... Tantas veces nos confundimos y equivocamos sobre eso…
¿Qué agua es la que, de verdad, sacia la sed y qué alimento es el que, de verdad nos da la fuerza?
¿De qué pozo podemos extraer esa agua y dónde podemos adquirir ese pan?
La samaritana pensaba que era el pozo donde ella iba cada día, y se equivocaba;
los discípulos pensaban que era el pan que habían comprado en el pueblo y también se equivocaban.
A lo largo de todo el Evangelio, y en la Eucaristía de cada día y de todos los días, Jesús se nos manifiesta y se nos entrega como alimento de vida, como pan de vida y como bebida de salvación.
Se trata, pues, de comulgar, de entrar en comunión con él. Y el comienzo de esa comunión, la base, es la comunicación, el encentro personal. Muchas más veces de las que pensamos, él se nos acerca, y nos espera en el lugar donde nosotros vamos a ir. Se hace el encontradizo y el necesitado.
¿Somos capaces de pararnos y escuchar?
No importa mucho lo que digamos; lo que importa de verdad es que escuchemos.
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