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07 agosto 2016

Reflexión del Domingo XIX del Tiempo Ordinario.

El domingo pasado, las lecturas nos hablaban de la vanidad. Que no debíamos perder el tiempo en cosas materiales de este mundo, porque nos apartan de Dios, nos aíslan de las cosas importantes y ahogamos nuestra vida espiritual.
Pablo, nos aconsejaba, que aunque estamos salvados por el Bautismo, tenemos que trabajarnos por nuestra vida espiritual. Trabajar por los bienes de ahí arriba, lo que no caducan, ni pasan.
Llevar una vida más sobria y más servicial, son los mejores ingredientes para poder ser feliz y cimentar nuestra vida espiritual.

En este domingo XIX del Tiempo Ordinario, nos dicen que donde esté nuestro tesoro, allí está nuestro corazón. Un mensaje claro que nos ayuda a la confianza, a que tengamos un desprendimiento de las cosas “caducas” para poder tener el corazón bien abierto y con espacio para lo que realmente merece la pena. La fe y la confianza en el Señor, es nuestra “gasolina” para que el motor de nuestra vida espiritual funcione.
La fe es un Don de Dios, una virtud, una actitud. Que el Señor a través de las lecturas de este domingo, nos ayude a que la Fe, sea nuestro tesoro. Y de ahí, que llene nuestro corazón de esperanza. Porque una sin la otra, está incompleta.

En la Primera Lectura de la Sabiduría, nos narra el anuncio de la liberación. Como el pueblo espera y confía en la salvación de los inocentes y en el castigo de los culpables.
Es el final del libro de la Sabiduría, y lo que nos hace ver es la acción de Dios como castigo justo a los opresores del pueblo de Israel, y la protección de Dios al pueblo.
Ellos veían que Dios era justo con los justos, e injusto con los injustos. Pero lo que se les escapaba de su mentalidades, era que Dios es mucho más. Que no paga según nuestras virtudes o fallos, sino, que Él es puro y verdadero amor.

En la Segunda Lectura de la carta a los Hebreos, nos recuerda que tenemos una “patria mejor”, que somos peregrinos de la vida que estamos viviendo ahora. Pero que la importante es la que está por venir. Tenemos la obligación de cuidar de ella, implicarnos como algo nuestro, algo propio. Estamos a su cuidado y debemos ser constructores fieles.
Esa “patria” que Dios nos la dona gratuitamente por medio de la fe. El Señor nos pide confianza, esperanza y fe. Se nos dona nada más y nada menos que el Reino de Dios, si creemos en ese Reino, debemos, y estamos obligados a construirlo aquí y ahora.
Que el Reino sepamos actualizarlo en cada momento de nuestra vida, para que así irradiemos luz de esperanza en la de nuestro Señor Jesucristo.

En el Evangelio de Lucas, se nos  aconseja a que estemos atentos a la llegada en que seremos libres. A que estemos espabilados a discernir los signos de los tiempos en que vivimos.
Un tiempo donde es muy difícil creer en las palabras, en las promesas, en la fe en Cristo. Vivimos en una sociedad donde si no se demuestra, ni se ve, no debemos creerlo… No existe, no es de “fiar”.
Pero hoy Jesús en el Evangelio nos va a decir todo lo contrario: Fe y esperanza, claves fundamentales para lo que está por venir. La fe no puede ser una pastilla que nos la tomemos en momentos concretos, o cuando nos interesa. Tenemos que estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora. Vivamos cada día como si fuera el último.
Llenemos nuestro corazón de momentos únicos que valgan la pena, seamos responsables en nuestros quehaceres, llevemos una vida espiritual acorde con lo que creemos. Seamos fieles al camino emprendido por Jesús en el Evangelio. En todos los momentos, busquemos la gloria de Dios en los acontecimientos y personas que se nos vayan poniendo a nuestro lado. Para que cuando nos llegue la hora de que nos examinen del amor, sepamos aprobar, gracias a todos los momentos vividos, y obtengamos plenamente el Reino prometido.

Pidamos a la Virgen, Madre de la Misericordia, que nos ayude a tener la fe que ella.tuvo en su Hijo Jesucristo. A que tengamos la esperanza y la confianza en Dios para cumplir su voluntad.
Que estas lecturas dominicales nos hagan descubrir en qué grado está nuestra confianza en Dios y su Reino futuro.
Sigamos pidiendo por todos los cristianos que están siendo perseguidos a causa de su fe, para que el Señor le haya premiado con la gracia de fe y del tesoro del Reino.
Que así sea.

Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-del-domingo-xix-del-tiempo-ordinario-fray-jose-borja/

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