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15 agosto 2016

Ángelus del Papa Francisco. Domingo 14-6-2016.


Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de este domingo (Lc 12.49 a 53) es parte de las enseñanzas de Jesús dirigió a sus discípulos a lo largo de su ascenso a Jerusalén, donde se espera la muerte en la cruz. Para indicar el propósito de su misión, que utiliza tres imágenes: el fuego, el bautismo y la división. Hoy quiero hablar de la primera imagen: el fuego.

Jesús lo expresa con estas palabras: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!" (V.49). El fuego de la que habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, la presencia viva y activa en nosotros desde el día de nuestro bautismo. Es - fuego - es una fuerza creativa que purifica y renueva, se quema toda miseria humana, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde dentro, regenera y nos hace capaces de amar. Jesús desea que el Espíritu Santo se encienda como el fuego en nuestros corazones, porque es sólo desde el corazón que el fuego del amor divino va a florecer y hacer avanzar el Reino de Dios. Se parte de la cabeza, desde el corazón. Y por qué Jesús quiere que el fuego fuego entre en nuestro corazón. Si nos completamente abierto a la acción de este fuego, que es el Espíritu Santo, Él nos dará la audacia y fervor para anunciar a todos Jesús y su mensaje consolador de la misericordia y la salvación, lejos de la costa, sin miedo. Pero el fuego se inicia en el corazón.

Lleva a cabo su misión en el mundo, la Iglesia - es decir, todos nosotros Iglesia - necesita la ayuda del Espíritu Santo a fin de no ser disuadido por el miedo y el cálculo, no acostumbrarse a caminar dentro de fronteras seguras. Estas dos actitudes llevan a la Iglesia a ser una iglesia funcional, que no es probable que nunca. En cambio, el valor apostólico que los Kindles Espíritu Santo en nosotros como un fuego que nos ayuda a superar los muros y barreras, nos hace creativos y nos anima a ponernos en movimiento incluso caminar en los caminos inexplorados o poco convenientes, ofreciendo esperanza a las personas que encontramos. Con ese fuego del Espíritu Santo, somos llamados a ser cada vez más comunidades de personas guiadas y transformados, llenos de comprensión, la gente del corazón dilatado y la cara alegre. Hoy más que nunca necesita de sacerdotes, personas consagradas y los fieles laicos, con la atenta mirada del Apóstol, que nos cambiaran y estar delante de las molestias y la pobreza material y lo espiritual, caracterizando el proceso de evangelización y misión el ritmo de curación de la proximidad. No es sólo el fuego del Espíritu Santo, que nos guía en "la llegada" de la otra: las personas que sufren, a los necesitados; de tantas miserias humanas, muchos problemas; de los refugiados, los desplazados, los que sufren .... Ese fuego que viene del corazón. Fuego.

En este momento, también pienso con admiración sobre todo a los numerosos sacerdotes, religiosos y fieles laicos que, en todo el mundo, se dedica a la proclamación del Evangelio con gran amor y fidelidad, a menudo, incluso a costa de la vida. Su testimonio ejemplar nos recuerda que la Iglesia no necesita burócratas y funcionarios diligentes, pero misioneros apasionados, devorados por el ardor de llevar a todos las palabras consoladoras de Jesús y su gracia. Este es el fuego del Espíritu Santo. Si la Iglesia no recibe este fuego y no le deja entrar en sí mismo, se convierte en una iglesia fría o tibia, incapaz de dar a luz, ya que está hecho a partir de los cristianos frías y tibias. Lo haremos así, hoy en día, tomar cinco minutos y pregunte: "¿Pero cómo es mi corazón? Tienes frío? Es cálido? Es capaz de recibir este fuego? "Vamos a tomar cinco minutos para ello. Habrá bueno para todos.

Y solicitamos a la Virgen María para rezar con nosotros y por nosotros, Padre Celestial, que derrame sobre todos los creyentes el Espíritu Santo, divino fuego que calienta el corazón y nos ayuda a ser solidarios con las alegrías y los sufrimientos de nuestros hermanos. Se nos apoya en nuestro viaje el ejemplo de San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad, de la que hoy es la fiesta: nos enseña a vivir el fuego del amor a Dios y al prójimo.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos presentes!

Aún hoy tengo la alegría de saludar a algunos grupos de jóvenes: en primer lugar los exploradores venidos de París; y luego los jóvenes que vinieron a Roma en peregrinación a pie o en bicicleta desde Bisuschio, Treviso, Solarolo, Macherio, Sovico, Vall'Alta de Bérgamo y seminaristas del Seminario Menor de Bérgamo. Me repito las palabras que eran el tema de la gran reunión en Cracovia: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia"; siempre se esfuerzan para perdonar y tener un corazón compasivo.

Saludo también a las asociaciones de proyectos "en bicicleta tarjetas postales".

A todos os un buen domingo y una buena comida deseo. Y, por favor, no se olvide de rezar por mí. Adiós!

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