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21 agosto 2016

Reflexión de XXI domingo del Tiempo Ordinario,


El domingo pasado, las lecturas nos hablaban de que la ser fiel a la verdad, produce división. Al leerlas, nos pudo extrañar como Jesús, el Amor, anuncie que va a ser causa de división y que quiere que el mundo arda. Pero a veces, y con razón, luchar por la verdad es difícil y estaremos en la mayoría de los casos en contra de personas.

Jesús nos pedía el domingo pasado que seamos valientes en luchar a favor de la verdad. Sólo la verdad nos abre las puertas, nos hace libres. Con la verdad, iremos a cualquier parte. Esto es lo que le pasó a Jeremías en la lectura primera, le costó mucho defender la verdad, pero tuvo esa recompensa. En la carta a los Hebreos, nos hablaba de que llegaremos a la meta, no porque cumplamos con rigidez las normas o dogmas, sino asumiendo nuestra vida y sabiendo que Dios nos ayuda. Solo con la confianza en Dios, correremos hacia la meta donde se encuentra la Verdad plena.

En este domingo XXI del Tiempo Ordinario, las lecturas nos mostraran que la pregunta: ¿Cuántos vamos a salvarnos, pocos o muchos? Se cambia del “cuántos” al “cómo” nos salvamos. No preocuparnos por el número de personas, sino, el cómo personalmente. Jesús nos enseña los requisitos para obtener la salvación. Él nos quiere educar no pensando en cantidad, ni “a lo loco” sino, que seamos conscientes de que tenemos que hacer, cómo lo tenemos que hacer. A veces nos costará más y otras menos, pero, lo importante es que está a nuestro lado, nos ayuda. Entrar por la puerta estrecha, significa esforzarnos, perdonar a los enemigos, a los que nos hacen daño, hacer el bien aunque nos ofendan, no ser rencorosos, tratar a todos por igual… Sólo el esfuerzo de amor, nos ayudará a entrar por la puerta del cielo. Por el contrario, si somos egoístas, y no nos esforzamos, lo que estaremos haciendo es apartándonos del camino emprendido y enseñado por Dios.

En la Primera Lectura de Isaías, nos habla del camino del camino de la salvación. Dios reunirá a todos las naciones para que vean su grandeza. Invita a todos y a cada una de las personas. No sólo escoge a unos para participen de su gloria, sino, que invita a todos. Otra cosa es que algunos no les interesen o no quieran, pero todos están invitados, estamos invitado a ver la gloria y la señal. Y para que todo el mundo lo conozca, hace falta anunciar la Palabra de Dios, hace falta personas fieles, coherentes, de verdad, que no tengan miedo a salir a cualquier parte del mundo para gritar, vocear de que Dios está aquí, y de que otro mundo es posible.

En la Segunda Lectura de la Carta a los Hebreos, nos presenta un carácter penitencial, de esfuerzo. Dice: “El Señor, corrige al que ama…” es ante todo, Padre. Y como Padre, nos quiere, nos protege. Por una parte, nos hace entender las diferentes dificultades que se nos presenta en la vida, no para “hundirnos” sino para sacar el mejor provecho de esa circunstancia. Por otra, nos ayuda a estar despiertos, para ir con cuidado por el camino de la vida, que tendremos que tener cuidado, ya que siempre vamos a estar bordeando problemas, tragedias… Pero que Dios, como Padre rico en misericordia, nos ayuda a ir superando cada momento. Sólo tenemos que dejarnos aconsejar y estar atentos.

En el Evangelio de Lucas, nos narra que tenemos que hacer para salvarnos. La voluntad de Jesús, es que todos nos salvemos. Pero, no se nos puede olvidar que en juego está la libertad, el esfuerzo por buscar la puerta estrecha… A veces preferimos caminos más sencillos, cuantos menos esfuerzo y trabajo, mejor. Pero Jesús este domingo nos pide esfuerzo. Esfuerzo para el camino que emprendimos por el Bautismo. Cuando pensamos que Dios nos castiga, es porque perdemos de vista lo que es nuestra meta. Perdemos el sentido de a quien seguimos, nos olvidamos de la misericordia de un Padre que se parte y se reparte.
Dios no es un jugador que concurso que castiga y premia. Si pensamos eso, nos estamos haciendo, y lo pongo con minúsculas, un dios a nuestros intereses, un dios a la carta. Ahora castiga, ahora premia, ahora perdona, ahora condena. No, no, no. Dios no es así. Como dije anteriormente, Dios quiere que todos nos salvemos. Todos quiere decir, que sin mirar raza, ni color de piel, ni cultura, ni religión. Esforzarse por entrar por la puerta estrecha, es saber ser fiel a lo que Jesús mandó, el AMOR. Es saber, que siendo coherente, perdonando y amando mucho, iremos por el camino recto. ¿De qué nos sirve cumplir mandatos, normas, dogmas, si después pisoteamos a nuestro prójimo?
Jesús este domingo nos pide una cosa, que nos esforcemos por ir construyendo el Reino con nuestra propia vida, en cada acontecimiento, en cada circunstancia. Porque entrar por una puerta u otra, no depende de Dios, sino, de nosotros, que elegimos con nuestra libertad, seguir por el camino o cambiar hacia el de la comodidad.

Pidamos a la Virgen María, que fue asunta al cielo, por llevar una vida acorde al seguimiento de su Hijo, que es misericordia, que nos ayude a esforzarnos en seguir construyendo el Reino de su Hijo con actitudes acordes al Evangelio. Que nos proteja y nos haga capaces de darnos cuentas cuando nos metemos en caminos que no son Evangélicos, y que sepamos imitarla, en especial, en este tiempo de verano, a que saquemos tiempo para rezar, meditar y acercarnos a los sacramentos. Que es fuerza para nuestra vida de cristianos.
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-de-xxi-domingo-del-tiempo-ordinario-por-fray-jose-borja/

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