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04 abril 2016

Evangelio. Solemnidad de La Anunciación.


Según San Juan 1, 14 ab.

A los seis meses el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntó qué saludo era aquel. El ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su Padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María dijo al ángel: ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?
El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María Contestó: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y la dejó el ángel.


Reflexión.

Alégrate María, fueron dos sensaciones: de temor y de abrirse a lo que el Señor quería de Ella.
Dejémonos, también nosotros, llenar de la presencia de Dios. Acompañemos a María de aquí hasta el día en que, de nuevo, volvamos a recibir en la noche oscura y santa de la Navidad, a Dios con nosotros.

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