Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos».
Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».
Oración: Pange Lingua.
Canta, oh lengua, el misterio del cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa que el Rey de las naciones
fruto de un vientre generoso derramó en rescate del mundo.
Nos fue dado, nos nació de una Virgen sin mancha; y después de pasar su vida en el mundo, una vez propagada la semilla de su palabra, terminó el tiempo de su destierro dando una admirable disposición.
terminó el tiempo de su destierro dando una admirable disposición.
En la noche de la Última Cena, sentado a la mesa con sus hermanos, después de observar plenamente
la ley sobre la comida legal, se da con sus propias manos como alimento para los doce.
Al Padre y al Hijo sean dadas alabanza y gloria, Fortaleza, honor, poder y bendición;
Canta, oh lengua, el misterio del cuerpo glorioso.
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