El Papa Francisco nos dice...
Un religioso nunca debe renunciar a la profecía. Pero no profetas de desventuras, sino profetas que saben revestirse de Jesucristo y que saben, igualmente, portar las armas de la luz permaneciendo humildes al tiempo que diligentes, despiertos y vigilantes.
¿Qué significa que los consagrados acentúan en su particular seguimiento del Señor la dimensión profética hasta ser profetas del amor de Dios, y que la misma vida consagrada es profecía de la misericordia?
El papa Francisco, en la carta apostólica que dirigió a todos los consagrados el pasado 30 de noviembre de 2015, explica las características esenciales del verdadero profeta en relación con los consagrados: «El profeta recibe de Dios la capacidad de observar la historia en la que vive y de interpretar los acontecimientos: es como un centinela que vigila por la noche y sabe cuándo llega el alba.
Conoce a Dios y conoce a los hombres y mujeres, sus hermanos y hermanas. Es capaz de discernir, y también de denunciar el mal del pecado y las injusticias, porque es libre; no debe rendir cuentas a más amos que a Dios; no tiene otros intereses sino los de Dios. El profeta está generalmente de parte de los pobres y los indefensos, porque sabe que Dios mismo está de su parte.
Oremos:
Oh, Señor: mira con ojos de misericordia a quienes un día llamaste para seguirte dejándolo todo por ti. Renueva hoy en sus vidas la llama del amor primero y acoge la acción de gracias que te han dirigido asociándola a esta eucaristía. Ayúdales a ser fieles al Evangelio. Que sean profetas de misericordia para este mundo necesitado de tu amor; que sean testigos creíbles y evangelizadores incansables en la comunión de la Iglesia. Te lo pedimos en el Nombre de Jesús, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
¿Qué significa que los consagrados acentúan en su particular seguimiento del Señor la dimensión profética hasta ser profetas del amor de Dios, y que la misma vida consagrada es profecía de la misericordia?
El papa Francisco, en la carta apostólica que dirigió a todos los consagrados el pasado 30 de noviembre de 2015, explica las características esenciales del verdadero profeta en relación con los consagrados: «El profeta recibe de Dios la capacidad de observar la historia en la que vive y de interpretar los acontecimientos: es como un centinela que vigila por la noche y sabe cuándo llega el alba.
Conoce a Dios y conoce a los hombres y mujeres, sus hermanos y hermanas. Es capaz de discernir, y también de denunciar el mal del pecado y las injusticias, porque es libre; no debe rendir cuentas a más amos que a Dios; no tiene otros intereses sino los de Dios. El profeta está generalmente de parte de los pobres y los indefensos, porque sabe que Dios mismo está de su parte.
Oremos:
Oh, Señor: mira con ojos de misericordia a quienes un día llamaste para seguirte dejándolo todo por ti. Renueva hoy en sus vidas la llama del amor primero y acoge la acción de gracias que te han dirigido asociándola a esta eucaristía. Ayúdales a ser fieles al Evangelio. Que sean profetas de misericordia para este mundo necesitado de tu amor; que sean testigos creíbles y evangelizadores incansables en la comunión de la Iglesia. Te lo pedimos en el Nombre de Jesús, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
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