En aquel tiempo, como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Él dijo: Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida. Le preguntaron: Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?. Él dijo: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.
Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Reflexión.
(Tomada de la página web de la Diócesis de Cartagena. De su Obispo: José Manuel Lorca Planes)
Queridos diocesanos, sabéis que este año os he presentado un Plan Pastoral para centrarnos en la esperanza evangélica, cuya fuente es Cristo. La razón no está sólo en la situación más o menos dramática que estamos viviendo a causa de las crisis, que ya sería una razón poderosa por la cantidad de sufrimiento que hay a nuestro alrededor, sino más bien para que conozcamos mejor a Nuestro Señor que nos ha prometido la vida y la salvación, aceptando el regalo de la vida eterna, el 'paso' a una vida nueva: a la vida en Dios, donde “no habrá ya muerte ni habrá llanto” (Ap 21, 4). Una esperanza que te asegura la felicidad en Dios, la esperanza de estar con Cristo en la casa del Padre después de la muerte.
Si alguno os dice que eso son sólo palabras, respondedle que la fe os asegura certezas, que lo que dice el Señor siempre se cumple y Él nos ha dicho que “el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54). Así que, la vía es la Eucaristía, garantía de la vida eterna, y la Eucaristía la puedes celebrar en el seno de la Iglesia. Abre tus oídos y tus ojos para ver como el Señor está más cerca de ti de lo que te imaginas y verás como en la Iglesia encontrarás la Vida, porque está Cristo. Por eso, la esperanza que nos mueve es una esperanza viva, dinámica, alegre y confiada. Anunciad a todos, como testigos y profetas vuestra experiencia de fe.
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