"A un día de la canonización del Beato Manuel González García, el sacerdote malagueño, Don Alfonso Crespo, escribes unas líneas sobre el futuro Santo."
En 1916 el Papa nombra al arcipreste de Huelva, D. Manuel González, obispo de Málaga. Su experiencia
en Huelva, le hace reflexionar sobre la figura del sacerdote. Dejará sus intuiciones en un libro sencillo y profundo, casi un programa de espiritualidad sacerdotal: «Lo que puede un cura hoy».
La labor episcopal de D. Manuel se centra en una necesidad vital: la falta de sacerdotes y su escasa formación. Emprendió la construcción de un nuevo Seminario, no sólo un nuevo edificio sino también un nuevo estilo formativo y una espiritualidad renovada, adelantada al Concilio. Todo ello, lo recoge en un libro precioso titulado «Un sueño pastoral».
Su estilo formativo está injertado en el ADN de los sacerdotes malagueños, y sus frases como slogan programáticos fluyen constantemente entre nosotros: quería que sus sacerdotes fueran «evangelios vivos con pies de curas», que sirvieran al pueblo «de balde y con todo lo nuestro», y con cierta premonición de futuros mártires anhelaba que sus sacerdotes fueran «sacerdotes hostia». El Seminario de Málaga, junto a otros, se erigió en foco de espiritualidad y renovación sacerdotal en aquellos difíciles años.
Desde entonces, el Seminario mira a Málaga y Málaga a su Seminario y, para los sacerdotes: «Don Manuel es su Seminario»
"Un Obispo para la Reconciliación"
D. Manuel es, también, una página ejemplar de su tiempo. En 1931, con la llegada de la República, su situación se torna delicada, le incendian el Palacio Episcopal y se traslada a Gibraltar para no poner en peligro la vida de quienes lo acogen.
Desterrado, desde 1932 rige la Diócesis desde Madrid. En 1935 es nombrado obispo de Palencia, donde entregó los últimos años de su ministerio episcopal.
Nuestra historia moderna está marcada profundamente por la guerra civil. Y nuestra memoria histórica tiene el sesgo de una herida no cicatrizada. Alguien escribió que «toda guerra civil es siempre la victoria de un bando sobre otro y la derrota de los dos». Todavía sufrimos sus rescoldos.
D. Manuel fue testigo y victima de los acontecimientos acaecidos en nuestra diócesis en los años anteriores a la guerra civil, nunca se oyó de él una palabra de reproche y soportó heróicamente
la calumnia y la incomprensión.
Ojalá su canonización pueda abrir una línea de investigación histórica marcada por la objetividad, la verdad y la reconciliación, sin anclarse en el odio del pasado y proyectando la ilusión de un futuro integrador. D. Manuel es también «un obispo para la reconciliación».
www.diocesismalaga.es
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