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20 marzo 2016

Comenzamos la Semana Santa. Domingo de Ramos.


Durante todo el camino cuaresmal, hemos ido escuchando y meditando en los diferentes Evangelios, que no sólo de pan vive el hombre. Que necesitamos muchas cosas para poder ser feliz, y la vida va pasando sin que nos demos cuenta. No escuchamos a Jesús, porque tenemos demasiado ruido. Pero Dios es paciente, él a pesar de nuestros fallos, cuenta con nosotros; nos espera como el Padre a que nos demos cuenta que hemos pecado, y volvamos. No nos juzga, siempre tiene misericordia de nosotros.
En el Evangelio del domingo pasado, nos encontrábamos con que es muy fácil juzgar, airear los pecados de nuestro prójimo, pero, ¿Quién no ha pecado alguna vez? Jesús tampoco condena, pero si nos pide un cambio: “en adelantes, no peques más”. Una muestra de amor, confianza y perdón.

Las lecturas del Domingo de Ramos nos preparan para celebrar juntos con los discípulos y la muchedumbre, una gran fiesta: la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén.
Que la procesión de las palmas sea una manifestación de alegría porque Él nos permite ser sus amigos y nos da la clave de la vida: El amor, que le llevará a la Cruz.
Que esta alegría nos ayude a decir SI cada día al seguimiento.

Isaías en la primera lectura nos habla de una humillación. A pesar de esos momentos en los que la persecución, el odio a la fe, inclusive en el momento del martirio, Dios nos pone una palabra de aliento, nos ayuda, y está con nosotros. ¡¡No tengamos miedo!! Pongamos nuestra confianza en el Señor.

En la segunda lectura, Pablo nos habla de que Jesús no se iba luciendo de que ira el hijo de Dios. No buscaba los primeros asientos ni las reverencias, al revés. Se hizo semejante a nosotros menos en el pecado. Fue esclavo y sufrió como nosotros. Tanto es así, que pocos días después lo veremos camino de la muerte como si fuera un criminal, un malhechor.

En la narración de la Pasión de Jesucristo según san Luca, es asombroso con que violencia lo tratan, y cómo reacciona Jesús: con serenidad, y no les paga con la misma moneda.
El modo de afrontar y de abrazarse a su pasión y muerte, expresa un total abajamiento y de humildad. Lo condenan por llevar el AMOR hasta las últimas consecuencias. Por ser inocente.
No tengamos miedo a esos momentos de dolor. No tengamos miedo por esas contradicciones que la vida o nosotros podamos tener. Confiemos que el sufrimiento y el dolor es el pórtico a una nueva y regenerada la vida: la resurrección.

Que en este inicio de la semana santa, sepamos descubrir el rostro de Jesús en tantos momentos de dolor y sufrimiento.
María madre de la misericordia nos ayude e interceda por cada uno de nosotros para que sepamos ver la palabra de aliento y cercanía de Dios en nuestros momentos oscuros, que sepamos ver el rostro humano de Jesús en nuestros acontecimientos y que pasión nos haga mirarnos a nosotros a mismos y nos preguntemos si de verdad estamos dispuestos a ser fieles y coherentes hasta las últimas consecuencias por AMOR sin perder la esperanza en la Pascua.

Que así sea.

Fray José Borja.


Más en:
http://www.revistaecclesia.com/reflexion-domingo-ramos-fray-jose-borja/

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