos con la elocuencia divina de su silencio... Y así fue María en esto como en todo, copia exacta de Jesús... ¡Qué reserva la suya tan discreta, en el secreto a Ella confiado sobre el misterio de la Encarnación!... Nadie pudo sospechar nada grande ni insó- lito en Ella. Después de la embajada del ángel, la vieron tan sencilla..., tan modesta..., tan callada como antes... Dios se encarga de revelar su altísima dignidad a Santa Isabel..., a Simeón después..., a la profetisa Ana... Que lo diga y que lo revele Dios cuando quiera y a quien quiera...; pero Ella no descubrirá su altísimo secreto. Ni una sola vez dejó de traslucir de alguna manera en su semblante..., en sus gestos..., en su conducta..., el menor indicio del grande acontecimiento obrado en Ella... ¿Cómo, pues, las gentes lo iban a adivinar?... ¿Cómo extrañarnos de las dudas y vacilaciones del Santo Patriarca, si su esposa callaba... y a nadie, ni aún a él mismo, le comunicó nada? Medita este paso asombroso de María... Ella lo ve todo..., lo comprende todo... San José ve que su esposa virgen va a ser madre, y no lo entiende... La Santísima Virgen penetra en el corazón de San José y es testigo de sus horribles sufrimientos... ¡Qué confusión! ¡Qué desorientación la suya! Ella podía arreglarlo todo con sola una palabra... Su esposo castísimo, la creería sin vacilar... Por otra parte, el ángel no la prohibió de parte de Dios el que lo dijera... No era, pues, en este caso ninguna imprudencia el hablar...; con hablar iba a evitar gravísimos males... Ya San José planeaba el escaparse de aquella casa y abandonar a su esposa a la que no comprendía..., y a pesar de todo, Ella calla..., no se cree autorizada para hablar ni aún entonces... lo piensa bien..., lo medita delante de Dios... y decide seguir callando y dejar a Dios el desarrollo de los acontecimientos como El quisiera. ¡Que silencio más heroico!... ¡Qué maravillosa prudencia la que nos enseña María callando!

2.° En el hablar. No es, sin embargo, prudencia el callar siempre... Lo prudente es saber callar..., y también saber hablar a tiempo. En esto María es otro modelo maravilloso. Si quieres aprender discreción en el hablar, cosa tan difícil, estudia mucho a María. No sólo podemos afirmar, en general, que nunca salió de su boca una sola palabra de la que tuviera que arrepentirse..., sino que, además, podemos confirmar esto mismo, recorriendo las palabras que de Ella nos dejó, como recuerdo y como modelo, la Sagrada Escritura. Son muy pocas, en verdad, pero por lo mismo podemos recordarlas con facilidad.

a) Las primeras son: Con el ángel... Ni siquiera se detiene en largos coloquios con él..., habla lo preciso, pero tampoco calla lo que tiene que decir... ¿Cómo ha de ser esto, sino conozco varón alguno?... Hágase en mí según tu palabra. Ni más, ni menos...; esto y sólo esto... Palabras no de mera curiosidad las primeras, sino de todo punto necesarias para conocer la voluntad de Dios... Palabras de sumisión completa y perfecta a la misma, las segundas, también necesarias para el misterio de la Encarnación. Palabras siempre necesarias, empapadas en pureza..., virginidad..., humildad..., obediencia..., amor a Dios. Estrújalas y verás cómo destilan todo eso... ¡Ah, si fueran así tus palabras!...

b) Con su prima. Palabras de salutación, aunque no sabemos cuáles fueron... Palabras de cortesía que no es precisamente el frío e hipócrita cumplimiento... Palabras, sobre todo, de caridad, como llena de caridad era aquella visita que hacía..., y, por lo mismo, palabras de gozo y alegría en el bien ajeno... ¡Qué distintas son las palabras de la envidia!... Y, en seguida, las palabras más largas de María...

c) Con Dios. Porque la que era tan corta en hablar con los hombres... y aún con los mismos ángeles, parece que no sabe acabar cuando habla con Dios... ¡Qué sublime y divino el Magníficat de María!... Ya en otra ocasión lo has meditado... Recuerda que era el himno de la gratitud... de la glorificación... del amor intenso a Dios. Ésas son siempre las palabras de María...: palabras de caridad con su prima..., palabras de agradecimiento y amor a Dios en su canto...

d) Palabras de Madre: Hijo mío, ¿por qué has hecho eso?... Tu padre y yo te buscábamos con gran dolor... Son palabras de madre... y María era la más madre de todas las madres... y en el dolor más profundo que puede una madre tener, que es la pérdida de su hijo. Era necesario que hablara así..., sino parecería que no era como las demás..., que no amaba ni sentía..., ni sufría como las otras madres. Fueron palabras de intenso cariño maternal..., de queja amorosísima. No es, ni puede ser, imprudencia el ir con nuestros sufrimientos a desahogarnos..., a quejamos ante Jesús... Muy al contrario, esto es muy natural... El corazón necesita expansión..., ¿dónde expansionamos? Mira a María..., no dice nada a los hombres..., se expansiona con su Hijo..., con su Dios. Haz tú lo mismo y verás qué diferencia hay de buscar consuelo en las criaturas a buscarlo en Jesús...

e) Palabras de Madre nuestra: No tienen vino..., haced lo que El os diga. Era necesario que también María revelara, en sus palabras, que era nuestra Madre..., que se ocupaba de nosotros..., que estaba dispuesta a remediar todas nuestras necesidades espirituales y aún materiales. Mí ralo así en estas palabras. Son palabras de amorosa compasión para con los esposos de Caná... y de una confianza y un poder asombroso para con su Hijo... ¡Qué convenientes eran estas palabras de María para excitar en nosotros la confianza en Ella y en Jesús!... Así fueron siempre las palabras de la Virgen... Sólo conocemos éstas que hemos indicado, pero todas las demás debieron ser semejantes…; palabras siempre dichas con modo y medida..., en su debido lugar y tiempo..., buscando únicamente la gloria de Dios y el bien de las almas. Pide a la Santísima Virgen que sea tu maestra en el hablar, para que sepas ser prudente en tus palabras y aprendas la ciencia difícil de saber hablar... y de saber callar cuando se debe.

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