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06 agosto 2017

Reflexión. Solemnidad de la Transfiguración del Señor.


Hoy celebramos la Solemnidad de la Transfiguración del Señor.
Es un acontecimiento que se enmarca dentro entre el anuncio de la pasión y la subida a Jerusalén.
Las personas necesitamos que de vez en cuando se nos recuerden las cosas, y en otros muchos casos, necesitamos ver para poder creer. Esto es lo que les pasó a los tres discípulos que acompañaron a Jesús. Tuvo que transfigurarse para que se dieran cuenta (Pedro, Santiago y Juan) que él era el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios.
Dios a lo largo de la historia (en la Biblia) y en muchas personas, Dios se ha ido manifestado en momentos concretos y circunstancias. Sólo hace falta pararnos para poder escucharlo a través de los sacramentos. No hay bulla, no necesitamos grandes palabras y grandes normas para estar cerca de Dios.

La Primera Lectura del Profeta Daniel, nos muestra como Dios se hace visible en toda su gloria. Dios se manifiesta a través de la cercanía.
El texto pertenece al género apocalíptico y se escribe en un contexto de dificultad y persecución. Vemos como Dios está de parte del que sufre, su poder es mayor que el que parecen tener los perseguidores y Dios tiene siempre la última palabra. Dios es rico en misericordia. Su reinado promete una vida que no caduca,  ni hace ni tiene víctimas.

La Segunda Lectura del Apóstol Pedro, se escribe cuando Pedro era muy mayor. El deja escrito el testimonio de gran hecho extraordinario de la Transfiguración del Señor.
Nos refleja claramente lo que el Evangelio nos va a decir. Jesús es el Hijo de Dios. No hay dudas.  A pesar de los momentos de cruz, la Transfiguración es un acontecimiento de gran relevancia para los momentos de dudas en el propio seguidor de Cristo el Señor. Jesús indica el camino de la vida, aunque a veces veamos por nuestras dudas las cosas oscuras.

En el Evangelio de Marcos, nos relata lo que acontece en el monte Tabor con Jesús y los tres discípulos. Pedro se quiere quedar allí, están muy bien porque han visto la grandeza de Dios y su misericordia en todo su esplendor. Pero, no todo es alegría, también, a pesar de estar bien, se preparan para los momentos difíciles que se les presentará. Ellos han confirmado en el monte, que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios. Ahora, lo importante será, que a pesar de los momentos de dificultad, de piedras en el camino, de tristezas, sigan queriendo estar cerca de Jesús, como en el monte Tabor.
Jesús está cerca de sus discípulos. Está antes del monte Tabor, durante el gran acontecimiento y después. Está siempre al lado de sus seguidores. Por eso, el Evangelio nos invita a no quedarnos en la montaña esperando grandes acontecimientos, sino, que bajemos a la realidad, al día a día de tantos hermanos y hermanas nuestros que sufren y necesitan una mano para levantarse. El monte Tabor necesariamente nos impulsa a bajar para no quedarnos en una religión ajena a la realidad y al sufrimiento.
De nada sirve quedarnos extasiados si después no hacemos en el prójimo una tabor en sus vidas, que muchas veces está marcada por sufrimiento.

Que la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos ayude a que cada vez que nos acerquemos a Jesús, seamos capaces de experimentar esa paz y esa tranquilidad que tuvieron los discípulos y que ella supo ser sagrario en medio de las personas.
Que así sea.


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http://www.revistaecclesia.com/author/fray-jose-borja/

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