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11 junio 2016

En la vida del cristiano hay momentos oscuros, sin fe, donde siente que ya no es capaz de levantarse; pero que es ahí donde Cristo nos reconforta y nos dice “levántate y ve adelante”, nos invita a mantenernos en pie y en camino.


Siempre debemos buscar al Señor. Todos nosotros sabemos cómo son los momentos feos: momentos que se te tiran por los suelos, momentos sin fe, oscuros, momentos en los que no vemos el horizonte, no somos capaces de levantarnos. ¡Todos sabemos esto! Pero es el Señor que viene, nos reconforta con el pan y con su fuerza y nos dice: ‘¡Levántate, y ve adelante! ¡Camina!’. Para encontrar al Señor debemos estar así: de pie y en camino. Después esperar que Él nos hable”

Para encontrar a Dios es necesario volver a la situación en la que el hombre estaba en el momento de la creación: de pie y en camino. Así nos ha creado Dios: a su altura, a su imagen y semejanza, y en camino. ¡Ve, ve adelante! Cultiva la tierra, hazla crecer; y multiplíquense. ¡Sal!.
Sal y vete al Monte y detente sobre el Monte ante mi presencia. Elías se puso de pie. Y puesto de pie, sale.
Sin embargo, ¿cómo pasa el Señor? ¿Cómo puedo encontrar al Señor para estar seguro de que sea Él?.

El pasaje del Libro de los Reyes es elocuente. El ángel invita a Elías a salir de la caverna en el Monte Oreb donde había encontrado amparo para estar ante la “presencia” de Dios.
Sin embargo, al profeta no lo induce a salir ni el viento “impetuoso y recio” que parte las rocas, ni el terremoto que siguió y ni siquiera el fuego sucesivo.

Tanto ruido, tanta majestad, tanto movimiento y el Señor no estaba allí. Y después del fuego, el susurro de una briza ligera o, como es propio del original, el hilo de un silencio sonoro. Y allí estaba el Señor.
Para encontrar al Señor, es necesario entrar en nosotros mismos y sentir aquel hilo de un silencio sonoro y Él nos habla allí.

La tercera petición del ángel a Elías es: “Sal”.
El profeta es invitado a volver sobre sus pasos, hacia el desierto, porque se le encomienda una misión que cumplir.
En esto debemos aceptar la invitación a estar en camino, no cerrados, no dentro del egoísmo de nuestra comodidad, sino valerosos para llevar a los demás el mensaje del Señor, es decir, salir en misión.

Debemos esperar con el corazón abierto para que Dios nos hable.
Y Él nos dirá: ‘Soy Yo’ y allí la fe se vuelve fuerte. ¿La fe es para mí, para custodiarla? ¡No! Es para ir y darla a los demás, para ungir a los demás, para la misión.

(Homilía del Papa Francisco en Santa Marta, 10-6-2016)

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