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10 febrero 2016

La cuaresma, nuestro propio pozo donde encontrarnos con Jesús.


El Santo Padre en el mensaje para la cuaresma, nos decía que la “misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia”.
La Iglesia empieza la cuaresma con un gran gesto cargado de simbolismo misericordioso. Se nos señalará con ceniza en la frente con una Cruz. Gesto de perdón, de reconciliación.
Cuaresma, tiempo de esperanza, de cambio, de encuentro con Dios y con los hermanos.
Un tiempo que nos llevará a la Cruz, al dolor, al desánimo… Pero no se queda ahí; acaba con la victoria de la Resurrección.

Se me viene a la cabeza un pasaje que para el inicio de la cuaresma nos puede venir bien, y que refleja una gran misericordia y un gran cambio. Hablo del Evangelio de la Samaritana.
Jesús va intencionadamente al pozo. Un sitio en el que nadie quería ir, un sitio más bien marginado, un sitio impuro… Pero no se deja condicionar por el lugar… Jesús sale al encuentro, busca y se preocupa de la persona sin importarle su raza, color o religión…
Hace que la mujer sea protagonista cuando le dice, “dame de beber”.
Jesús poco a poco le va demostrando a la samaritana que no se queda en algo material, sino que quiere adentrarse en algo mayor. Quiere que se de cuenta de con quien habla, que reconozca su verdad.
La mujer sigue cegada en lo material, en la desconfianza y en lo superficial. Pero es ella la que le pide de beber del agua que le colmará la sed para siempre.
En el transcurso del dialogo, Jesús va descubriendo cual es la sed verdadera de la persona, y de ahí que la persona reconozca en el la verdad y un nuevo camino donde Jesús revela al Padre.

Hagamos de esta cuaresma nuestro propio pozo. Dejemos que Jesús nos de a beber del agua viva. Abramos nuestro corazón para encontrarnos con Dios y acojámoslo como verdadero rostro del Padre Misericordioso.
Reconozcamos nuestro pasado como hizo la samaritana, que a pesar de su superficialidad y su desconfianza en Jesús, se dejó empapar y encontrar por Él.

Que María madre de la Misericordia nos ayude a quitarnos esos miedos y esas desconfianzas que muchas veces nos apartan de su Hijo Jesús, y hacen que no lo reconozcamos como camino, verdad y vida.

Más es:
http://www.revistaecclesia.com/la-cuaresma-nuestro-propio-pozo-donde-encontrarnos-con-jesus/

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