En sus visitas a los hospitales y cárceles, Mariana percibe lo importante que es la experiencia de un hogar, al que tengan acceso a la cultura y que aprendan un oficio. Se afana sin descanso por hacer que en todas las casas de la Congregación se cuiden estos tres aspectos.
Mariana tiene un trato muy especial con ellas es sensible, cercana, acogedora y muy humana. Como conuco bien la situación de las jóvenes, sabe tratarlas de manera adecuadas comprende y las alienta desde la necesidad de cada una. Es la pedagogía del amor, que Mariana había experimentado en su propia vida, y aprendido junto al padre Méndez.
Se encuentra con Cristo en el rostro de las jóvenes necesitadas, sufre con ellas cuando son marginadas y humilladas por la sociedad de su tiempo. Siente que el sentido de su vida está en dedicarla por entero y para siempre a la búsqueda, acogida y cuidado de estas jóvenes. En sintonía con su sufrimiento y necesidades, crece en su relación con Dios y con el misterio de la salvación, que se nos ha manifestado en la Redención de Cristo.Los primeros años de la fundación se viven con la sensación de que Dios mismo está al frente de la misma.Tan solo un año después de inaugurar la primera casa, Mariana escribe en su diario:
Mariana tiene un trato muy especial con ellas es sensible, cercana, acogedora y muy humana. Como conuco bien la situación de las jóvenes, sabe tratarlas de manera adecuadas comprende y las alienta desde la necesidad de cada una. Es la pedagogía del amor, que Mariana había experimentado en su propia vida, y aprendido junto al padre Méndez.
Se encuentra con Cristo en el rostro de las jóvenes necesitadas, sufre con ellas cuando son marginadas y humilladas por la sociedad de su tiempo. Siente que el sentido de su vida está en dedicarla por entero y para siempre a la búsqueda, acogida y cuidado de estas jóvenes. En sintonía con su sufrimiento y necesidades, crece en su relación con Dios y con el misterio de la salvación, que se nos ha manifestado en la Redención de Cristo.Los primeros años de la fundación se viven con la sensación de que Dios mismo está al frente de la misma.Tan solo un año después de inaugurar la primera casa, Mariana escribe en su diario:
“Señor, te ofrecimos nuestras vidas para que hicieras con ellas un hogar en el que pudieran refugiarse miles de almas que no tenían donde protegerse; un hogar que hiciera presente en el mundo las delicias del banquete del Reino, para que se pudieran acercar a Ti quienes no te conocen. Un año ha pasado ¿Y cómo podemos resumir lo que ha sucedido? Con prodigio tras prodigio has llevado tu plan adelante ¿cómo puedo agradecértelo?”.
Madre Mariana dirigió y animó el Instituto con gran prudencia y discreción, con amor y dedicación a las Hermanas y jóvenes. Amó entrañablemente a todas las personas, comprendiendo a los de corazón duro y rezando para que encontraran la luz que les liberara. Tenía una especial sensibilidad por la unidad de todas las personas, y predicaba la comunión de todos con sus palabras y con su vida.
"DESDE QUE APRENDÍ DIOS MÍO A DECIRTE SIEMPRE SÍ, YA NO HAY LUCHAS EN MI VIDA, YA NO HAY PENAS PARA MÍ" (Madre Mariana)
Lo dejó todo por Aquel que amó más que a todo.
Y su amor llegó sobreabundante a los humildes, sobre todo a quienes no habían tenido las oportunidades que en la vida todos se merecen. Amó a las chicas con verdadero amor de madre y luchó sin descanso porque fueran libres.
Trabajó hasta el final por su querido Instituto, extendiendo el carisma trinitario por donde iba, prolongando su pasión por Dios y por la humanidad pobre y desamparada, animando a las hermanas, ayudando al padre Méndez, transmitiendo esperanza, comunicando alegría hasta el último momento.
Fallece el día 15 de marzo de 1933, con plena lucidez, con paz y serenidad de espíritu, como había vivido, y con la mirada fija en el cuadro de La Virgen del Buen Consejo que tenía frente a su cama.
Mariana, profundamente arraigada en su propio tiempo, sigue a Cristo vivo, que es el mismo ayer, hoy y siempre, y lo anuncia con su vida como respuesta definitiva para la humanidad, sea cual sea su condición, y en cualquier situación que se encuentre.
Ella responde de un modo muy especial a las necesidades de los jóvenes, y sobre todo a la necesidad de penetrar en sus realidades cotidianas y vivirlas repletas de sentido.
Y en todo ello a la necesidad de ser iluminada por la palabra de Dios, de ser curados, convertidos, llevados al camino del bien, a la necesidad que tienen de salvación.
Trabajó hasta el final por su querido Instituto, extendiendo el carisma trinitario por donde iba, prolongando su pasión por Dios y por la humanidad pobre y desamparada, animando a las hermanas, ayudando al padre Méndez, transmitiendo esperanza, comunicando alegría hasta el último momento.
Fallece el día 15 de marzo de 1933, con plena lucidez, con paz y serenidad de espíritu, como había vivido, y con la mirada fija en el cuadro de La Virgen del Buen Consejo que tenía frente a su cama.
Mariana, profundamente arraigada en su propio tiempo, sigue a Cristo vivo, que es el mismo ayer, hoy y siempre, y lo anuncia con su vida como respuesta definitiva para la humanidad, sea cual sea su condición, y en cualquier situación que se encuentre.
Ella responde de un modo muy especial a las necesidades de los jóvenes, y sobre todo a la necesidad de penetrar en sus realidades cotidianas y vivirlas repletas de sentido.
Y en todo ello a la necesidad de ser iluminada por la palabra de Dios, de ser curados, convertidos, llevados al camino del bien, a la necesidad que tienen de salvación.
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