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05 noviembre 2013

Si no es para vivir más, no vale la pena liberarse.


Libres para sacarle todo su jugo, todas sus posibilidades a una vida que es el don más directo de Dios que tenemos. Libres para comprender que estamos en armonía con toda la vida que hay a nuestro alrededor. Libres para ser conscientes en todo momento (no solo de vez en cuando, no solo los fines de semana) de que estamos vivos , espléndidamente vivos. Vivos como Dios, que es la vida misma. Si no es para vivir más, no vale la pena liberarse.

Libres para comprender que vivimos tanto más cuanto menos muerte sembramos o permitimos a nuestro alrededor, cuanto más colaboramos a que crezca la vida a la que tan radicalmente pertenecemos. Porque, como enseñaba Jesús con su ejemplo, uno no puede ser feliz, no puede vivir, si permite que haya enfermedad o muerte (demonios) a su alrededor. Y eso no por ninguna ley religiosa, sino por congruencia con nuestra propia liberación y consagración profunda a vivir.


Se trata de una felicidad radical (desde las raíces) que nada ni nadie podrá arrebatarnos; una sequía y otras de brillantez, pero que será siempre, a su modo, FELICIDAD. Es decir, un proceso, más que un asentamiento definitivo. Una felicidad que va tomando cada día más consciencia de sí misma, que se va retroalimentando.

A esta felicidad, difusiva, se le dirá algún día: Venid, benditos de mi Padre, disfrutad de la vida sin fin preparada para vosotros.

Y, aunque así no lo fuera, (que lo será, de algún modo misterioso, pero lo será), habrá valido plenamente la pena ser vivida.  

1 comentario:

  1. Suerte Borja en el camino que has tomado.
    Gracias por todo lo que has hecho, y por tu apoyo.
    Una amiga agradecida. O-o

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