Buscar en este blog

17 julio 2016

Ángelus del Papa Francisco. Domingo XVI del Tiempo Ordinario.


La hospitalidad aparece verdaderamente como una virtud humana y cristiana, una virtud que en el mundo de hoy está en riesgo de ser descuidados.
Se multiplican los hogares de ancianos, pero no siempre en estos ambientes se practica una verdadera hospitalidad. De hecho, se da vida a varias instituciones que proveen a muchas formas de enfermedad, de soledad, de marginación, pero disminuyen la probabilidad para quien es extranjero, marginado, excluido de encontrar cualquier puesto disponible y escucharlo.

Denunció que esto suceda en la propia casa, entre los propios familiares que buscan encontrar más fácilmente servicios y cuidados diversos antes que escucha y acogida.
Ambas ofrecen acogida al Señor, pero lo hacen de modo diverso. María se sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra, en su lugar, Marta está afanada en preparar cosas.
En su afanarse y darse a hacer Marta se arriesga a olvidar lo más importante, es decir, la presencia del invitado, de Jesús.
El invitado no va simplemente servido, nutrido, acogido sino que necesita “sobre todo que sea escuchado, acogido como persona, con su historia, con su corazón rico de sentimientos y pensamientos, para que así puede sentirse realmente en familia”.

Pido que no olvidéis que “también en la casa de Marta y María, Jesús, antes de ser Señor y Maestro, es peregrino e invitado”. Y por eso Jesús le dice “Marta, Marta, ¿por qué te preocupas y te agitas por muchas cosas que hacer por el invitado hasta olvidar su presencia?”.

En definitiva, “para acogerlo no son necesarias muchas cosas” sino solo una: “escucharlo, demostrarle una actitud de hermano, de modo que parezca que esté en familia y no en un refugio temporal”.

(Vaticano, 17-7-2016)

No hay comentarios:

Publicar un comentario