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17 abril 2016

Reflexión Dominical del IV Domingo de Pascua.


Este domingo IV de Pascua, celebramos el “Domingo del Buen Pastor”, y oramos por las vocaciones.
Jesús nos dice hoy: “Yo soy el Buen Pastor”. El pastor se preocupa, conoce y cuida a las ovejas. El Buen Pastor guía a sus ovejas a buenos y eternos pastos; El Buen Pastor, reúne, defiende y da la vida por sus ovejas. Él es también la puerta por donde las ovejas han de entrar, aunque a veces nosotros nos negamos a entrar, o nos vamos por otros caminos.
A pesar de que seamos “rebeldes”, Él siempre con misericordia nos está esperando y saldrá a nuestro encuentro.
Es un momento importante, ya que es un domingo especial, de ternura y de una simbología extraordinaria. Que nos empapemos y reconozcamos a Jesús como el único Pastor para que todos los cristianos de cualquier iglesia nos reconozcamos ovejas de un mismo rebaño, y consigamos la unidad y la paz.
Que el Señor mande a jóvenes fieles para que sean a ejemplo del Buen Pastor, humildes y sencillos en el cuidado y en la atención en las diferentes misiones.

En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos habla de como fueron los primeros trabajos de los apóstoles después de la Resurrección. Se nos muestra a Pablo y Bernabé en la sinagoga. A pesar de la dificultad que tuvieron en predicar y de las burlas, ellos siguieron anunciando el mensaje de amor de Jesús, con alegría y llenos del Espíritu Santo.

En la segunda lectura, del Apocalipsis, nos presenta Juan, que en medio de una inmensa muchedumbre, que representa a la humanidad salvada y se coloca en el centro al Cordero, a Cristo. Nos habla que iban vestidos con vestiduras blancas que simbolizan a hombres y mujeres que, en comunión con el Cordero, han alcanzado la plenitud de la vida junto a Dios.
Que cada día nos vayamos revistiendo de ese vestido con una vida espiritual fuerte y que la sangre del Cordero sea nuestra fuera para que podamos proclamar con nuestra vida, que el Cordero es el Pastor de todos que nos conduce a fuentes de aguas vivas.
Una esperanza llena de gozo y de confianza porque hemos sido redimidos por la sangre del Cordero.

En el Evangelio de Juan, aparece Jesús como el Buen Pastor, que alimenta, conduce, cuida y da vida a sus ovejas. Un Pastor cercano, que las defiende y que nadie se las arrebatara de sus manos. Escuchar y seguir a Jesús es lo que caracteriza a sus seguidores.
Es necesario saber distinguir su voz de medio de tantos ruidos y palabras que hay en nuestro mundo. Seguir al Buen Pastor, es tomar la opción de ir transformando el mundo, llenarlo de esperanza para poder hacerlo más digno y humano.
Jesús tiene unas pautas en su actitud que lo caracterizan: conoce, es cercano, confía, ayuda, regala… siguiendo el ejemplo de Jesús, podemos contagiar a los otros de ese amor que proviene de ese Buen Pastor que no se cansa de AMAR, PERDONAR, AMAR, PERDONAR, y que concluye en el rostro de Misericordia del ABBÁ (Papá Dios).

Que María madre de la Misericordia, nos ayude a que no caigamos en la desesperanza cuando nos insulten y se rían de nosotros por predicar a Cristo Resucitado.
Que eso nos fortalezca y nos llene de confianza a no sentirnos solos, porque si a ÉL se lo hicieron, nosotros no vamos a ser menos…
Y pidámosle al Señor por medio de María, que mande y suscite vocaciones santas a su mies. Y a los nos estamos formando, que ella, nos ayude para que busquemos el bien común y no el propio.
Como dice el Beato Manuel González: “ No seamos gana-panes, sino, gana-almas”.
Pastor bueno, haznos buenos pastores prontos, dispuestos a dar la vida por las ovejas.
Que así sea.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-dominical-del-iv-domingo-pascua-17-4-2016-fray-jose-borja/

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