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24 noviembre 2013

Evangelio. Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario. Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Final del año de la Fe.


Según San Lucas 21, 5-19.


En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido. También los soldados se burlaban de Él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!. Había encima de él una inscripción: Éste es el Rey de los judíos.
Uno de los malhechores colgados le insultaba: ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!. Pero el otro le respondió diciendo: ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.



Reflexión.
(Tomada de la página web de la Diócesis de Cartagena. De su Obispo: José Manuel Lorca Planes)


El Evangelio narra como vivieron los acontecimientos de la Pasión de nuestro Señor la gente que le rodeaba, entre risas y burlas; fueron ellos los que le dieron el título de Rey, ni siquiera tuvieron compasión los crucificados con él, aunque uno le reconoce inocente y le pide que lo tenga en cuenta en su reino. Jesús le concede mucho más de lo que le pide. Desgraciadamente todavía se sigue persiguiendo a Jesús, pero afortunadamente todavía existen personas que desempeñan seria y honestamente su actividad de curarle las heridas a los empobrecidos de este mundo, no aspiran a cosas demasiado elevadas, sino que se pliegan con fidelidad cotidiana en los humildes. La mentalidad de este mundo favorece las rivalidades, abusos, frustraciones y violencias de todo tipo; por el contrario, los hijos de Dios, los que tenemos a Cristo por Rey, estamos llamados a crecer en caridad, perdón, misericordia, modestia y humildad. Los ciudadanos del Reino de Dios saben cual es el estilo, el de nuestro Rey y Señor, tal como lo expresa San Pablo: "Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas" (1 Tes 2, 7-8).

Celebrad este día con solemnidad, dad gracias y bendecid a Dios, pero no olvidéis que sin humildad y espíritu de servicio no es posible la caridad ni la santidad, los instrumentos de Dios son siempre los humildes. Que Dios os colme de sus bendiciones.

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