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30 mayo 2018

María. La esclava del Señor.


1.° Respuesta de María.
Represéntate la escena y asiste a ella en espíritu todo lo más cerca posible..., el Ángel ha terminado ya su embajada; ha cumplido su misión y guarda silencio..., espera la respuesta de María.
Mira al universo todo... al mismo Dios, en este momento solemnísimo..., ¡qué espectáculo más emocionante! Acércate a María y suplícala que no retarde la respuesta..., dila que todos los hijos, infelices hijos de Eva, que hemos nacido esclavos del pecado, esperamos su palabra de redención y de gracia..., que el mundo todo y el mismo Cielo, están en suspenso esperando su respuesta. Y, efectivamente, el silencio se rompe... María va a hablar..., el Ángel tiembla de emoción...
María se ha postrado en tierra, y del fondo de su alma han brotado estas sencillas y sublimes palabras: «He aquí la esclava del Señor»... Ahora es el Ángel el que se turba; con todo su entendimiento angélico, no acierta a comprender tanta humildad, tanta santidad.

La Reina de todas las Reinas, la Señora del Cielo y de la tierra, la bendita entre todas las mujeres..., es una esclava..., y Ella lo reconoce, lo cree así, no se avergüenza, no lo oculta. Ella misma, a la faz de todo el mundo lo proclama, y parece tener gran empeño en que sepamos que con toda su grandeza es siempre la esclava del Señor.
Entra en el Corazón del mismo Dios, ¿qué sentiría Dios al ver esta conducta, al escuchar estas palabras?... Si a los humildes y pobres de espíritu llena de sus bienes, ¿qué haría con aquella su esclavita?... Con qué gusto la diría: ¿Tú te haces esclava? Yo te hago Reina... y mandaría a todos los ángeles del Cielo que la adorasen en aquel mismo instante como a tal. Haz tú lo mismo y adora tanta grandeza en tan profunda humildad.

2.° Esclavitud verdadera.
Mas no te detengas en esta esclavitud de palabras. Tú también has dicho a Dios palabras de ofrecimiento, de entrega, de esclavitud a Él, pero, luego... ¿cómo las has cumplido? Mas en María no es así..., dice lo que siente y obra como dice..., por eso añade «hágase en mí según tu palabra». Medita mucho y saborea toda la significación de esta palabra hágase que es la fórmula de la verdadera esclavitud. Soy esclava y por eso no tengo nada, ni puedo querer nada, fuera de Dios. Todo ha de venir del Señor, nada de la esclava. Por tanto, esa palabra supone una renuncia total, completa, perfecta, absoluta de su ser... Ni voluntad, ni libertad, ni querer nada, sino sólo lo que Dios quiera y disponga... ¡Qué esclavitud! Pero aún más, esa esclavitud no se ha de detener ni aún ante el sacrificio por muy grande y doloroso que sea.

María, en este paso, obra conscientemente, esto es, dándose perfecta cuenta del paso que va a dar..., obra sin precipitación..., piensa, discurre, objeta al ángel, pone sus razones y sus soluciones, etc..., luego señal clara de que obra con todo conocimiento de causa; por tanto, conoce ya desde ahora todo lo que ha de sufrir, si ha de ser Madre de Dios..., sabe que la aguardan tormentos que la harán la reina de los mártires..., que será un verdadero mar de amarguras, y, no obstante..., sabe que es esa la voluntad de Dios y le basta. Hasta que conoce claramente lo que Dios quiere, pone reparos, pero cuando ya sabe el deseo de Dios, no tiene más que una palabra: Hágase. Recuerda las palabras de Cristo en su Pasión, también dice «hágase tu voluntad y no la mía». ¿No es lo mismo que el «hágase» de la Virgen?... ¡Qué coincidencia entre el Hijo y la Madre!

Esta es la esclavitud, esta es la santidad, esta es la única solución que puedes encontrar a tu amor propio. ¿Eres tú así? ¿También tienes tú el hágase práctico, sobre todo cuando el amor propio se rebela? Pide a María que la imites en el cumplimiento de esta palabra.

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