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28 marzo 2017

La alegría es una condición indispensable para evangelizar.


La evangelización no siempre es sinónimo de ‘pescar peces’. Dar testimonio… pero luego es el Señor el que pesca, dónde, cómo, cuándo, no lo sabemos, pero esto es muy importante.
También partir de eso: que nosotros somos instrumentos, instrumentos inútiles.

Evangelizar es una alegría. Decía el gran Pablo VI en el más grande documento pastoral post conciliar que todavía hoy tiene actualidad: la alegría de la Iglesia es este evangelizar y nosotros tenemos que pedir la gracia de no perderla.

Un evangelizador triste es uno que no está convencido de que Jesús es alegría, que Jesús te lleva alegría y que cuando te llama te cambia la vida y te da alegría, te envía en alegría, en la cruz, pero en alegría para evangelizar.

Os aseguro que se trata de un “desafío”.
No debemos temer los desafíos que existen porque son signo de una fe viva, de una comunidad viva que busca a su Señor y tiene los ojos y el corazón abiertos. No debemos tener temor ni lamentarnos, los desafíos se deben tomar por los cuernos, hace bien que haya desafíos, porque hacen crecer.

Los desafíos nos ayudan a hacer que nuestra fe no sea ideológica.
Las ideologías germinan y crecen cuando un cree tener la fe completa, ahí viene la ideología, y añadió que “nos salvan de un pensamiento cerrado y definitivo y nos abren a una comprensión más amplia.
Recuerdo que la sociedad actual es “multiforme” y que la Iglesia tiene mucho que enseñarnos y ayudarnos para una cultura de la diversidad.

Discernimiento.

En la cultura de la abundancia a la cual estamos sometidos, la diversidad ofrece un horizonte de muchas posibilidades, presentándoles a todas como válidas y buenas.
Nuestros jóvenes son expuestos a un ‘zapping’ continuo.
Pueden navegar en dos o tres pantallas abiertas al mismo tiempo, pueden interactuar al mismo tiempo en varios escenarios virtuales.

Por ello, es bueno enseñarles a discernir, porque tenemos los instrumentos y los elementos que les ayuden a recorrer el camino de la vida sin que se extinga el Espíritu Santo que está en ellos.

Diaconado permanente y periferias existenciales.

El diácono no puede ser una especie de “intermediario entre los fieles y los pastores".
El diaconado es una vocación específica, una vocación familiar que reclama el servicio como uno de los dones característicos del pueblo de Dios.

En definitiva, es el custodio del servicio en la Iglesia, el servicio en la Palabra, el servicio en el Altar, el servicio a los Pobres. No sois medio sacerdotes ni medio laicos –esto sería ‘funcionalizar’ el diaconado–, sino que sois sacramento del servicio a Dios y a los hermanos.

Peligro de la “resignación.

Cada vez que pensamos o constatamos que somos pocos, o en muchos casos ancianos, que experimentamos el peso, la fragilidad más que el esplendor, nuestro espíritu comienza a ser corroído por la resignación. Y la resignación conduce después a la pereza.

Por eso, hace bien a todos nosotros revisitar los orígenes, una memoria que nos salva de cualquier imaginación gloriosa pero irreal del pasado.

Durante muchos años hemos creído, y hemos crecido, con la idea de que las familias religiosas deben ocupar espacios más que iniciar procesos.

Pido que pongáis atención porque a veces “cuando caemos en la resignación nos alejamos de la misericordia”. Comienza a pesar el dinero que tenemos en el banco, ¿y la pobreza entonces dónde está?. “El Señor es bueno y cuando una congregación religiosa no va por el camino del voto de pobreza le envía un ecónomo o una ecónoma dura que hace que se desmorone todo, y esto es una gracia.

No tengáis miedo a ser una “minoría” y no osaría deciros a cuáles periferias existenciales debe dirigirse la misión, porque normalmente el Espíritu ha inspirado los carismas para las periferias, para ir a los lugares, en dónde suelen estar los abandonados.


(Papa Francisco en Milán. 25-3-2017)

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