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02 octubre 2016

Reflexión del domingo XXVII del Tiempo Ordinario.


El domingo pasado nos volvían a decir las lecturas que tuviéramos cuidado con las cosas materiales. Por desgracia hemos puesto el lema “cuanto más tengo, más quiero” y no salimos de nuestro mundo egoísta.  Los bienes espirituales son los que nos ayudan a ser mejores. La lectura primera, denunciaba a un rico por robarle a los pobres, y organizarse banquetes por doquier. La segunda lectura nos hacía la llamada de que tenemos que buscar los bienes espirituales, que tenemos que ser hombres de Dios, y dejarnos conquistar por Él. Y el Evangelio nos hablaba de la caridad. El rico, empezó a vivir en el infierno, en el momento en que se metió en su mundo egoísta.

En este domingo XXVII del Tiempo Ordinario, veremos como los Apóstoles le piden al Señor que aumenten su fe. La experiencia de fe, es una experiencia de Dios, es un encuentro con el que Ama y con el amado. El fruto de este encuentro, es una forma de vivir, una vida coherente con la radicalidad del Evangelio. La fe nos da un corazón nuevo, transforma nuestra vida, optamos por un compromiso justo por los pobres. Estas lecturas, tienen relación con las del domingo pasado, que el tema como dije arriba, era la caridad. La fe sin caridad, se queda coja, y puede llegar a morirse. Si no tenemos una profunda coherencia de vida, y una estabilidad con la fe y con nuestros hermanos más necesitados, no podremos llamarnos seguidores de Cristo. Seremos buenas personas, pero no cristianos. Aunque nuestra fe, por pequeña que sea, es auténtica, podremos cambiar y mejorar nuestra “parcela” del mundo.

En la Primera Lectura del profeta Habacuc, nos sitúa en el contexto de que “el justo vivirá por su fe”. El profeta tiene una gran preocupación porque la injusticia, el mal, triunfe. El orgullo, la codicia y una gran lista de comportamientos que hace al hombre injusto. Estas cosas nos apartan de Dios, nos apartan de su camino. El camino recto a Dios, es Jesucristo, y nos hace tener una esperanza que no termina. Dios está con nosotros, pongámonos a su escucha, confiemos. La fe se basa en la confianza, no en la demostración.

En la Segunda Lectura de la carta de san Pablo Timoteo, nos recuerda que hay que reavivar el don que hemos recibido de Dios. No podemos dejarlo en el pasado ni guardarlo. Tenemos que actualizar cada día esos dones que un día recibimos por la imposición de manos, nos sellaron con la señal del Espíritu Santo. “El Evangelio, es una tarea de valientes, no tiene límites. El radio de Evangelización es el mundo entero” estas palabras, las aprendí de mi maestro en el noviciado (hace ya dos años), y me las repito cada día. No tenemos que acomodarnos, la tarea de ser “Evangelio vivo” no es fácil, pero tenemos herramientas como los dones que Dios nos pone a nuestra disposición para  que vivamos con valentía y autenticidad el mensaje.

En el Evangelio de Lucas, vamos a escuchar como los apóstoles le piden al Señor “que aumenten su fe”. Esto nos demuestra que cuanto más “cerca” de Él y de su Evangelio estemos, más fe sincera y sólida debemos tener. Esto es un proceso que conlleva toda la vida. En la sociedad donde vivimos, se aparta todo lo relacionado con la fe, y lo más probable es que debemos preguntarnos los que nos llamamos “hombres y mujeres de fe” porqué la sociedad no vive de “espalda” a la fe. Alomejor el resultado de esa pregunta es porque nuestra fe y nuestra vida no van de la mano, no somos coherentes con lo que decimos y hacemos. Esta sociedad necesita menos palabras y más actos.
Deberíamos pedirle al Señor con más frecuencia e ímpetu: “aumenta nuestra fe”. Ser coherente, ser fiel al Evangelio es una tarea de toda la vida. La fe es una planta que necesita crecer… Pero para crecer y dar frutos, tenemos que preocuparnos cada día, y que mejor que alimentar nuestra vida de cristiano con una buena dosis de fe, regada con momentos de oraciones. Si nos ponemos en este camino, veremos como pasaremos con buena nota el examen de amor,  y no por hacer cosas grandes, sino, solo con la tarea que debíamos hacer.

Pidamos este domingo a la Virgen, Madre de la Misericordia, que por intercesión de Santa Teresa del niño Jesús, y los ángeles custodios, nos ayuden a ser justos. Que denunciemos sin miedo todo tipo de injusticias que haya a nuestro alrededor. Actualicemos y pongamos al servicio de los demás los dones que hemos recibido del Espíritu Santo. Y que nuestras obras, hablen de nuestra fe.
Que así sea.

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