El domingo pasado, las lecturas nos invitaban a ir al pozo del encuentro con Jesús, como hizo la Samaritana. Revisar nuestra vida, nuestros compromisos y nuestra fidelidad es uno de los pilares en los que se sostiene el tiempo de cuaresma. Salir de nuestras comodidades y dejarnos empapar por el Agua Viva. Sentir la necesidad de la sed espiritual, es ir a buscar a Jesús, y ver como él nos está esperando con los brazos abiertos.
En este IV Domingo del Tiempo de Cuaresma, veremos como Jesús cura nuestra ceguera. Él nos da la oportunidad de que veamos lo realmente importante. A veces podremos estar anestesiado en nuestras comodidades, inmersos en nuestras obligaciones, pero, Jesús es la Luz que nos ilumina, el camino que debemos recorrer y la verdad que debemos decir. Sale a nuestro encuentro para ayudarnos y acogernos de nuevo; Por eso, la cuaresma debe ser un retorno hacia la verdadera fuente que nos abre los ojos.
Este domingo lo llamamos el “Domingo de Laetare” es decir, el “Domingo de la Alegría.
Ya queda sólo un domingo más para que iniciemos la Semana Santa con el domingo de Ramos. Acompañar a Jesús hacia el “Gólgota”, es saber identificarse con Él en los momentos buenos y malos. Que nos preparemos de corazón para recibir esta gracia que culminará en la alegría Pascual.
En la Primera Lectura del Primer Libro de Samuel, nos relata como David es un ungido y elegido Rey por Samuel. David y Samuel, dos figuras en los que han realizados grandes proezas, pero, proceden de familias humildes y sencillas. David era el pequeño de los hermanos y apenas en ese tiempo contaban los hermanos pequeños. Dios elige a los más pequeños, a los sencillos, a lo insignificante para realizar un plan. Esto pasaba también con Israel y el “Dios de Israel” que escogían a los últimos de la sociedad, no porque no valiesen nada, al revés, porque al ser humildes, no dejaban de lado a Dios.
En la Segunda Lectura de la Carta de Pablo a los Efesios, nos exhorta a que busquemos en todo lo momento la Luz. Se nos plantea un comportamiento ético que debe caracterizar a la asamblea. ¿De qué sirve predicar una cosa, si después andamos en tinieblas y en la incoherencia? En el Judaísmo Luz y Tinieblas eran imágenes, símbolos dualistas que solían utilizar bastante. Por eso, Pablo, quería que fueran imitadores de Dios, que no haya discriminación (aunque en este tiempo si lo había) de procedencia, de clases sociales… Que al vivir, se viva con amor, en la luz y en la coherencia de ser seguidores de Cristo.
En el Evangelio de Juan, nos narra con exactitud la curación del ciego de nacimiento. La hicieron tan suya, que parece que estaba aconteciendo en el mismo momento y lo estaban escribiendo con todo detalle. En aquel tiempo, tener una enfermedad creían que era consecuencia del pecado cometido por el o por los familiares. Jesús, rompe el esquema cuando se pone delante del ciego y no le dice si pecó el o sus padres, sino, que en esa persona ciega, se va hacer presente Dios y verá la verdadera Luz. Por otro lado, el Evangelio, nos dice que la curación se hace en sábado. El sábado, un día sagrado, y que no se puede hacer nada. Es un día reservado a Dios. Pero, Jesús, vuelve de nuevo a poner al hombre por encima la ley. No por cumplir la ley estrictamente se van a salvar. Primero está la ayuda al hermano y después vendrá la ley. Poner al hombre enfermo como lo hace Jesús, dejar a un lado los prejuicios, los juicios y la ley injusta, es saber amar de verdad al necesitado. Un mundo, donde andamos más fácilmente por la tiniebla que en la luz, es sacar fuerza y nadar contracorriente. La vida es un don, que está por encima de cualquier precepto. Ayudar al que lo necesita, está antes que cumplir cualquier dogma; Jesús este domingo, quiere romper todo juicio y nos dice que la persona es sagrada, porque habita Dios. ¡Dejemos que Dios abra nuestros ojos y nos muestre la verdadera luz que ilumina nuestra vida!.
Que la Virgen María en la advocación de la Cabeza, interceda por cada uno de nosotros ante su Hijo Jesús, y nos conceda humildad de corazón para que nos dejemos abrir los ojos y pasemos de nuestra propia oscuridad, a la Luz de Cristo. Dejemos a un lado las normas, los preceptos y títulos y procuremos ver a los demás como hermanos y así seremos verdaderos seguidores de Cristo. Veremos como si cada uno encendemos nuestra propia luz, el mundo iluminará de otro modo.
También le pedimos a la Virgen de la Cabeza, en este Año Vocacional Trinitario, que proteja con su manto maternal a todos los religiosos y a la familia trinitaria y suscite a su Hijo, que nos envíe vocaciones fieles y santas.
Que así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario