“No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Cristo". (Papa Benedicto XVI).
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30 agosto 2016
Después del Ángelus del domingo 28-8-2016, el Papa Francisco prometió ir personalmente a la zona afectada por el terremoto.
Queridos hermanos y hermanas, apenas sea posible también yo espero ir a encontrarme con vosotros, para llevaros en persona el consuelo de la fe y el sostén de la esperanza cristiana.
Deseo renovar mi cercanía espiritual a los habitantes de Lazio, de Las Marcas y de la Umbría, golpeados duramente por el terremoto de estos días.
Pienso en particular en la gente de Amatrice, Accumoli, Arquata del Tronto, Norcia. Digo una vez más a esas queridas poblaciones que la Iglesia comparte vuestro sufrimiento y vuestras preocupaciones, ora por los difuntos y por los que han sobrevivido.
La solicitud con la que la Autoridad, las fuerzas del orden, protección civil y los voluntarios están trabajando, demuestra cómo de importante es la solidaridad para superar pruebas tan dolorosas.
La humildad y la hospitalidad, dos virtudes propias del cristiano que tienen como recompensa la Vida Eterna.
Comento el Evangelio, en el que se observa “a Jesús en la casa de uno de los jefes de los fariseos, donde se ve cómo los invitados al almuerzo se afanaban por elegir los primeros puestos”.
Jesús pide ser el último pero no intenta dar normas de comportamiento, sino una lección sobre el valor de la humildad.
La historia enseña que el orgullo, el arribismo, la vanidad, la ostentación son la causa de muchos males.
Jesús nos hace entender la necesidad de elegir el último puesto, de buscar la pequeñez y el ‘ocultarse’. Cuando nos ponemos ante Dios en esta dimensión de humildad, entonces Dios nos exalta, si inclina hacia nosotros para elevarnos a sí.
Os recuerdo que ¡Dios paga mucho más que los hombres! ¡Él nos da un puesto mucho más hermoso que el que nos dan los hombres! El puesto que nos da Dios está cerca de su corazón y su recompensa es la vida eterna. La hospitalidad que describe Jesús en la segunda parábola del Evangelio.
Se trata de elegir la gratuidad en lugar del cálculo oportuno que busca obtener una recompensa.
Los pobres, los sencillos, aquellos que no cuentan no podrán nunca devolver una invitación a la mesa del banquete. Así Jesús demuestra su preferencia por los pobres y los excluidos, que son los privilegiados del Reino de Dios, y lanza el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al prójimo por amor de Dios.
Hoy Jesús se hace voz de quien no tiene voz y dirige a cada uno de nosotros un cordial llamado a abrir el corazón y hacer nuestros los sufrimientos y las ansias de los pobres, de los enfermos, de los marginados, de los prófugos, de los derrotados de la vida, de cuantos son descartados por la sociedad y por la prepotencia de los más fuertes.
Aprovecho también para gradecer a los voluntarios que ofrecen su servicio, dando de comer a personas solas, derrotadas, sin trabajo o sin casa.
Estos comedores son gimnasios de la caridad que difunden la cultura de la gratuidad porque quienes trabajan en ellas son movidos por el amor de Dios e iluminados por la sabiduría del Evangelio.
Así, el servicio a los hermanos se transforma en testimonio de amor, que hace creíble y visible el amor de Cristo.
(Meditación del Papa Francisco, antes del Ángelus, 28-8-2016).
28 agosto 2016
Aunque prevalece el domingo, hoy la Iglesia celebra a San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia.
Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.
Evangelio. Domingo XXII del Tiempo Ordinario.
Según San Lucas 14, 1.7 - 14.
Un sábado, habiendo ido a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.
Dijo también al que le había invitado: Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos.
Reflexión.
El Maestro nos invita a ponernos con toda humildad al lado de los preferidos de Dios: pobres,
inválidos, cojos y ciegos, y a igualarnos con ellos hasta encontrarnos en medio de quienes Dios ama con especial ternura, y a superar toda repugnancia y vergüenza por compartir mesa y amistad con ellos.
Reflexión del XXII domingo del Tiempo Ordinario.
El domingo pasado, las lecturas nos hablaban no de “cuántos” nos vamos a salvar, sino de “cómo” nos vamos a salvar. Veíamos como lo importante no es el número.
Entrar por la puerta estrecha, significa esforzarnos, perdonar a los enemigos, a los que nos hacen daño. No ser rencorosos… El amor, sólo el amor nos ayudará a entrar en el cielo.
Dios reunirá a todos los de la tierra sin mirar nuestra procedencia, si tenemos más o menos. No tengamos miedo a ir por todo el mundo y anunciar la verdad del Evangelio.
Él, como Padre Misericordioso, nos ayuda a ir superando cada momento y circunstancias que la vida nos va poniendo delante. Nunca nos abandona ni nos deja de lado.
Y en el Evangelio veíamos, como Jesús, no “juega” a castigar a unos y apremiar a otros, no. Nos pide que nos esforcemos por ir construyendo el Reino con nuestra propia vida, en cada acontecimiento. Porque que entremos o no por la puerta estrecha, no depende de Dios sino de nosotros. Él nos da la libertad.
En este domingo XXII del Tiempo Ordinario, las lecturas nos llaman a la humildad.
El ser humilde nos ayuda a poder entender con sencillez y verdad el Evangelio. Solo con humildad, podremos llegar a todas las personas. Desde el abajamiento de nuestra persona, como veremos en el Evangelio de hoy, desde el ser último, seremos ensalzados.
El ser humano, por excelencia, siente la necesidad de ser, situarse en los mejores puestos, querer estar sobre los demás. Hay muchos tipos de normas en nuestra sociedad por las que cada uno debe situarse según su valía. En actos públicos, religiosos, las autoridades civiles o religiosas ocupan uno u otro lugar. Todo se mueve por escalafones.
Inclusive, en nuestras propias celebraciones, y lo más penoso, que hasta en las propias catedrales. Cuando hay una celebración, se usa “protocolo”. Cuando los obispos pronuncian sus homilías, saludan en formas jerarquizadas… Pero Jesús, hoy, rompe con todo eso. Nos pide que tengamos humildad, que cojamos el último puesto, porque así, podremos llamarnos dichosos. Porque todos somos iguales, sin distinción.
En la Primera Lectura del libro del Eclesiástico, nos da un consejo: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso”. Esto quiere decir que debemos hacernos pequeños, que no podemos ir con aires de superioridad por la vida. No podremos llegar a Dios si no nos abajamos, si no reconocemos que Él, es grande ante nosotros. Ser creídos, creernos los mejores, es uno de los pecados que hay actualmente contra la humildad. Si seguimos por ese camino de la idolatría a uno mismo, nos iremos apartando cada vez más de Dios porque, estaremos centrados en nuestro yo y en adornarlo para que todos puedan vernos lo mejores.
En la Segunda Lectura de la carta a los Hebreos, nos habla que para llegar a Dios, hay que pasar por Jesús, que es el verdadero camino y directo al Padre. Él es el camino, la verdad y la vida, como leemos en el evangelio de Juan. Él es el mediador de la Nueva Alianza, puente entre Dios y la comunidad. La vida florece cuando está impregnada de amor, sin deseo de protagonismo. El último puesto es el de “libre elección” que deberíamos ocupar todos los cristianos, porque así haremos que se vaya perdiendo los puestos de arriba y abajo.
En el Evangelio de Lucas, el Señor nos aconseja que la humildad debe convertirse en un dogma para los que nos consideramos cristianos. Ser discípulo de Jesús, es una elección libre y voluntaria, y por ser libre, debemos ocupar el último puesto. La palabras de Jesús en el evangelio, nos muestra una regla-consejo: renunciar a darse importancia, invitar a quienes no pueden correspondernos, dar preferencia a los demás… Quién actúa con humildad y sencillez, merece ser llamado bienaventurado.
Nuestra sociedad, nos llama a ser los mejores, nos invita a que nos juntemos con gente importante, a ser famosos, a que nos tengan envidia… Pero, el Evangelio nos llama a otra cosa muy distinta.
En este domingo, debemos meditar que puesto queremos. ¿Queremos un puesto donde cuanto más alto lleguemos, la caída sea más fuerte? ¿O queremos vivir con humildad para que podamos llegar a todos por igual?
Con humildad y sencillez, podremos ser: “Evangelios Vivos”, testimoniando con nuestra propia vida.
Pidamos a la Virgen, madre de la verdadera Misericordia que nos ayude a ser humildes, a no ponernos en los puestos importantes, que no busquemos títulos ni honores que no dan la felicidad. Que ella interceda por nosotros, para que llevemos una vida acorde al Evangelio, respuesta clara a los más humildes y sencillos.
Que San Agustín, nos ayude a convertirnos con radicalidad como el lo hizo, y podamos decir en cada momento de nuestra vida: “Un solo corazón hacia Dios”.
Que así sea.
25 agosto 2016
Hoy la Orden Trinitaria celebra a San Luis, rey de Francia. Terciario Trinitario.
Nació en Poissy el año 1214.
Subió al trono de Francia a la edad de 22 años. De su matrimonio tuvo 11 hijos, a los que dio una excelente educación. Se distinguió por su espíritu de oración y penitencia y por su amor a los pobres y desamparados, a quienes sentada muchas veces a su mesa.
Se preocupó y trabajó por la paz entre las naciones y el bien temporal y espiritual de sus súbditos.
Promovió y dirigió dos cruzadas para liberar el santo sepulcro.
Murió en su segunda cruzada, contagiado por la peste, cerca de Túnez, el año 1270.
Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1327, era solemnemente canonizado por el papa Bonifacio VIII.
No desperdiciemos la vida como si fuera un videojuego o una telenovela.
El objetivo de la vida es alcanzar la salvación eterna y por ello no se deben desperdiciar las tantas ocasiones que ofrece el Señor, como si el paso por este mundo fuese un video juego o una telenovela.
Reflexionemos sobre el Evangelio de hoy: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?.
Jesús no da una respuesta directa, sino coloca el debate a otro nivel, con un lenguaje sugestivo, que al inicio tal vez los discípulos no entienden: Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.
Con la imagen de la puerta, Él quiere hacer entender a sus espectadores que no es cuestión de números cuantos se salvarán , no importa saber cuántos, sino es importante que todos sepan cuál es el camino que conduce a la salvación: la puerta, que es Jesús mismo.
El Señor nos ofrece tantas ocasiones para salvarnos y entrar a través de la puerta de la salvación. Esta puerta es una ocasión que no se debe desperdiciar: no debemos hacer discursos académicos sobre la salvación, como aquel que se había dirigido a Jesús, sino debemos aprovechar las ocasiones de la salvación.
Porque a cierto momento el dueño de casa se levantará y cerrará aquella puerta, como nos lo ha recordado el Evangelio. Pero si Dios es bueno y nos ama, ¿Por qué cierra la puerta, cerrará la puerta a cierto momento? Porque nuestra vida no es un videojuego o una telenovela; nuestra vida es seria y el objetivo a alcanzar es importante: la salvación eterna.
La puerta de la salvación es estrecha no porque sea opresiva, no; sino porque nos exige restringir y contener nuestro orgullo y nuestro temor, para abrirnos con el corazón humilde y confiado a Él, reconociéndonos pecadores, necesitados de su perdón.
Por esto es estrecha: para contener nuestro orgullo, que nos hincha. ¡La puerta de la misericordia de Dios es estrecha pero siempre abierta de par en par para todos! Dios no tiene preferencias, sino recibe siempre a todos, sin distinción. Una puerta, es decir, estrecha para restringir nuestro orgullo y nuestro temor, abierta de par en par para que Dios nos reciba sin distinción.
En ese sentido, aseguró que la salvación que Él nos dona es un flujo incesante de misericordia: un flujo incesante de misericordia, que derriba toda barrera y abre sorprendentes perspectivas de luz y de paz. La puerta estrecha pero siempre abierta: no olviden esto. Puerta estrecha, pero siempre abierta de par en par.
Jesús hoy nos dirige, una vez más, una urgente invitación a ir con Él, a atravesar la puerta de la vida plena, reconciliada y feliz. Él nos espera a cada uno de nosotros, cualquier pecado que hayamos cometido, cualquiera, para abrazarnos, para ofrecernos su perdón. Solo Él puede transformar nuestro corazón, solo Él puede dar sentido pleno a nuestra existencia, donándonos la alegría verdadera.
Entrando por la puerta de Jesús, la puerta de la fe y del Evangelio, nosotros podremos salir de las actitudes mundanas, de los malos hábitos, de los egoísmos y de las cerrazones. Cuando hay contacto con el amor y la misericordia de Dios, hay auténtico cambio. Y nuestra vida es iluminada por la luz del Espíritu Santo: ¡una luz inextinguible!.
Pensemos ahora, en silencio, un momento, en las cosas que tengo dentro de mí y que me impiden travesar la puerta: mi orgullo, mi soberbia, mis pecados. Y luego, pensemos en la puerta, aquella abierta por la misericordia de Dios que de la otra parte nos espera para dar el perdón. Un momento, en silencio, pensemos en estas dos puertas.
Pidamos a la “Virgen María, Puerta del Cielo, (…) que nos ayude a aprovechar las ocasiones que el Señor nos ofrece para atravesar la puerta de la fe y entrar así en un largo camino: es el camino de la salvación capaz de acoger a todos aquellos que se dejan involucrar por el amor. Es el amor que salva, el amor que ya en la tierra es fuente de bienaventuranza de cuantos, en la benignidad, en la paciencia y en la justicia, se olvidan de sí mismos y se donan a los demás, especialmente a los más débiles.
(Meditación del Papa Francisco, 21-8-2016)
23 agosto 2016
Hoy la Iglesia celebra el día de Santa Rosa de Lima.
Oración.
¡Oh flor la más hermosa y delicada que ha producido la tierra americana!, portento de la gracia y modelo de las almas que desean seguir de cerca las huellas del Divino Maestro, obtened para nosotros las bendiciones del Señor. Proteged a la Iglesia, sostened a las almas buenas y apartad del pueblo cristiano las tinieblas de los errores para que brille siempre majestuosa la luz de la Fe y para que Jesús, vida nuestra, reine en las inteligencias de todos los hombres y nos admita algún día en su eterna y dichosa mansión.
Amén.
Amén.
¿Quien era Santa Rosa de Lima?
Nació en Lima, Perú, en 1586 (año de la aparición de la Virgen en Chinquinquirá) fue la primera mujer americana declarada santa por la Iglesia Católica.
En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Y, el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.
Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: “Rosa conságrame a mí todo tu amor”. Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al ir a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.
Un joven de alta clase social se enamoró de Rosa y quería casarse con ella. Sus padres estaban muy entusiasmados porque ellos eran pobres y esto daría a la joven un porvenir brillante. Pero ella, aunque hubo serios disgustos en la familia, les declaró que se había propuesto que su amor sería totalmente para Dios y que renunciaba por completo a todo matrimonio, por brillante que fuera.
Se propuso irse de monja agustina, pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja o no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: “Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea”. Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.
Seguía pidiéndole a Dios que le indicara a que asociación religiosa debería ingresar. Y de pronto empezó a llegar junto a ella cada día una mariposa de blanco y negro. Y revoloteaba junto a sus ojos. Con esto le pareció entender que debería buscar una asociación que tuviera un hábito de blanco y negro. Y descubrió que eran las terciarias dominicas, unas mujeres que se vestían con túnica blanca y manto negro y llevaban vida como de religiosas, pero vivían en sus propias casas. Y pidió ser admitida y la aceptaron.
Entonces vino a saber que la más famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.
Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar.
El demonio la atacaba de muy diversas maneras. Y las tentaciones impuras la hacían sufrir enormemente. Además le llegaban épocas de terribles sequedades espirituales en las cuales todo lo que fuera oración, meditación ó penitencias le producía horror y asco. Y fuera de eso la gente se burlaba de su comportamiento y los mismos familiares la consideraban equivocada en su modo de vivir. Alguna vez le protestó amorosamente a Jesucristo por todo esto, diciéndole: “Señor, ¿y a dónde te vas cuando me dejas sola en estas terribles tempestades?”. Y oyó que Jesús le decía: “Yo no me he ido lejos. Estaba en tu espíritu dirigiendo todo para que la barquilla de tu alma no sucumbiera en medio de la tempestad”.
Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias. No las vamos a describir todas aquí porque muchas de ellas no son para imitar. Pero sí tenemos que decir que lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: “quien se humilla será enaltecido”. Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios. Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: “Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto”. Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.
Distintas enfermedades la atacaron por mucho tiempo. Cuando algunas personas la criticaban por sus demasiadas penitencias, les respondía: “Si ustedes supieran lo hermosa que es un alma sin pecado, estarían dispuestos a sufrir cualquier martirio con tal de mantener el alma en gracia de Dios”. Y ella sí que los sufrió. En sus últimos meses exclamaba: “Nunca pensé que una persona tuviera que sufrir tanto, tanto como lo que yo estoy sufriendo. Pero Jesucristo me concede valor para soportarlo todo.”Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa.
Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: “Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo”. Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador. Tenía 31 años.
Y a esta muchacha pobre y sin estudios le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que dejarlo para más tarde porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo.
Más en:
http://www.revistaecclesia.com/quien-era-santa-rosa-de-lima-por-fray-jose-borja/
22 agosto 2016
"Si la Iglesia no recibe el fuego del Espíritu Santo, se hace una Iglesia fría".
La Iglesia no necesita “burócratas” o “diligentes funcionarios” sino “misioneros apasionados” que abran el corazón al fuego del Espíritu Santo para anunciar el mensaje consolador de Jesús de modo audaz y fervoroso.
El Señor se refiere al Espíritu Santo presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo.
Este fuego “es una fuerza creadora que purifica y renueva, abrasa toda miseria humana, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde dentro, nos regenera y nos hace capaces de amar”.
Queridos sacerdotes, religiosos y laicos que, en todo el mundo, se dedican al anuncio del Evangelio con gran amor y fidelidad, e incluso a costa de sus vidas.
Su ejemplar testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita burócratas o diligentes funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el ardor de llevar a todos la consoladora palabra de Jesús y su gracia.
Si nos abrimos completamente a la acción de este fuego que es el Espíritu Santo, Él nos dará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su mensaje consolador de misericordia y salvación, navegando en mar abierto, sin miedo.
En el cumplimiento de su misión en el mundo, la Iglesia necesita la ayuda del Espíritu Santo para no detenerse ante el miedo, para no habituarse a caminar dentro de límites seguros. Estas dos actitudes llevan a la Iglesia a ser una Iglesia funcional, que no arriesga jamás.
En cambio, la valentía apostólica que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego nos ayuda a superar los muros y las barreras, nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en movimiento para caminar incluso por vías inexploradas o incomodas, ofreciendo esperanza a cuantos encontramos.
Hoy más que nunca se necesita sacerdotes, consagrados y fieles laicos, con la mirada atenta del apóstol, para conmoverse y detenerse ante las dificultades y la pobreza material y espiritual, caracterizando así el camino de la evangelización y de la misión con el ritmo restaurador de la cercanía.
Si la Iglesia no recibe el fuego del Espíritu Santo, “se hace una Iglesia fría o solo tibia, incapaz de dar vida, porque está constituida por cristianos fríos y tibios. Nos hará bien hoy tomar cinco minutos y preguntarnos: ¿Cómo es mi corazón? ¿Es frío? ¿Es tibio? ¿Es capaz de recibir este fuego?”.
Pedirle a la Virgen María que rece con nosotros y por nosotros al Padre celeste, para que infunda sobre todos los creyentes el Espíritu Santo, fuego divino que enciende los corazones y nos ayuda a ser solidarios con las alegrías y los sufrimientos de nuestros hermanos.
Que nos sostenga en nuestro camino el ejemplo de San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad, cuya fiesta celebramos hoy. Que él nos enseñe a vivir el fuego del amor por Dios y el prójimo".
(Meditación del Papa Francisco: 14-8-2016)
El Señor se refiere al Espíritu Santo presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo.
Este fuego “es una fuerza creadora que purifica y renueva, abrasa toda miseria humana, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde dentro, nos regenera y nos hace capaces de amar”.
Queridos sacerdotes, religiosos y laicos que, en todo el mundo, se dedican al anuncio del Evangelio con gran amor y fidelidad, e incluso a costa de sus vidas.
Su ejemplar testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita burócratas o diligentes funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el ardor de llevar a todos la consoladora palabra de Jesús y su gracia.
Si nos abrimos completamente a la acción de este fuego que es el Espíritu Santo, Él nos dará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su mensaje consolador de misericordia y salvación, navegando en mar abierto, sin miedo.
En el cumplimiento de su misión en el mundo, la Iglesia necesita la ayuda del Espíritu Santo para no detenerse ante el miedo, para no habituarse a caminar dentro de límites seguros. Estas dos actitudes llevan a la Iglesia a ser una Iglesia funcional, que no arriesga jamás.
En cambio, la valentía apostólica que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego nos ayuda a superar los muros y las barreras, nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en movimiento para caminar incluso por vías inexploradas o incomodas, ofreciendo esperanza a cuantos encontramos.
Hoy más que nunca se necesita sacerdotes, consagrados y fieles laicos, con la mirada atenta del apóstol, para conmoverse y detenerse ante las dificultades y la pobreza material y espiritual, caracterizando así el camino de la evangelización y de la misión con el ritmo restaurador de la cercanía.
Si la Iglesia no recibe el fuego del Espíritu Santo, “se hace una Iglesia fría o solo tibia, incapaz de dar vida, porque está constituida por cristianos fríos y tibios. Nos hará bien hoy tomar cinco minutos y preguntarnos: ¿Cómo es mi corazón? ¿Es frío? ¿Es tibio? ¿Es capaz de recibir este fuego?”.
Pedirle a la Virgen María que rece con nosotros y por nosotros al Padre celeste, para que infunda sobre todos los creyentes el Espíritu Santo, fuego divino que enciende los corazones y nos ayuda a ser solidarios con las alegrías y los sufrimientos de nuestros hermanos.
Que nos sostenga en nuestro camino el ejemplo de San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad, cuya fiesta celebramos hoy. Que él nos enseñe a vivir el fuego del amor por Dios y el prójimo".
(Meditación del Papa Francisco: 14-8-2016)
21 agosto 2016
Evangelio. Domingo XXI del Tiempo Ordinario.
Según San Lucas 13, 22 - 30.
En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’; y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».
Reflexión.
La salvación del alma es una realidad en cuanto don de Dios, pero para quienes aún no hemos traspasado las lindes de la muerte es tan solo una posibilidad. ¡Salvarnos o condenarnos!, es decir, aceptar o rechazar la oferta del amor de Dios por toda la eternidad.
Reflexión de XXI domingo del Tiempo Ordinario,
El domingo pasado, las lecturas nos hablaban de que la ser fiel a la verdad, produce división. Al leerlas, nos pudo extrañar como Jesús, el Amor, anuncie que va a ser causa de división y que quiere que el mundo arda. Pero a veces, y con razón, luchar por la verdad es difícil y estaremos en la mayoría de los casos en contra de personas.
Jesús nos pedía el domingo pasado que seamos valientes en luchar a favor de la verdad. Sólo la verdad nos abre las puertas, nos hace libres. Con la verdad, iremos a cualquier parte. Esto es lo que le pasó a Jeremías en la lectura primera, le costó mucho defender la verdad, pero tuvo esa recompensa. En la carta a los Hebreos, nos hablaba de que llegaremos a la meta, no porque cumplamos con rigidez las normas o dogmas, sino asumiendo nuestra vida y sabiendo que Dios nos ayuda. Solo con la confianza en Dios, correremos hacia la meta donde se encuentra la Verdad plena.
En este domingo XXI del Tiempo Ordinario, las lecturas nos mostraran que la pregunta: ¿Cuántos vamos a salvarnos, pocos o muchos? Se cambia del “cuántos” al “cómo” nos salvamos. No preocuparnos por el número de personas, sino, el cómo personalmente. Jesús nos enseña los requisitos para obtener la salvación. Él nos quiere educar no pensando en cantidad, ni “a lo loco” sino, que seamos conscientes de que tenemos que hacer, cómo lo tenemos que hacer. A veces nos costará más y otras menos, pero, lo importante es que está a nuestro lado, nos ayuda. Entrar por la puerta estrecha, significa esforzarnos, perdonar a los enemigos, a los que nos hacen daño, hacer el bien aunque nos ofendan, no ser rencorosos, tratar a todos por igual… Sólo el esfuerzo de amor, nos ayudará a entrar por la puerta del cielo. Por el contrario, si somos egoístas, y no nos esforzamos, lo que estaremos haciendo es apartándonos del camino emprendido y enseñado por Dios.
En la Primera Lectura de Isaías, nos habla del camino del camino de la salvación. Dios reunirá a todos las naciones para que vean su grandeza. Invita a todos y a cada una de las personas. No sólo escoge a unos para participen de su gloria, sino, que invita a todos. Otra cosa es que algunos no les interesen o no quieran, pero todos están invitados, estamos invitado a ver la gloria y la señal. Y para que todo el mundo lo conozca, hace falta anunciar la Palabra de Dios, hace falta personas fieles, coherentes, de verdad, que no tengan miedo a salir a cualquier parte del mundo para gritar, vocear de que Dios está aquí, y de que otro mundo es posible.
En la Segunda Lectura de la Carta a los Hebreos, nos presenta un carácter penitencial, de esfuerzo. Dice: “El Señor, corrige al que ama…” es ante todo, Padre. Y como Padre, nos quiere, nos protege. Por una parte, nos hace entender las diferentes dificultades que se nos presenta en la vida, no para “hundirnos” sino para sacar el mejor provecho de esa circunstancia. Por otra, nos ayuda a estar despiertos, para ir con cuidado por el camino de la vida, que tendremos que tener cuidado, ya que siempre vamos a estar bordeando problemas, tragedias… Pero que Dios, como Padre rico en misericordia, nos ayuda a ir superando cada momento. Sólo tenemos que dejarnos aconsejar y estar atentos.
En el Evangelio de Lucas, nos narra que tenemos que hacer para salvarnos. La voluntad de Jesús, es que todos nos salvemos. Pero, no se nos puede olvidar que en juego está la libertad, el esfuerzo por buscar la puerta estrecha… A veces preferimos caminos más sencillos, cuantos menos esfuerzo y trabajo, mejor. Pero Jesús este domingo nos pide esfuerzo. Esfuerzo para el camino que emprendimos por el Bautismo. Cuando pensamos que Dios nos castiga, es porque perdemos de vista lo que es nuestra meta. Perdemos el sentido de a quien seguimos, nos olvidamos de la misericordia de un Padre que se parte y se reparte.
Dios no es un jugador que concurso que castiga y premia. Si pensamos eso, nos estamos haciendo, y lo pongo con minúsculas, un dios a nuestros intereses, un dios a la carta. Ahora castiga, ahora premia, ahora perdona, ahora condena. No, no, no. Dios no es así. Como dije anteriormente, Dios quiere que todos nos salvemos. Todos quiere decir, que sin mirar raza, ni color de piel, ni cultura, ni religión. Esforzarse por entrar por la puerta estrecha, es saber ser fiel a lo que Jesús mandó, el AMOR. Es saber, que siendo coherente, perdonando y amando mucho, iremos por el camino recto. ¿De qué nos sirve cumplir mandatos, normas, dogmas, si después pisoteamos a nuestro prójimo?
Jesús este domingo nos pide una cosa, que nos esforcemos por ir construyendo el Reino con nuestra propia vida, en cada acontecimiento, en cada circunstancia. Porque entrar por una puerta u otra, no depende de Dios, sino, de nosotros, que elegimos con nuestra libertad, seguir por el camino o cambiar hacia el de la comodidad.
Pidamos a la Virgen María, que fue asunta al cielo, por llevar una vida acorde al seguimiento de su Hijo, que es misericordia, que nos ayude a esforzarnos en seguir construyendo el Reino de su Hijo con actitudes acordes al Evangelio. Que nos proteja y nos haga capaces de darnos cuentas cuando nos metemos en caminos que no son Evangélicos, y que sepamos imitarla, en especial, en este tiempo de verano, a que saquemos tiempo para rezar, meditar y acercarnos a los sacramentos. Que es fuerza para nuestra vida de cristianos.
Que así sea.
Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-de-xxi-domingo-del-tiempo-ordinario-por-fray-jose-borja/
17 agosto 2016
Catequesis del Papa sobre la misericordia como instrumento de comunión.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy queremos reflexionar sobre el milagro de la multiplicación de los panes. Al inicio de la narración que hace Mateo (Cfr. 14,13-21), Jesús ha apenas recibido la noticia de la muerte de Juan Bautista, y con una barca atraviesa el lago en búsqueda de «un lugar desierto para esta a solas» (v. 13).
La gente lo intuye y lo precede a pie – Él va por el lago, y la gente a pie – así que «cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos» (v. 14).
Así era Jesús: siempre con la compasión, siempre pensando en los demás. Impresiona la determinación de la gente, que teme ser dejada sola, como abandonada. Muerto Juan Bautista, profeta carismático, se encomienda a Jesús, del cual el mismo Juan había dicho: «aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo» (Mt 3,11).
Así la multitud lo sigue por todas partes, para escucharlo y para llevarle los enfermos. Y viendo esto Jesús se conmueve. Jesús no es frío, no tiene un corazón frío. Jesús es capaz de conmoverse.
De una parte, Él se siente ligado a esta multitud y no quiere que se vaya; de la otra, tiene necesidad de soledad, de oración, con el Padre. Muchas veces pasa la noche orando con su Padre.
También aquel día, el Maestro se dedicó a la gente. Su compasión no es un vago sentimiento; en cambio muestra toda la fuerza de su voluntad por estar cerca de nosotros y salvarnos. Nos ama tanto. Tanto nos ama, Jesús. Y quiere estar cerca de nosotros.
Al acercarse la tarde, Jesús se preocupa por dar de comer a todas aquellas personas, cansadas y hambrientas. Jesús cuida de cuantos lo siguen. Y quiere involucrar en esto a sus discípulos.
De hecho, les dice a ellos: «denles de comer ustedes mismos» (v. 16). Y demostró a ellos que los pocos panes y peces que tenían, con la fuerza de la fe y de la oración, podían ser compartidos por toda aquella gente. Es un milagro que hace Él, pero es el milagro de la fe, de la oración con la compasión y el amor.
Así Jesús «partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud» (v. 19). Tomaban un pan, lo partían, lo daban y el pan todavía estaba ahí; tomaban una vez más y así han hecho sus discípulos. El Señor va al encuentro de las necesidades de los hombres, pero quiere hacer de cada uno de nosotros concretamente participes de su compasión.
Ahora detengámonos en el gesto de bendición de Jesús: Él «tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, y se los dio» (v. 19).
Como se ve, son los mismos signos que Jesús ha realizado en la Última Cena: el mismo; y son también los mismos que todo sacerdote realiza cuando celebra la Santa Eucaristía. La comunidad cristiana nace y renace continuamente de esta comunión eucarística.
Vivir la comunión con Cristo es por lo tanto otra cosa que permanecer pasivos y ajenos a la vida cotidiana, al contrario, siempre nos introduce más en la relación con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles un signo concreto de la misericordia y de la atención de Cristo.
Mientras nos nutre de Cristo, la Eucaristía que celebramos también nos transforma poco a poco en cuerpo de Cristo y en alimento espiritual para nuestros hermanos. Jesús quiere alcanzar a todos, para llevar a todos el amor de Dios. Por esto hace de cada creyente servidor de la misericordia.
Así Jesús ve a la gente, siente compasión, multiplica los panes y lo mismo hace con la Eucaristía. Y nosotros creyentes que recibimos este pan somos impulsados por Jesús a llevar este servicio a los demás, con la misma compasión de Jesús. Este es el camino.
La narración de la multiplicación de los panes y de los peces se concluye con la constatación de que todos se han saciado y con la recolección de los pedazos que sobraron (Cfr. v. 20).
Cuando Jesús con su compasión y su amor nos da una gracia, nos perdona los pecados, nos abraza, nos ama, jamás hace a mitad: todo. Como ha sucedido aquí. Todos se han saciado. Jesús llena nuestro corazón y nuestra vida de su amor, de su perdón, de su compasión.
Jesús pues ha permitido a sus discípulos seguir su orden. De este modo ellos conocen el camino a seguir: saciar al pueblo y tenerlo unido; es decir, estar al servicio de la vida y de la comunión.
Pues invoquemos al Señor, para que haga siempre a su Iglesia capaz de este santo servicio, y para que cada uno de nosotros pueda ser instrumento de comunión en su propia familia, en el trabajo, en la parroquia y en los grupos de pertenencia, un signo visible de la misericordia de Dios que no quiere dejar a nadie en la soledad y en la necesidad, para que descienda la comunión y la paz entre los hombres y la comunión de los hombres con Dios, porque esta comunión es vida para todos. Gracias.
(17-8-2016)
16 agosto 2016
Hoy nos habla el Padre Francisco Méndez Casariego.
“Si alguna vez os vais de ésta, vuestra casa, y llegáis a estar en algún peligro, salid de él, corred y venid. Recordad que, como el hijo pródigo tenía un padre que a la ventana lo estaba esperando, así vosotros tenéis un padre que siempre está dispuesto a ayudaros y que siempre tenéis un pedazo de pan que comer y un lecho humilde para descansar, libres de pecado y con la paz del alma”.
Mensaje del Papa Francisco por el día de la Asunción de la Virgen.
El Evangelio de hoy, presenta el encuentro entre María y su prima Isabel, subrayando que María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
En aquellos días, María corría hacia una pequeña ciudad a los alrededores de Jerusalén para encontrar a Isabel. Hoy, en cambio, la contemplamos en su camino hacia la Jerusalén celeste, para encontrar finalmente el rostro del Padre y volver a ver el rostro de su Hijo Jesús.
La Virgen muchas veces en su vida terrena había recorrido zonas montañosas, hasta la última etapa dolorosa del Calvario, asociada al misterio de la pasión de Cristo. Ahora la vemos llegar a la montaña de Dios, ‘revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza’ –como dice el Libro del Apocalipsis– y la vemos cruzar el umbral de la patria celeste.
Santa María, “ha sido la primera en creer en el Hijo de Dios, y es la primera de nosotros en ser elevada al cielo en alma y cuerpo.
Fue la primera en recibir y tomar en brazos a Jesús cuando era todavía niño y es la primera en ser recibida en sus brazos para ser introducida en el Reino eterno del Padre”.
María, la humilde y simple muchacha de un pueblo perdido de las periferias del imperio romano, justamente porque ha recibido y vivido el Evangelio, es admitida por Dios a estar para la eternidad junto al Hijo.
Es así que el Señor derriba a los poderosos de su trono y eleva a los humildes. El misterio de la Asunción de María es grande, dijo, y se refiere a cada uno de nosotros, concierne nuestro futuro.
María, de hecho, nos precede en el camino en la cual están encaminados aquellos que, mediante el Bautismo, han ligado su vida a Jesús, como María ligó a Él su propia vida.
El regocijo de María, expresado en el canto del Magníficat, “se convierte en el canto de la humanidad entera, que se complace en ver al Señor inclinarse sobre todos los hombres y todas las mujeres, humiles creaturas, y llevarlos con Él al cielo”.
El cantico nos lleva también a pensar en tantas situaciones dolorosas actuales, en particular a aquellas, de las mujeres oprimidas por el peso de la vida y del drama de la violencia, de las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, de las niñas obligadas a trabajos deshumanos, de las mujeres obligadas a rendirse en el cuerpo y en el espíritu a la concupiscencia de los hombres.
Quiero expresar deseo de que para estas mujeres pueda llegar pronto “el inicio de una vida de paz, de justicia, de amor, en espera del día en el cual finalmente se sentirán tomadas por manos que no las humillan, sino con ternura las levantan y las conducen en el camino de la vida, hasta el cielo”.
Pidamos al Señor que Él mismo las lleve en sus manos por el camino de la vida y las libere de estas esclavitudes.
(15-8-2016)
Ángelus del Papa Francisco en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días! Buen día de la Asunción!
El Evangelio (Lc 1,39-56), de la fiesta de hoy de la Asunción de María al cielo describe el encuentro entre María y su prima Isabel, haciendo hincapié en que "se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá "(V.39). En aquellos días, María corrió a una pequeña ciudad cerca de Jerusalén para cumplir con Elizabeth. Hoy, sin embargo, contemplamos en su camino hacia la Jerusalén celeste, para finalmente conocer el rostro del Padre y revisar la cara de sus zonas montañosas Hijo Jesús. Así que muchas veces en su vida en la tierra había cubierto, hasta la última etapa del doloroso calvario, asociado al misterio de la pasión de Cristo. Hoy vemos a llegar al monte de Dios, "vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas" (Ap 12,1) - como el libro de Apocalipsis dice - y lo vemos cruzar el umbral de la patria celeste.
Fue el primero en creer en el Hijo de Dios, y es el primero en ser llevado al cielo en cuerpo y alma. El primero en la bienvenida y llevaron a Jesús en sus brazos cuando él era un niño, y es el primero en ser aceptado por los brazos para ser introducido en el Reino eterno del Padre. María, muchacha humilde y sencilla desde un remoto pueblo de la periferia del Imperio Romano, porque aceptó y vivió el Evangelio, está permitido por Dios en reposo durante toda la eternidad al lado del trono del Hijo. Así es como el Señor echó a los poderosos de sus tronos y levantó a los humildes (cf. Lc 1, 52).
La Asunción de María es un gran misterio que nos concierne a todos, por nuestro futuro. María, en efecto, nos precede en la calle en la que los que han pasado por el bautismo, han ligado su vida a Jesús, como María atada a él sus vidas. La fiesta de hoy nos hace mirar hacia el cielo, promete "nuevos cielos y la nueva tierra", con la victoria de Cristo resucitado sobre la muerte y la derrota final del maligno. Por lo tanto, la exaltación de la humilde muchacha de Galilea, se expresa en el canto del Magnificat, se convierte en la canción de toda la humanidad, que es el placer de ver al Señor inclinarse sobre todos los hombres y todas las mujeres, criaturas humildes, y llevarlos con él en el cielo.
El Señor mira hacia abajo en los humildes, y para criarlos como proclama el cántico del Magnificat. Esta canción de María también nos lleva a pensar en muchas situaciones dolorosas actuales, en particular las mujeres abrumados por el peso de la vida y el drama de la violencia, las esclavas de la arrogancia de los poderosos, las niñas obligadas a trabajos inhumanos, las mujeres ven obligados a rendirse en cuerpo y en espíritu a la codicia de los hombres. Puede llegar tan pronto como sea posible para ellos el comienzo de una vida de paz, de justicia, de amor, esperando el día en que finalmente se siente agarrado por las manos que no se humillan, pero con aumento de ternura y conducirlos por el camino de la vida , hasta el cielo. María, una niña, una mujer que ha sufrido tanto en su vida, nos hace pensar en estas mujeres que sufren tanto. Pedimos al Señor que les lleva de la mano y llevarlos en el camino de la vida, liberándolos de esta atadura.
Y ahora nos dirigimos con confianza a María, dulce Reina de los cielos, y nos preguntamos: "Danos días de paz, velar por nuestro camino, nos hace ver que su Hijo, lleno de la alegría del cielo" (Himno de las II Vísperas).
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
la Reina de la Paz, que hoy contemplamos en la gloria celestial, quiero confiar una vez más las angustias y los dolores de las poblaciones en muchas partes del mundo son víctimas inocentes del conflicto persistente. Mi pensamiento se dirige a la población de Kivu del Norte, en la República Democrática del Congo, recientemente afectada por nuevas masacres que se cometen en el largo silencio vergonzoso, incluso sin llamar la atención. Estas víctimas son parte, lamentablemente, de muchas personas inocentes que no tienen influencia en la opinión pública mundial. Que María obtenga para todos los sentimientos de compasión, la comprensión y el deseo de concordia!
Saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos de diferentes países! En particular, saludo a los jóvenes de Villadose, los fieles de Credaro y los de Crosara.
Que tenga un buen día de la Asunción a todos ustedes aquí presentes, ya los que están en diversas ciudades de vacaciones, así como para aquellos que no pudieron ir de vacaciones, especialmente a los enfermos, a los que están solos y los que asegura estos días de celebración del servicios esenciales para la comunidad.
Gracias por venir, y por favor, no se olvide de rezar por mí. Buena comida y adiós!
15 agosto 2016
Significado de la Asunción de la Virgen María.
La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, se celebra en toda la Iglesia el 15 de agosto. Esta fiesta tiene un doble objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al cielo.
“En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios”.
Homilía de Benedicto XVI (2010)
¿Qué es el Dogma de la Asunción de la Virgen?
El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este interrogante:
"La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (#966).
La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección.
Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando "ex-cathedra". Y ... ¿qué es un Dogma? Puesto en los términos más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios.
En este caso se dice que el Papa habla "ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como creencia obligatoria de los fieles Católicos.
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (#966) nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la Proclamación del Dogma: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".
Y el Papa San Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:
"El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio" (San Juan Pablo II, 2-julio-97).
"Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos" (San Juan Pablo II , Audiencia General del 9-julio-97).
Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial" (San Juan Pablo II, 15-agosto-97)
Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.
Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la re-encarnación entre nosotros? Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser humano.
El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los Angeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.
Evangelio. Solemnidad de La Asunción de la Virgen María.
Según San Lucas 1, 39 - 56.
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!». Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
Reflexión.
Hoy dice san Bernardo: sube al cielo la Virgen llena de gloria, y colma de gozo a los ciudadanos celestes.
El primer don que te prodiga es la Palabra, que Ella supo guardar con tanta fidelidad en el corazón, y hacerla fructificar desde su profundo silencio acogedor.
Ángelus del Papa Francisco. Domingo 14-6-2016.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este domingo (Lc 12.49 a 53) es parte de las enseñanzas de Jesús dirigió a sus discípulos a lo largo de su ascenso a Jerusalén, donde se espera la muerte en la cruz. Para indicar el propósito de su misión, que utiliza tres imágenes: el fuego, el bautismo y la división. Hoy quiero hablar de la primera imagen: el fuego.
Jesús lo expresa con estas palabras: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!" (V.49). El fuego de la que habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, la presencia viva y activa en nosotros desde el día de nuestro bautismo. Es - fuego - es una fuerza creativa que purifica y renueva, se quema toda miseria humana, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde dentro, regenera y nos hace capaces de amar. Jesús desea que el Espíritu Santo se encienda como el fuego en nuestros corazones, porque es sólo desde el corazón que el fuego del amor divino va a florecer y hacer avanzar el Reino de Dios. Se parte de la cabeza, desde el corazón. Y por qué Jesús quiere que el fuego fuego entre en nuestro corazón. Si nos completamente abierto a la acción de este fuego, que es el Espíritu Santo, Él nos dará la audacia y fervor para anunciar a todos Jesús y su mensaje consolador de la misericordia y la salvación, lejos de la costa, sin miedo. Pero el fuego se inicia en el corazón.
Lleva a cabo su misión en el mundo, la Iglesia - es decir, todos nosotros Iglesia - necesita la ayuda del Espíritu Santo a fin de no ser disuadido por el miedo y el cálculo, no acostumbrarse a caminar dentro de fronteras seguras. Estas dos actitudes llevan a la Iglesia a ser una iglesia funcional, que no es probable que nunca. En cambio, el valor apostólico que los Kindles Espíritu Santo en nosotros como un fuego que nos ayuda a superar los muros y barreras, nos hace creativos y nos anima a ponernos en movimiento incluso caminar en los caminos inexplorados o poco convenientes, ofreciendo esperanza a las personas que encontramos. Con ese fuego del Espíritu Santo, somos llamados a ser cada vez más comunidades de personas guiadas y transformados, llenos de comprensión, la gente del corazón dilatado y la cara alegre. Hoy más que nunca necesita de sacerdotes, personas consagradas y los fieles laicos, con la atenta mirada del Apóstol, que nos cambiaran y estar delante de las molestias y la pobreza material y lo espiritual, caracterizando el proceso de evangelización y misión el ritmo de curación de la proximidad. No es sólo el fuego del Espíritu Santo, que nos guía en "la llegada" de la otra: las personas que sufren, a los necesitados; de tantas miserias humanas, muchos problemas; de los refugiados, los desplazados, los que sufren .... Ese fuego que viene del corazón. Fuego.
En este momento, también pienso con admiración sobre todo a los numerosos sacerdotes, religiosos y fieles laicos que, en todo el mundo, se dedica a la proclamación del Evangelio con gran amor y fidelidad, a menudo, incluso a costa de la vida. Su testimonio ejemplar nos recuerda que la Iglesia no necesita burócratas y funcionarios diligentes, pero misioneros apasionados, devorados por el ardor de llevar a todos las palabras consoladoras de Jesús y su gracia. Este es el fuego del Espíritu Santo. Si la Iglesia no recibe este fuego y no le deja entrar en sí mismo, se convierte en una iglesia fría o tibia, incapaz de dar a luz, ya que está hecho a partir de los cristianos frías y tibias. Lo haremos así, hoy en día, tomar cinco minutos y pregunte: "¿Pero cómo es mi corazón? Tienes frío? Es cálido? Es capaz de recibir este fuego? "Vamos a tomar cinco minutos para ello. Habrá bueno para todos.
Y solicitamos a la Virgen María para rezar con nosotros y por nosotros, Padre Celestial, que derrame sobre todos los creyentes el Espíritu Santo, divino fuego que calienta el corazón y nos ayuda a ser solidarios con las alegrías y los sufrimientos de nuestros hermanos. Se nos apoya en nuestro viaje el ejemplo de San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad, de la que hoy es la fiesta: nos enseña a vivir el fuego del amor a Dios y al prójimo.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos presentes!
Aún hoy tengo la alegría de saludar a algunos grupos de jóvenes: en primer lugar los exploradores venidos de París; y luego los jóvenes que vinieron a Roma en peregrinación a pie o en bicicleta desde Bisuschio, Treviso, Solarolo, Macherio, Sovico, Vall'Alta de Bérgamo y seminaristas del Seminario Menor de Bérgamo. Me repito las palabras que eran el tema de la gran reunión en Cracovia: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia"; siempre se esfuerzan para perdonar y tener un corazón compasivo.
Saludo también a las asociaciones de proyectos "en bicicleta tarjetas postales".
A todos os un buen domingo y una buena comida deseo. Y, por favor, no se olvide de rezar por mí. Adiós!
Audiencia General del Papa Francisco. Miércoles 10 de agosto del 2016.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado (7, 11-17) nos presenta un milagro de Jesús verdaderamente grandioso: la resurrección de un chico. Y, sin embargo, el corazón de esta narración no es el milagro, sino la ternura de Jesús hacia la mamá de este chico. La misericordia toma aquí el nombre de gran compasión hacia una mujer que había perdido el marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo. Es este gran dolor de una mamá que conmueve a Jesús y le inspira el milagro de la resurrección.
Presentando este episodio, el Evangelista se recrea en muchos detalles. En la puerta de la ciudad de Naím —un pueblo— se encuentran dos grupos numerosos, que provienen de direcciones opuestas y no tienen nada en común. Jesús, seguido por los discípulos y por una gran muchedumbre, está a punto de entrar en el pueblo, mientras está saliendo de allí el triste cortejo que acompaña a un difunto, con la madre viuda y mucha gente. En la puerta los dos grupos solamente se rozan, siguiendo cada uno por su propio camino, es entonces cuando san Lucas anota el sentimiento de Jesús: «Viendo [a la mujer], el Señor tuvo compasión de ella, y le dijo: “no llores”. Y, acercándose tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon» (vv. 13-14). Gran compasión guía las acciones de Jesús: es Él quien detiene el cortejo tocando el féretro y, movido por la profunda misericordia hacia esta madre, decide afrontar la muerte, por así decir, cara a cara. Y la afrontará definitivamente, cara a cara, en la Cruz.
Durante este Jubileo, sería una buena cosa que, al pasar el umbral de la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, los peregrinos recordasen este episodio del Evangelio, acaecido en la puerta de Naím. Cuando Jesús vio a esta madre llorar, ¡ella entró en su corazón! A la Puerta Santa cada uno llega llevando su propia vida, con sus alegrías y sus sufrimientos, sus proyectos y sus fracasos, sus dudas y sus temores, para presentarlos ante la misericordia del Señor. Estamos seguros de que, en la Puerta Santa, el Señor se acerca para encontrarse con cada uno de nosotros, para llevar y ofrecer su potente palabra de consolación: «no llores» (v. 13). Esta es la Puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Superando el umbral, nosotros realizamos nuestra peregrinación dentro de la misericordia de Dios que, como al chico muerto, repite a todos: «Joven a ti te digo, ¡levántate!» (v. 14). A cada uno de nosotros dice: «¡levántate!». Dios nos quiere de pie. Nos ha creado para estar de pie: por eso, la compasión de Jesús lleva a ese gesto de la sanación, a sanarnos, cuya palabra clave es: «¡levántate! ¡ponte de pie como te ha creado Dios!». De pie. «Pero, Padre, nosotros nos caemos muchas veces» —«¡Vamos, levántate!». Esta es la palabra de Jesús, siempre. Al pasar el umbral de la Puerta Santa, buscamos sentir en nuestro corazón esta palabra: «¡levántate!». La palabra potente de Jesús puede hacernos levantar y obrar en nosotros también el paso de la muerte a la vida. Su palabra nos hace revivir, regala esperanza, da sosiego a los corazones cansados, abre una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte. Sobre la Puerta santa está grabado para cada uno de nosotros ¡el inagotable tesoro de la misericordia de Dios!
Alcanzado por la palabra de Jesús, «el muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre» (v. 15). Esta frase es muy bonita: indica la ternura de Jesús: «se lo dio a su madre». La madre vuelve a encontrar a su hijo. Recibiéndolo de las manos de Jesús se convierte en madre por segunda vez, pero el hijo que ahora se le ha devuelto no ha recibido la vida de ella. Madre e hijo reciben así la respectiva identidad gracias a la palabra potente de Jesús y a su gesto amoroso. Así, especialmente en el Jubileo, la madre Iglesia recibe a sus hijos reconociendo en ellos la vida donada por la gracia de Dios. Y es en virtud de tal gracia, la gracia del Bautismo, que la Iglesia se convierte en madre y cada uno de nosotros se convierte en hijo.
Ante el chico que volvió a vivir y fue devuelto a la madre, «el temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo “un gran profeta se ha levantado entre nosotros” y “Dios ha visitado a su pueblo”». Lo que Jesús ha hecho no es sólo una acción de salvación destinada a la viuda y a su hijo, o un gesto de bondad limitado a esa población. A través del auxilio misericordioso de Jesús, Dios va a encontrarse con su pueblo, en Él se refleja y seguirá reflejándose para la humanidad toda la gracia de Dios. Celebrando este Jubileo, que he querido que fuera vivido en todas las Iglesias particulares, es decir, en todas las iglesias del mundo, y no sólo en Roma, es como si toda la Iglesia extendida por el mundo se uniera en un único canto de alabanza al Señor. También hoy la Iglesia reconoce ser visitada por Dios. Por ello, acercándonos a la Puerta de la Misericordia, cada uno sabe que se acerca a la puerta del corazón misericordioso de Jesús: es precisamente Él la verdadera Puerta que conduce a la salvación y nos restituye una vida nueva. La misericordia, sea en Jesús sea en nosotros, es un camino que nace del corazón para llegar a las manos. ¿Qué significa esto? Jesús te mira, te cura con su misericordia, te dice: «¡Levántate!», y tu corazón es nuevo. ¿Qué significa recorrer un camino del corazón a las manos? Significa que con el corazón nuevo, con el corazón sanado por Jesús puedo realizar obras de misericordia con las manos, intentando ayudar, sanar a muchos que tienen necesidad. La misericordia es un camino que parte del corazón y llega a las manos, es decir a las obras de misericordia.
He dicho que la misericordia es un camino que va del corazón a las manos. En el corazón, nosotros recibimos la misericordia de Jesús, que nos da el perdón de todo, porque Dios perdona todo y nos alivia, nos da la vida nueva y nos contagia con su compasión. De aquel corazón perdonado y con la compasión de Jesús, empieza el camino hacia las manos, es decir, hacia las obras de misericordia. Me decía un obispo, el otro día, que en su catedral y en otras iglesias ha hecho puertas de misericordia de entrada y de salida. Yo le he preguntado: «¿Por qué lo has hecho?». —«Porque una puerta es para entrar, pedir perdón y obtener la misericordia de Jesús; la otra es la puerta de la misericordia de salida, para llevar la misericordia a los demás, con nuestras obras de misericordia». ¡Qué inteligente es este obispo! También nosotros hacemos lo mismo con el camino que va del corazón a las manos: entramos en la iglesia por la puerta de la misericordia, para recibir el perdón de Jesús, que dice «¡levántate, ve, ve!»; y con este «¡ve!» —en pie— salgamos por la puerta de salida. Es la Iglesia en salida: el camino de la misericordia que va del corazón a las manos. ¡Haced este camino!
* * * * *
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España, Latinoamérica y Guinea Ecuatorial. Que Jesús nos conceda el don de su gracia para que aprendamos a ser misericordiosos y atentos a las necesidades de nuestros hermanos, recordando que la misericordia es un camino que sale del corazón pero tiene que llegar a las manos, es decir, hacer obras de misericordia. Muchas gracias.
10 agosto 2016
Meditación del Beato Manuel González García.
«Un sacerdote que cada día ofrece en honor del Padre Dios a Jesús inmolado, y se ofrece
inmolado con Él, y que da cuanto tiene y se da cuanto es a las almas, sin esperar nada de
ello. Es un sacerdote sacrificado a gusto en su misa de cada día en honor del Padre Dios, con
y como Jesús, y dado a las almas siempre, como Jesús en el Sagrario y en la Comunión. Un
sacerdote-hostia es un retrato vivo de la Hostia de la Misa y de la Comunión por dentro y
por fuera».
09 agosto 2016
Ángelus del Papa Francisco. Domingo 7-8-2016.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En el pasaje de hoy Evangelio (Lc 12.32 a 48), Jesús habla a sus discípulos de la actitud que deben tomarse en vista del encuentro definitivo con Él, y explica cómo la expectativa de esta reunión debe conducir a una vida llena de las buenas obras. Entre otras cosas, dice: "Venda sus posesiones y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro salvo en el cielo, donde no se acerca ningún ladrón, ni la polilla consume "(v. 33). Es una invitación a la limosna es el valor como una obra de misericordia, no colocar la confianza en los bienes efímeros, usar cosas sin apego y el egoísmo, pero de acuerdo con la lógica de Dios, la lógica de la atención a los demás, la lógica el amor. Podemos estar tan apegados al dinero, tener tantas cosas, pero al final no les podemos llevar con nosotros. Recuerde que "la mortaja no tiene bolsillos."
La enseñanza de Jesús continúa con tres breves parábolas sobre el tema de la supervisión. Esto es importante: mirar, estar alerta, estar alerta en la vida. La primera es la parábola de los siervos que esperan en la noche el regreso del maestro. "Dichosos los criados a quienes el maestro se encuentra en vela" (v. 37): es la bienaventuranza de la fe espera en el Señor de estar listo, en una actitud de servicio. Lo hace todos los días, llamando a la puerta de nuestro corazón. Y los que serán bendecidos, porque tendrán una gran recompensa, porque el Señor mismo será el sirviente de sus sirvientes - es una buena recompensa - en la gran mesa de su propio reino vendrá y servirlos. Con esta parábola, establecido por la noche, Jesús promete la vida como una vigilia a la espera trabajador, que es un preludio al día brillante de la eternidad. Para acceder a ellos tiene que estar listo, alerta y comprometida con el servicio a los demás, en la perspectiva reconfortante, "más allá", no vamos a ser nosotros de servir a Dios, sino que él mismo nos dará la bienvenida a su mesa. Pensándolo bien, esto ya es el caso cada vez que nos encontramos con el Señor en la oración, o en el servicio a los pobres, sobre todo en la Eucaristía, en la que se prepara una fiesta para alimentarnos de su Palabra y de su Cuerpo.
La segunda parábola tiene la imagen del ladrón de la venida impredecible. Este hecho requiere un reloj; De hecho, Jesús exhorta: "Prepárense, porque a una hora que no pensáis, el Hijo del hombre venga" (v 40).. El discípulo es aquel que espera al Señor y su Reino. El Evangelio aclara esta perspectiva con la tercera parábola: el administrador de una casa después de la salida del propietario. En el primer panel, el administrador realiza sus funciones de manera fiel y recibir la recompensa. En la segunda escena, el director de abusar de su autoridad y herir a los servidores, por lo que, el repentino regreso del maestro, será castigado. Esta escena describe una situación común en nuestros días: tanta injusticia, la violencia y males diarias nacen de la idea de comportarse como dueños de las vidas de los demás. Sólo tenemos un maestro que no le gusta ser llamado "maestro", sino "Padre." Todos somos esclavos, los pecadores y los niños: Él es el único Padre.
Jesús hoy nos recuerda que la espera de la bienaventuranza eterna no dispensa del compromiso para que sea más justo y más habitable del mundo. De hecho, sólo por esta nuestra esperanza de poseer la eternidad Unido nos anima a trabajar para mejorar las condiciones de vida en la tierra, especialmente los hermanos débiles. Que la Virgen María nos ayude a ser personas y comunidades no aplanados en la presente, o, peor aún, el pasado nostálgico, pero se inclinó hacia el futuro de Dios, hacia el encuentro con él, nuestra vida y nuestra esperanza.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
por desgracia siguen llegando informes de Siria de las víctimas civiles de la guerra, especialmente de Alepo. inaceptable que tantas personas indefensas E '- incluso muchos niños - tienen que pagar el precio del conflicto, el precio de cierre corazón y la falta de voluntad de paz de los poderosos. Estamos cerca de la oración y la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas sirios, y les confiamos a la protección maternal de la Virgen María. Por favor, todo un poco 'en silencio y luego el Ave María.
Saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos de diferentes países! Se veían muchas banderas!
Hoy en día existen varios grupos de niños y jóvenes. Os saludo con gran afecto! En particular, el grupo de la pastoral juvenil Verona; jóvenes de Padua, Sandrigo y Brembilla; el grupo de chicos Fasta, vino de Argentina. Sin embargo, estos argentinos hacen ruido por todas partes! Así como saludar a los adolescentes y Campogalliano San Matteo della Decima, llegó a Roma para llevar a cabo un servicio voluntario en centros de acogida.
Saludo también a los fieles de Sforzatica, diócesis de Bérgamo.
Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olvide de rezar por mí. Buena comida y adiós!
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07 agosto 2016
Evangelio. Domingo XIX del Tiempo Ordinario.
Según San Lucas 12, 32 - 48.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».
Reflexión.
Según la mentalidad del mundo: tanto tienes, tanto vales. Las personas son valoradas por el dinero que poseen, por su clase y categoría social, por su prestigio, por su poder. Todo eso, a los ojos de Dios, no vale nada.
Que las riquezas de tu corazón no sean los dioses de este mundo, sino el amor, la verdadera paz, la sabiduría y todos los dones que Dios concede
Reflexión del Domingo XIX del Tiempo Ordinario.
El domingo pasado, las lecturas nos hablaban de la vanidad. Que no debíamos perder el tiempo en cosas materiales de este mundo, porque nos apartan de Dios, nos aíslan de las cosas importantes y ahogamos nuestra vida espiritual.
Pablo, nos aconsejaba, que aunque estamos salvados por el Bautismo, tenemos que trabajarnos por nuestra vida espiritual. Trabajar por los bienes de ahí arriba, lo que no caducan, ni pasan.
Llevar una vida más sobria y más servicial, son los mejores ingredientes para poder ser feliz y cimentar nuestra vida espiritual.
En este domingo XIX del Tiempo Ordinario, nos dicen que donde esté nuestro tesoro, allí está nuestro corazón. Un mensaje claro que nos ayuda a la confianza, a que tengamos un desprendimiento de las cosas “caducas” para poder tener el corazón bien abierto y con espacio para lo que realmente merece la pena. La fe y la confianza en el Señor, es nuestra “gasolina” para que el motor de nuestra vida espiritual funcione.
La fe es un Don de Dios, una virtud, una actitud. Que el Señor a través de las lecturas de este domingo, nos ayude a que la Fe, sea nuestro tesoro. Y de ahí, que llene nuestro corazón de esperanza. Porque una sin la otra, está incompleta.
En la Primera Lectura de la Sabiduría, nos narra el anuncio de la liberación. Como el pueblo espera y confía en la salvación de los inocentes y en el castigo de los culpables.
Es el final del libro de la Sabiduría, y lo que nos hace ver es la acción de Dios como castigo justo a los opresores del pueblo de Israel, y la protección de Dios al pueblo.
Ellos veían que Dios era justo con los justos, e injusto con los injustos. Pero lo que se les escapaba de su mentalidades, era que Dios es mucho más. Que no paga según nuestras virtudes o fallos, sino, que Él es puro y verdadero amor.
En la Segunda Lectura de la carta a los Hebreos, nos recuerda que tenemos una “patria mejor”, que somos peregrinos de la vida que estamos viviendo ahora. Pero que la importante es la que está por venir. Tenemos la obligación de cuidar de ella, implicarnos como algo nuestro, algo propio. Estamos a su cuidado y debemos ser constructores fieles.
Esa “patria” que Dios nos la dona gratuitamente por medio de la fe. El Señor nos pide confianza, esperanza y fe. Se nos dona nada más y nada menos que el Reino de Dios, si creemos en ese Reino, debemos, y estamos obligados a construirlo aquí y ahora.
Que el Reino sepamos actualizarlo en cada momento de nuestra vida, para que así irradiemos luz de esperanza en la de nuestro Señor Jesucristo.
En el Evangelio de Lucas, se nos aconseja a que estemos atentos a la llegada en que seremos libres. A que estemos espabilados a discernir los signos de los tiempos en que vivimos.
Un tiempo donde es muy difícil creer en las palabras, en las promesas, en la fe en Cristo. Vivimos en una sociedad donde si no se demuestra, ni se ve, no debemos creerlo… No existe, no es de “fiar”.
Pero hoy Jesús en el Evangelio nos va a decir todo lo contrario: Fe y esperanza, claves fundamentales para lo que está por venir. La fe no puede ser una pastilla que nos la tomemos en momentos concretos, o cuando nos interesa. Tenemos que estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora. Vivamos cada día como si fuera el último.
Llenemos nuestro corazón de momentos únicos que valgan la pena, seamos responsables en nuestros quehaceres, llevemos una vida espiritual acorde con lo que creemos. Seamos fieles al camino emprendido por Jesús en el Evangelio. En todos los momentos, busquemos la gloria de Dios en los acontecimientos y personas que se nos vayan poniendo a nuestro lado. Para que cuando nos llegue la hora de que nos examinen del amor, sepamos aprobar, gracias a todos los momentos vividos, y obtengamos plenamente el Reino prometido.
Pidamos a la Virgen, Madre de la Misericordia, que nos ayude a tener la fe que ella.tuvo en su Hijo Jesucristo. A que tengamos la esperanza y la confianza en Dios para cumplir su voluntad.
Que estas lecturas dominicales nos hagan descubrir en qué grado está nuestra confianza en Dios y su Reino futuro.
Sigamos pidiendo por todos los cristianos que están siendo perseguidos a causa de su fe, para que el Señor le haya premiado con la gracia de fe y del tesoro del Reino.
Que así sea.
Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-del-domingo-xix-del-tiempo-ordinario-fray-jose-borja/
Pablo, nos aconsejaba, que aunque estamos salvados por el Bautismo, tenemos que trabajarnos por nuestra vida espiritual. Trabajar por los bienes de ahí arriba, lo que no caducan, ni pasan.
Llevar una vida más sobria y más servicial, son los mejores ingredientes para poder ser feliz y cimentar nuestra vida espiritual.
En este domingo XIX del Tiempo Ordinario, nos dicen que donde esté nuestro tesoro, allí está nuestro corazón. Un mensaje claro que nos ayuda a la confianza, a que tengamos un desprendimiento de las cosas “caducas” para poder tener el corazón bien abierto y con espacio para lo que realmente merece la pena. La fe y la confianza en el Señor, es nuestra “gasolina” para que el motor de nuestra vida espiritual funcione.
La fe es un Don de Dios, una virtud, una actitud. Que el Señor a través de las lecturas de este domingo, nos ayude a que la Fe, sea nuestro tesoro. Y de ahí, que llene nuestro corazón de esperanza. Porque una sin la otra, está incompleta.
En la Primera Lectura de la Sabiduría, nos narra el anuncio de la liberación. Como el pueblo espera y confía en la salvación de los inocentes y en el castigo de los culpables.
Es el final del libro de la Sabiduría, y lo que nos hace ver es la acción de Dios como castigo justo a los opresores del pueblo de Israel, y la protección de Dios al pueblo.
Ellos veían que Dios era justo con los justos, e injusto con los injustos. Pero lo que se les escapaba de su mentalidades, era que Dios es mucho más. Que no paga según nuestras virtudes o fallos, sino, que Él es puro y verdadero amor.
En la Segunda Lectura de la carta a los Hebreos, nos recuerda que tenemos una “patria mejor”, que somos peregrinos de la vida que estamos viviendo ahora. Pero que la importante es la que está por venir. Tenemos la obligación de cuidar de ella, implicarnos como algo nuestro, algo propio. Estamos a su cuidado y debemos ser constructores fieles.
Esa “patria” que Dios nos la dona gratuitamente por medio de la fe. El Señor nos pide confianza, esperanza y fe. Se nos dona nada más y nada menos que el Reino de Dios, si creemos en ese Reino, debemos, y estamos obligados a construirlo aquí y ahora.
Que el Reino sepamos actualizarlo en cada momento de nuestra vida, para que así irradiemos luz de esperanza en la de nuestro Señor Jesucristo.
En el Evangelio de Lucas, se nos aconseja a que estemos atentos a la llegada en que seremos libres. A que estemos espabilados a discernir los signos de los tiempos en que vivimos.
Un tiempo donde es muy difícil creer en las palabras, en las promesas, en la fe en Cristo. Vivimos en una sociedad donde si no se demuestra, ni se ve, no debemos creerlo… No existe, no es de “fiar”.
Pero hoy Jesús en el Evangelio nos va a decir todo lo contrario: Fe y esperanza, claves fundamentales para lo que está por venir. La fe no puede ser una pastilla que nos la tomemos en momentos concretos, o cuando nos interesa. Tenemos que estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora. Vivamos cada día como si fuera el último.
Llenemos nuestro corazón de momentos únicos que valgan la pena, seamos responsables en nuestros quehaceres, llevemos una vida espiritual acorde con lo que creemos. Seamos fieles al camino emprendido por Jesús en el Evangelio. En todos los momentos, busquemos la gloria de Dios en los acontecimientos y personas que se nos vayan poniendo a nuestro lado. Para que cuando nos llegue la hora de que nos examinen del amor, sepamos aprobar, gracias a todos los momentos vividos, y obtengamos plenamente el Reino prometido.
Pidamos a la Virgen, Madre de la Misericordia, que nos ayude a tener la fe que ella.tuvo en su Hijo Jesucristo. A que tengamos la esperanza y la confianza en Dios para cumplir su voluntad.
Que estas lecturas dominicales nos hagan descubrir en qué grado está nuestra confianza en Dios y su Reino futuro.
Sigamos pidiendo por todos los cristianos que están siendo perseguidos a causa de su fe, para que el Señor le haya premiado con la gracia de fe y del tesoro del Reino.
Que así sea.
Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-del-domingo-xix-del-tiempo-ordinario-fray-jose-borja/
06 agosto 2016
La Transfiguración del Señor.
A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir [...] y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (Mt 16, 21): Pedro rechazó este anuncio (cf. Mt 16, 22-23), los otros no lo comprendieron mejor (cf. Mt 17, 23; Lc 9, 45). En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús (cf. Mt 17, 1-8 par.; 2 P 1, 16-18), sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (Lc 9, 31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9, 35).
Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: Tota Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara ("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás de Aquino, S.th. 3, q. 45, a. 4, ad 2):
«En el monte te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado, entenderían que padecías libremente, y anunciarían al mundo que tú eres en verdad el resplandor del Padre» (Liturgia bizantina, Himno Breve de la festividad de la Transfiguración del Señor)
En el umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de la primera regeneración": nuestro Bautismo; la Transfiguración "es es sacramento de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección (Santo Tomás de Aquino, S.Th., 3, q. 45, a. 4, ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21). Pero ella nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14, 22).
Hoy la Iglesia celebra la Fiesta de la Transfiguración del Señor.
Según San Lucas 9, 28b - 36.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle». Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
Reflexión.
En la Transfiguración, intuimos la situación del hombre en el Cielo. Lo que más nos interesa es contemplar la espontánea reacción de los “interlocutores terrenales” de esa escena. Una vez más, es Simón Pedro quien toma la palabra: «Maestro, bueno es estarnos aquí» (Lc 9,33). Es maravilloso comprobar que, sólo con ver el Cuerpo de Cristo en estado glorioso, Pedro se siente plenamente feliz: no echa en falta nada más.
05 agosto 2016
Audiencia del Papa Francisco del pasado miércoles 3 de agosto del 2016 sobre la Jornada Mundial de la Juventud.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy querría reflexionar brevemente sobre el viaje apostólico que he realizado hace unos días a Polonia.
El motivo del viaje ha sido la Jornada mundial de la juventud, a 25 años de distancia de aquella histórica celebrada en Chęstochova, poco tiempo después de la caída de la «cortina de hierro». A lo largo de estos 25 años ha cambiado Polonia, ha cambiado Europa y ha cambiado el mundo, y esta jmj se ha convertido enuna señal profética para Polonia, para Europa y para el mundo. La nueva generación de jóvenes, herederos y continuadores del peregrinaje iniciado por san Juan Pablo II, han dado respuesta al desafío de hoy, han dado la señal de esperanza, y esta señal se llama fraternidad. Porque precisamente en este mundo en guerra se necesita fraternidad, se necesita cercanía, se necesita diálogo, se necesita amistad. Y esta es la señal de la esperanza: cuando hay fraternidad.
Empecemos precisamente con los jóvenes, que han sido el primer motivo del viaje. Una vez más han respondido a la llamada: han venido de todo el mundo —¡algunos de ellos todavía están aquí! [señala a los peregrinos presentes en el Aula]— una fiesta de colores, de rostros diversos, de lenguas, de historias diversas. Yo no sé como lo hacen: hablan lenguas diversas, ¡pero consiguen entenderse! ¿Y por qué? Porque tienen esta voluntad de ir juntos, de construir puentes, de fraternidad. Han venido también con sus heridas, con sus interrogantes, pero sobre todo con la alegría de encontrarse; y una vez más han formado un mosaico de fraternidad. Se puede hablar de un mosaico de fraternidad. Una imagen emblemática de las Jornadas mundiales de la juventud es la superficie multicolor de banderas agitadas por los jóvenes: efectivamente, en la jmj, las banderas de las naciones se vuelven más bonitas, se podría decir que «se purifican», y hasta las banderas de naciones enfrentadas entre ellas se agitan cercanas. ¡Y esto es bonito! ¡Aquí también hay banderas!... ¡Haced que se vean!
Así, durante este gran encuentro jubilar, los jóvenes del mundo han acogido el mensaje de la Misericordia, para llevarlo a todas partes a través de sus obras espirituales y corporales. ¡Doy las gracias a todos los jóvenes que han participado en Cracovia! Y doy las gracias a aquellos que se han unido a nosotros desde todas las partes de la Tierra, porque en muchos países se han hecho pequeñas Jornadas de la juventud en conexión con la de Cracovia. Que el don que habéis recibido se convierta en respuesta cotidiana a la llamada del Señor. Un recuerdo lleno de afecto va dirigido a Susanna, la chica romana de esta diócesis, que ha fallecido en Viena, inmediatamente después de haber participado en la jmj. Que el Señor, que ciertamente la ha acogido en el cielo, dé conforto a su familia y amigos.
En este viaje, he visitado también el Santuario di Chęstochowa. Delante del icono de la Virgen, he recibido el don de la mirada de la Madre, que es de manera especial Madre del pueblo polaco, de esa noble nación que tanto ha sufrido y, con la fuerza de la fe y su mano materna, se ha vuelto a levantar siempre. He saludado a algunos polacos presentes [en el Aula]. Sois buenos, ¡vosotros sois buenos! Ahí, bajo esa mirada, se entiende el sentido espiritual del camino de ese pueblo, cuya historia está unida indisolublemente a la cruz de Cristo. Allí se toca con la mano la fe del santo pueblo fiel de Dios, que custodia la esperanza a través de las pruebas; y conserva también aquella sabiduría que es equilibrio entre tradición e innovación, entre memoria y futuro. Y Polonia recuerda hoy a toda Europa que no puede haber futuro para el continente sin sus valores fundacionales, los cuales a su vez tienen en el centro la visión cristiana del hombre. Entre estos valores está la misericordia, de la cual han sido especiales apóstoles dos grandes hijos de la tierra polaca: santa Faustina Kowalska y san Juan Pablo II.
Y, para finalizar, este viaje tenía también el horizonte del mundo, un mundo llamado a responder al desafío de una guerra «a pedazos» que le está amenazando. Y aquí el gran silencio de la visita a Auschwitz-Birkenau ha sido más elocuente que cualquier palabra. En ese silencio he escuchado, he sentido la presencia de todas las almas que han pasado por allí; he sentido la compasión, la misericordia de Dios, que algunas almas santas han sabido llevar incluso a aquel abismo. En ese gran silencio he rezado por todas las víctimas de la violencia y de la guerra. Y allí, en ese lugar, he comprendido más que nunca el valor de la memoria, no sólo como recuerdo de eventos pasados, sino como advertencia y responsabilidad para hoy y para el día de mañana, para que la semilla del odio y de la violencia no arraigue en los surcos de la historia. Y en esta memoria de las guerras y de las muchas heridas, de tantos dolores vividos, hay también muchos hombres y mujeres de hoy que sufren guerras, muchos de nuestros hermanos y hermanas. Viendo esa crueldad, en ese campo de concentración, he pensado inmediatamente en las crueldades de hoy, que son parecidas: no tan concentradas como en ese lugar, sino diseminadas por todo el mundo; este mundo está enfermo de crueldad, de dolor, de guerra, de odio, de tristeza. Y por eso siempre os pido la oración: ¡Que el Señor nos dé la paz!
Por todo ello, doy gracias al Señor y a la Virgen María. Y expreso nuevamente mi gratitud al presidente de Polonia y a las demás autoridades, al cardenal arzobispo de Cracovia y a todo el episcopado polaco, y a todos aquellos que, de mil maneras, han hecho posible este evento, que ha ofrecido una señal de fraternidad y de paz a Polonia, a Europa y al mundo. Querría dar las gracias a los jóvenes voluntarios, que durante más de un año han trabajado para sacar adelante este evento; y también a los medios de comunicación, a quienes trabajan en los medios de comunicación: muchas gracias por haber hecho que esta Jornada se viese en todo el mundo. Y aquí no puedo olvidar a Anna Maria Jacobini, una periodista italiana que ha perdido la vida improvisamente allí. Oremos también por ella: ella se ha ido cumpliendo su servicio.
¡Gracias!
* * *
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Saben hacer barullo, ¡muy bien! Agradezcamos al Señor y a la Virgen María este don de gracia, también a todos lo que lo han hecho posible, al Presidente de Polonia, a las Autoridades, al Cardenal Arzobispo de Cracovia y al episcopado polaco. Que Dios los bendiga.
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