Buscar en este blog

16 octubre 2016

Reflexión de XXIX domingo del Tiempo Ordinario.


El domingo pasado, las lecturas tenían dos pilares fuertes: sanación y perseverancia. Veíamos como no sólo se puede estar enfermo corporalmente, sino también espiritualmente. En nuestro mundo hay enfermedades que no se curan con medicamentos, sino con nuestra propia voluntad, por ejemplo: la soberbia, la mentira, la envidia… Enfermedades que destruyen las relaciones interpersonales y llenan el corazón de odio.
Veíamos en el libro de los Reyes la curación de Naamán a través de un “instrumento de Dios” que era el Profeta Eliseo. Al quedarse curado, reconoce a Dios y empieza a alabarlo; en la segunda lectura de Pablo a Timoteo, en un contexto de cárcel y a punto de ser mártir Pablo, habla de que llevemos la Palabra de Dios sin miedo de lo que pueda pasar. Que seamos coherentes en la fe hasta las últimas consecuencias; y el Evangelio nos aconsejaba, que no busquemos el reconocimiento social (como hicieron los 9 leprosos), si no que agradezcamos a Dios, que Él es quien nos salva por medio de nuestra fe.

En este domingo XXIX del Tiempo Ordinario nos recuerda el Evangelio “la parábola del juez malvado y de la viuda pobre” como hay que rezar siempre y con insistencia. Todo lo que pidamos en la oración, se nos concederá. En este acto de fe en la oración entra el grado de confianza que tenemos con Dios. A mayor confianza, mayor será nuestra oración… A veces nos parecerá que Dios no nos oye, que hablamos solos, pero esto es fruto de que estamos acostumbrados al “aquí y ahora” en llamadas, mensajes de móviles. Dios no actúa así. Hoy es un buen momento para tomar como ejemplo al reciente obispo Santo Manuel González García. Que aprendamos de el a perseverar en la oración, a ponernos delante de Jesús sacramentado, aunque a veces estemos desganados. Pero “ve y reza. Reza mucho ante Jesús en el Sagrario. No lo abandonemos”.

En la Primera Lectura del Libro del Éxodo, nos muestra como Moisés no reza solo, sino que es acompañado de Jur y Aarón. Al rezar, eleva las manos al cielo, como símbolo de la oración que se eleva al cielo. Cuando sus brazos se cansaban después de estar horas rezando, su oración se debilitaba, ahí atacaba el enemigo. Pero fruto de una oración constante y repetitiva positivamente, encontró apoyo en Aarón y Jur, y así pudieron derrotar al enemigo.

En la Segunda Lectura que es de la carta del Apóstol Pablo a Timoteo, que es continuación de los domingos anteriores, escribe que sean insistentes en la oración y que enseñen la Palabra. Hay que orar sin desanimarse ni desfallecer. Pasaremos por momentos de debilidad, desierto, prueba, pero, no hay que dejar de orar. Cuando Dios parece que esta “mudo”, que creemos que no sirve para nada o que Dios no escucha, con más insistencia hay que orar. No la abandonemos. Cojamos el hábito de rezar, busquemos un rato fijo siempre. Al principio iremos como una “obligación o desgana”, pero con el paso del tiempo pasará de ser una “obligación desganada” a una necesidad.

En el Evangelio de Lucas, se nos narra la parábola de un malvado juez que satisface la necesidad de una viuda y éste lo hace vaya a que siga yendo a cada momento a importunarle. Es un juez injusto que no quiere saber nada de una pobre viuda. Ella lo busca para que le ayude, y el le ayuda por así decirlo, “porque es pesada” es insistente y perseverante; Jesús usa este ejemplo para que entendamos que Dios, NO es como el juez inhumano e injusto, sino que infinitamente misericordioso, es justo, es bueno, y escucha SIEMPRE (aunque nosotros no lo creamos) nuestras oraciones. Ojalá que tengamos fuertes momentos de encuentro con Dios, para que así nuestra vida en actos, sea coherencia con nuestra fe.
Seamos perseverantes y saquemos un momento en nuestro día a día para sentarnos delante de quien nunca nos falla y nos invita a estar con Él.

Hoy damos gracias a Dios por los nuevos santos que han sido canonizados en Roma.

Le pedimos a la Virgen, Madre de la Misericordia, que por intercesión y a ejemplo de San Manuel González, nos ayude a que seamos perseverantes en el encuentro con el Señor, mediante la oración.
Que a pesar de nuestras limitaciones, nuestras desganas, como dijo en una de las oraciones San Manuel González: “Morir antes que cansarnos”, que nunca la oración nos canse.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-de-xxix-domingo-del-tiempo-ordinario-por-fray-jose-borja/

No hay comentarios:

Publicar un comentario