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16 junio 2016

Amar al enemigo, es lo difícil.


“Que el Señor nos de la gracia, solo esta: oren por los enemigos, por aquellos que nos desean mal, que no quieren el bien para nosotros. Orar por aquellos que nos hacen mal, que nos persiguen. Y cada uno de nosotros sabe el nombre y el apellido: oro por esto, por esto, por esto… Les aseguro que esta oración hará dos cosas: a él lo hará mejorar porque la oración es potente, y a nosotros nos hará más hijos del Padre”.

Cuando Jesús inicia su predicación la explicación de la Ley entonces estaba en crisis. Era una explicación demasiado teórica, casuística, digamos que era una ley en la que no existía el corazón propio de la Ley, que es el amor de Dios que nos ha dado a nosotros.
Por esto el Señor repite lo que ya estaba en el Antiguo Testamento: ¿el mandamiento más grande cual es?. Amar a Dios con todo el corazón, con todas sus fuerzas, con todo el alma, y al prójimo como a ti mismo.

En la explicación de los doctores de la Ley esto no estaba tan en el centro. En el centro estaban los casos: ¿Pero se puede hacer esto?, ¿Y si no se puede?.
La casuística característica de la Ley. Y Jesús toma esto y relanza el verdadero sentido de la Ley para llevarlo a su plenitud”.
Así, Jesús ofrece muchos ejemplos en los que muestra cómo los mandamientos son buenos: No matarás, que también se refiere a insultar a un hermano.

La explicación que hace Jesús de los mandamientos, y que se puede ver sobre todo en el Evangelio de San Mateo, es un camino de sanación: un corazón herido por el pecado original (todos nosotros tenemos el corazón herido por el pecado, todos) debe ir por este camino de corazón y sanar para semejarnos al Padre, que es perfecto.
Amar al enemigo “es el último escalón” de este camino, es el más difícil.

Evangelio comentado por el Papa

Mateo 5:43-48

«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan,
para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?
Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.

(Homilía del Papa Francisco en Santa Marta, 14-6-2016)

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