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26 abril 2016

Un cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive como huérfano.


El Padre atrae a los corazones

Aquella pregunta – “¿hasta cuándo nos mantendrás en la incertidumbre? Si tú eres el Cristo, dínoslo a nosotros abiertamente” – que escribas y fariseos repetirán muchas veces de diversas formas, en la práctica nace  – tal como observa Francisco – de un corazón ciego. Una ceguera de fe, y Jesús mismo explica a sus interlocutores: “Ustedes no creen porque no forman parte de mis ovejas”. Formar parte del rebaño de Dios es una gracia, pero que tiene necesidad de un corazón disponible:

“‘Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán eternamente y nadie las arrebatará de mi mano’. Estas ovejas ¿han estudiado para seguir a Jesús y después han creído? No. ‘Mi Padre que me las dio es mayor que todos’. Es precisamente el Padre quien da las ovejas al pastor. Es el Padre quien atrae los corazones hacia Jesús”.

Como huérfanos

La dureza del corazón de escribas y fariseos, que ven las obras realizadas por Jesús, pero que no quieren reconocer en Él al Mesías, es “un drama” – afirmó el Obispo de Roma – que “va adelante hasta el Calvario”. Es más, prosigue también después de la Resurrección, cuando a los soldados de guardia en el sepulcro se les sugiere admitir – recordó el Papa – que se han adormecido para acreditar el robo del cuerpo de Cristo por parte de los discípulos. Ni siquiera el testimonio de quien ha asistido a la Resurrección hace que cambie el punto de vista de quien rechaza creer. Esto tiene una consecuencia. “Son huérfanos” – reafirmó el Pontífice – “porque han renegado a su Padre”:

“Estos doctores de la ley tenían el corazón cerrado, se sentían dueños de sí mismos y, en realidad, eran huérfanos, porque no tenían relación con el Padre. Hablaban, sí, de sus Padres – nuestro padre Abraham, los Patriarcas… – hablaban, pero como figuras lejanas. En su corazón eran huérfanos, vivían en estado de orfandad, en condición de huérfanos, y preferían esto a dejarse atraer por el Padre. Y éste es el drama del corazón cerrado de esta gente”.

“Atraerme hacia Jesús”

Al contrario – señaló el Papa refiriéndose a la Primera lectura – la noticia que llega a Jerusalén, de que muchos paganos se abrían a la fe gracias a la predicación de los discípulos que se habían sentido impulsados hasta Fenicia, Chipre y Antioquía – noticia que en primer lugar había causado mucho temor a los discípulos, demuestra lo que significa tener un corazón abierto a Dios. Un corazón como el de Bernabé quien, enviado a Antioquía a verificar las voces, no se escandaliza por la efectiva conversión, incluso de los paganos, y esto porque – concluyó el Santo Padre – Bernabé “aceptó la novedad”, se “dejó atraer por el Padre hacia Jesús”:

“Jesús nos invita a ser sus discípulos, pero para serlo, debemos dejarnos atraer por el Padre hacia Él. Y la oración humilde del hijo, que nosotros podemos hacer, es: ‘Padre, atráeme hacia Jesús; Padre, llévame a conocer a Jesús’, y el Padre enviará al Espíritu a abrirnos los corazones y nos llevará hacia Jesús. Un cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive en condición de huérfano; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos”.


Papa Francisco en Santa Marta 19-4-2016

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