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22 mayo 2016

Reflexión en la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Con la fiesta del envío del Espíritu Santo el domingo pasado culminaba el tiempo Pascual. Ya tenemos la fuerza que Dios nos ha regala gratuitamente para poder dar testimonio con nuestra vida. Dios no es distante, no se desentiende. Dios es comunidad de amor.

Para entender esto, basta con mirar la imagen de la Santísima Trinidad. Como dice el Papa Francisco, “No es el producto de razonamientos humanos, es el rostro con el que Dios se ha revelado a sí mismo, no desde lo alto de un trono, sino caminando con la humanidad.”
Una persona que ama a los demás por la alegría misma de amar es reflejo de la Santísima Trinidad. El amor verdadero es ilimitado, pero sabe limitarse para salir al encuentro del otro, para ser libre y respetar la libertad del otro.
Acojamos esta solemnidad con gratitud y confianza.

En la lectura de los Proverbios, narra como Dios creó el mundo y como es el. Israel entiende a Dios como Sabiduría, y convierte la sabiduría de Dios en una “persona” que está con Él desde el principio de los tiempos. De este modo, la sabiduría es parte de la naturaleza misma de Dios. La sabiduría no se origina en nosotros, sino, más bien, se nos revela; caminar en nuestra propia luz, es caminar en oscuridad. Al seguir a Jesús y entrar en su camino, seremos alumbrados con la luz y la sabiduría verdadera.

En la lectura de la carta a los Romanos, nos deja claro, que el amor de Dios está en nuestros corazones, por la gracia obtenida por el Espíritu Santo en Pentecostés. Es una lectura muy Trinitaria, ya que expresa el amor de Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha sido regalado por el Espíritu Santo. Hemos sido salvados por la redención que tenemos en Cristo. Esta redención fue comprada con gran precio en la cruz. Nos libra de la culpa del pecado. La cuestión del pecado ya ha sido arreglada. El amor del Padre, es un torrente irresistible, que se desborda y se derrama por nosotros danos vida, y vida en abundancia.

En el Evangelio de Juan, nos recuerda la venida del Espíritu Santo como continuador de la obra maravillosa de Jesús. Jesús nos muestra quién es el Padre, y quién es el Espíritu. Aprendamos a ver todo desde Dios, con los ojos de Dios. Es cuestión de ser dóciles al Espíritu Santo, al Espíritu de la verdad. Él nos llevará hasta la verdad plena y nos ayudará a ver los signos de los tiempos, a comprender los acontecimientos de nuestra vida… No nos dejemos llevar por la pereza o el miedo. Tenemos a Cristo, y nos ha hecho Hijos de Dios y nos ha regalado la fuerza del Espíritu, seamos conscientes del tesoro que tenemos en nuestras manos. Seamos agradecidos por el Don gratuito.

El Misterio de la Trinidad es el misterio central de la vida Cristiana. Nos muestra a un Dios que es familia, que somos sus hijos. Un Dios amor que nos hace partícipe de las tres divinas personas. Que Dios es comunión; Él nos reúne en torno a la Mesa, se nos hace único alimento que nos da la verdadera Vida. Un alimento Trinitarios donde brota el amor y se nos revela en el amor. Un amor que se convierte en servicio con y para los demás. Jesús, es el mejor comunicador de la Trinidad.
Que María, madre de la Trinidad, nos ayude a ser partícipe de esa comunión, que es reflejo auténtico de AMOR.
Acojamos con gozo un recuerdo este domingo por tantos religiosos y religiosas que son contemplativos. Para que la Santísima Trinidad les vaya iluminando en la oración, fortaleciendo en su misión, y siendo comunión con nosotros a través de la oración constante.

¡Bendita sea, ahora y por siempre, y por todos los siglos, la Santa y Única Trinidad, que ha creado y gobierna todas las cosas!
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-la-solemnidad-la-santisima-trinidad-fray-jose-borja/

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