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22 marzo 2017

Tener gestos de cercanía con las personas sin hogar.


La historia, que se encuentra desde hace años, tiene como protagonistas a San Juan Pablo II y a un mendigo que vivía en la ciudad de Roma.

En el Vaticano es famosa la historia de una persona sin hogar, de origen polaco, que normalmente se quedaba en la Plaza del Risorgimento de Roma. No hablaba con nadie, ni siquiera con los voluntarios de la Cáritas que le llevaban un plato caliente por la tarde. Solamente después de un largo tiempo lograron hacer que les contara su historia: ‘Soy un sacerdote, conozco bien a su Papa, hemos estudiado juntos en el seminario’. Los rumores llegaron a San Juan Pablo II, que escuchó el nombre, confirmó que había estado con él en el seminario y quiso reunirse con él. Se abrazaron, después de cuarenta años, y al final de una audiencia el Papa pidió que lo confesara. Después de la confesión, el sacerdote le dijo al Papa: ‘Ahora te toca a ti’. Y el compañero de seminario fue confesado por el Papa”.

Gracias al gesto de un voluntario, de un plato caliente, de algunas palabras de consuelo, de una mirada de bondad, esta persona pudo volver a levantarse y emprender una vida normal que lo llevó a convertirse en capellán de un hospital. El Papa lo ayudó, claro, es un ‘milagro’, pero es también un ejemplo para decir que las personas sin hogar tienen una gran dignidad.


(Papa Francisco. En una entrevista. 20-3-2017)

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