“No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Cristo". (Papa Benedicto XVI).
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15 agosto 2017
Reflexión. Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.
En la mitad del mes de agosto, hoy 15, celebramos una de las fiestas más antiguas de la Iglesia y a la vez importante, ya que se celebra en todo el mundo es “La Asunción de la Virgen a los cielos”. Para nuestros hermanos Ortodoxos la denominan “la Dormición de María”.
Hablar de María, es hablar de nuestra propia Madre, es venerarle como madre de Dios y repito, como madre nuestra. Ella, sube al cielo en cuerpo y alma, pero, no nos abandona. No nos deja huérfanos. Ella, es el cordón que une a Cristo con cada uno de nosotros.
Ella, que es camino directo al cielo, modelo de fidelidad, coherencia, sencillez, humildad, servicio y contemplación. Ella es la que nos protege bajo su manto materno y nos ayuda en los momentos de tribulación. Siempre está atenta a nuestras necesidades.
Estamos acostumbrados a hacer de la imagen de María, una imagen lejana. Una mujer con grandes mantos, grandes coronas, anillos portentosos, tronos llenos de oros y plata… Evidentemente, que si nos ponemos a pensar cada uno en nuestra madre, queremos lo mejor para cada una de ellas, y más si es la Virgen María. Pero, no debemos olvidar, que cuanto más alta la pongamos, más alta nos costará llegar a ella.
Ella, debe ser el espejo donde cada uno de nosotros nos miremos. Porque si miramos a ella, vemos a Cristo. Ella es la ante sala a Cristo.
Repito, todos queremos lo mejor para nuestras madres, pero no podemos olvidar, que cuanto más sencilla la pongamos y la veneremos, más cerca estaremos de la verdadera María de Nazaret.
Pidamos a nuestra Madre la Virgen, que interceda a su Hijo Jesús, para que nos ayude a ver con sus ojos a nuestros hermanos necesitados, a ser ejemplo de contemplación y meditación en medio del mundo, y que ella sea nuestra guía y amparo ante los momentos de dificultad.
En la Primera Lectura del Libro del Apocalipsis, nos habla de una mujer bellísima, coronada de doce estrellas, y como lucha contra el dragón. En ella, vemos como María toma el papel de corredentora en el plan salvífico de Dios. Ella no está al margen. La muerte y resurrección de Jesús da lugar a una nueva forma de existir tanto para las personas como para el pueblo. Un nuevo aliento de esperanza y fortaleza para tantas personas que han sufrido y sufren en nuestros entornos. El dragón, el mal, no tienen la última palabra.
En la Segunda Lectura de la carta de Pablo a los Corintios, tiene matices con la (Primera Lectura) y habla de la muerte como enemigo del Reino de Jesús. La Palabra de Jesús es la Victoria sobre la muerte. En el Reino de Dios, no tiene lugar el sufrimiento y la muerte, porque si la tuvieran, de nada serviría la Resurrección de Jesús. Y si no sirve, “vana es nuestra fe”. La Resurrección es el pilar donde se sostiene nuestra fe. Por eso, Pablo explica a varios miembros de la comunidad que tenían dudas, sobre el fundamento principal e importante de la Resurrección.
En el Evangelio de Lucas, vemos como María visita a su prima. Isabel, una mujer estéril, sin hijos, sin futuro, con una sensación de vida “inútil”, ya que la sociedad de aquel tiempo, si no tenías hijos no eras nada; María, una mujer paciente, llena de fe, que no ve el presente como algo negativo, sino que espera con sencillez y acepta sin prisas la voluntad de Dios. Un encuentro muy esperado, que resalta en sus palabras la alegría de una esperanza perpetua a un futuro que llena esos vacíos humanos. Muchas veces queremos que Dios lleve nuestros ritmos, el “aquí y el ahora”, sino es así, nos desesperamos, desconfiamos, inclusive a veces, decimos “no creo”. No estamos solos. En la figura de María, vemos como Dios está con nosotros. Nos invita a crear un mundo justo, donde “derriba a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.
Un Reino, una Iglesia, donde los necesitados están en el centro. De nada sirve arrimarse al m´s fuerte. No, ese no es el Reino ni la Iglesia que Jesús quiere.
Fuera los títulos, las normas puestas por hombres sin sentidos. Fuera los doctorados para poder escalar y ser “trepas” y llegar a ser más que los otros. Dejemos a un lado la Iglesia que se separa del Evangelio y hace de sus normas humanas un Evangelio.
María nos presenta hoy un modelo de Iglesia, como dije antes, paciente, sencilla, humilde y sobre todo, fiel a la voluntad de Dios, a pesar de las dificultades.
María, ayúdanos a construir una verdadera Iglesia, donde el Reino sea el motor que empuje a salir y acoger a tantos necesitados y hambrientos. Que seamos humildes, sencillos y sobre todo, contemplativos para discernir los signos de los tiempos a la luz de la Palabra de tu Hijo.
Que así sea.
Más en:
http://www.revistaecclesia.com/author/fray-jose-borja/
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