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14 febrero 2016

La Orden Trinitaria celebramos a nuestro Santo Reformador: San Juan Bautista de la Concepción.


Juan García Rico nace en Almodóvar del Campo, provincia de Ciudad Real, el 10 de julio de 1561. Desde muy pequeño aprendió de sus padres los valores de la humildad y el trabajo. Una visita inesperada a su casa cambió sus sueños. Cuando tenía trece años su familia tuvo que acoger a una monja carmelita que por entonces andaba fundando conventos para reformar la Orden del Carmelo, se llamaba Teresa de Jesús. Cuando la santa se despedía de la madre de Juan le dijo: "Usted, patrona, tiene aquí un hijo que ha de ser un muy gran santo, patrón de muchas almas y reformador de una cosa grandísima que se verá".

Entonces se puso a buscar lo que Dios quería de él: primero estudiando con los Carmelitas Descalzos de su pueblo, después teología en Baeza y Toledo. Es en Toledo donde conoce a los trinitarios y en 1580 comienza el noviciado, es decir, su preparación para ser religioso trinitario. Estudió después en Toledo y el Alcalá de Henares. Una vez sacerdote se hizo enseguida famoso por su forma de predicar, así que se lo rifaban en los conventos de la Orden para que fuera allí como predicador.

Precisamente es en una de estas predicaciones, en Sevilla, cuando recibe de Dios una inspiración para que se dedique a ser trinitario "de verdad". No es que no lo fuera hasta entonces, pero le parecía a él que vivía demasiado "relajado", con poco espíritu de cambio. Así que se apuntó a ir a Valdepeñas, donde se había abierto una casa trinitaria para los que quisieran vivir con ese espíritu de cambio.

Pronto se dio cuenta que aquello era casi un teatro, en realidad nadie quería cambiar, sólo descansar un poco. Juan, ni corto ni perezoso, se embarcó a Roma y allí pidió al papa que le diera un documento para que la casa de Valdepeñas, y otras que se apuntaran o abrieran nuevas, fuesen de verdad para quienes querían ser trinitarios al estilo auténtico de San Juan de Mata. El papa le dio ese documento el 20 de agosto de 1599.

A partir de ese momento va fundando casas trinitarias "reformadas" y cada vez eran más los jóvenes que se apuntaban al estilo sencillo de aquel manchego, que había cambiado su nombre por Juan Bautista de la Concepción, como símbolo de lo que quería también por dentro. Eligió una cruz roja y azul con los brazos rectos, símbolo de austeridad y sencillez.

Siguen las fundaciones por varias ciudades… El 14 de febrero de 1613 moría en la casa de Córdoba. Había sufrido mucho, pero había amado más. Muchos otros seguirían su camino, hasta el día de hoy. Sus restos se veneran en la iglesia de los trinitarios de Córdoba.

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