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07 junio 2016

Cuántas obras se convierten en oscuras por falta de luz, por falta de oración. Lo que mantiene, lo que da vida a la luz cristiana, lo que ilumina es la oración.


El cristiano está llamado a ser luz y sal para los demás, pero, ¿cuáles son las baterías del cristiano para ser luz? Simplemente la oración.
Puedes hacer muchas cosas, muchas obras, muchas obras de misericordia, muchas cosas grandes por la Iglesia una universidad católica, un colegio, un hospital y también te harán un monumento de benefactor de la Iglesia, pero si no oras eso estará un poco oscuro.
Se trata por tanto de la oración de adoración al Padre, de alabanza a la Trinidad, la oración de agradecimiento, también la de pedir las cosas al Señor, pero la oración del corazón. Esto es el aceite, las baterías, que dan vida a la luz.
Se convierte en sal cuando se da, y esta es otra actitud del cristiano: darse; salar la vida de los otros, dar sabor a tantas cosas con el mensaje del Evangelio.

Es darse, no guardárselo para uno mismo. La sal no es para el cristiano, es para darla. La tiene el cristiano para darla, es sal para darse, pero no para uno mismo. En definitiva, la sal y la luz son para los demás. La luz no se ilumina a sí misma, la sal no se da sabor a sí misma.
Estos dones no terminan nunca porque “una cosa dada como un don continúa siendo dada como don si uno la da, iluminando y dando.
Ilumina con tu luz, pero defiéndete de la tentación de iluminarte a ti mismo. Esto es feo, es un poco la espiritualidad del espejo: me ilumino a mí mismo. Defiéndete de esta tentación. Se luz para iluminar, se sal para dar sabor y conservar.

Que el Señor nos ayude en esto, a cuidar siempre de la luz, a no esconderla, a ponerla en lo alto. Y la sal, a dar la justa, lo que sea necesario, pero a darla. Estas son las buenas obras del cristiano, aseguró.


(Homilía del Papa Francisco, hoy martes 7 de junio)

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