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01 marzo 2017

Reflexión Miércoles de Ceniza.


Con el miércoles llamado de ceniza, la Iglesia da comienzo al Tiempo de Cuaresma.
Este tiempo, comienza alrededor del siglo III, cuando en Egipto se promulgó el tiempo del ayuno para conmemorar los cuarenta días que estuvo el Señor en el desierto.
Esto conlleva, prepararnos más íntimamente para celebrar pasados los cuarenta días, la pasión muerte y resurrección del Señor.

En la celebración del miércoles de ceniza, se nos impondrá la ceniza en nuestras cabezas mientras el sacerdote nos dice: “Conviértete y cree en el Evangelio” o también “En polvo eres y en polvo de convertirás.
En el Antiguo Testamento, ya se venía celebrando el rito de la ceniza, cuando se cubrían entero la cabeza, señal de penitencia, de duelo. Era un gesto exterior acompañado de un cambio interior de la persona.

Que esta Santa Cuaresma no nos limitemos a grandes gestos externos (para que las personas nos vean que estamos haciendo “sacrificios”) sino, que la conversión y el cambio sea radical desde nuestro interior, de nuestro corazón. Oración, penitencia y ayudo (no sólo obtenerse de comer alimentos, sino de otras muchas cosas que nos tienen atados).

En la Primera Lectura de la Profecía de Joel, vemos como está cargada de rituales. Un pueblo que vive una situación “inapropiada”, que ha sido infiel a Yahvé, necesita un cambio radical. Empiezan un ritual de llantos y luto, para que se asemeje a un tiempo penitencial. La idea no es cambiar a Dios, es que el pueblo se de cuenta que el camino que andan no es el correcto. Ellos necesitan un cambio para que corrijan el error. Al cambiar de actitud, vuelve a tener una oportunidad, porque Dios perdona y es misericordioso.

En la Segunda Lectura de la Carta de Pablo a los Corintios, es una de las más bonitas. En ella se expresa como la reconciliación de Dios con el hombre y con la mujer ya ha tenido lugar. No es una reconciliación futura. No es una reconciliación de “si nos portamos bien, tendremos el premio al final…” no. Este premio de la reconciliación ya se nos ha dado por medio de Cristo. Otra cosa es que nosotros elijamos ser cada día mejores  o hacer lo que queremos en cada momento… Pero el perdón y la salvación ya la tenemos. De nosotros depende (como dije antes) escoger ese camino, o escoger otro. Dios perdona todo, pero respeta nuestra libertad.

En el Evangelio de Mateo, nos narra una de las cosas que solemos caer bastantes veces: practicar para que las personas nos vean, dar limosna y contarlo, rezar y que nos miren que estamos muy “místicos” y a veces nos falta una campana e ir tocándola para que el resto se entere que actos estamos haciendo… Esto es lo que Jesús nos viene a decir hoy: CUIDADO.
Eso que les gustan los primeros puestos, los que cuentan si dan limosna o encienden muchas luces para que vean que están rezando: Cuidado. Algo falla.
Como hemos visto en la primera lectura, el pueblo de Israel hacía muchos actos rituales cara al exterior, y esto mismo en el Evangelio dice Jesús que no. Que no tenemos que hacer las cosas para que nos vean. Seguir a Jesús, es ir en silencio por la vida, pero actuando coherentemente con el Evangelio. Lo importante es ir cambiando nosotros mismos, ir haciendo una conversión radical de nuestras actitudes y personas, lo que piensen los demás, da igual. Lo importante es que Dios nos ve en lo escondido y el nos premiará.
Por eso, este tiempo de cuaresma debe ser en nosotros, los cristianos un tiempo de hacer preguntas y cuestionar a las personas, no porque seamos “cara a la galería” los más piadosos y nos vean que estamos sacrificándonos, sino, que a pesar de nuestros sacrificios personales, de nuestra oración íntima con el Señor y nuestro esfuerzo por ser mejores cada día, estamos siendo reflejo de Dios en nuestro mundo. “El que quiera ser el primero, que sea vuestro servidor” dice el Señor.

Le pedimos a la Virgen María, Madre del Buen Consejo, que interceda por nosotros para que nos ayude a integrar esta Santa Cuaresma en nuestro día a día. Que nos desprendamos de cosas para fortalecer nuestra voluntad y así tengamos más tiempo de encuentro con su Hijo Jesús en la oración, la Reconciliación y la Eucaristía. Con esa fuerza, podamos servir mejor y más a los más necesitados.

Es un buen momento para que lo dediquemos a esas personas que están a nuestro alrededor pasándolo mal y que muchas veces pasamos de largos, como si con nosotros no fuera.

Buen comienzo privado y comunitario de Cuaresma.
Que así sea.

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