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03 diciembre 2017

Reflexión. Domingo I de Adviento.


¡Feliz Día del Señor!

Al iniciar el mes de diciembre comenzamos con dos celebraciones.
En primer lugar, un nuevo año litúrgico Cristiano, y en segundo, el Tiempo de Adviento.
Un tiempo, donde nos vamos a ir preparando durante cuatro domingos para la Natividad de nuestro Señor Jesucristo. El Nacimiento.
Tiempo de esperanza, de recogimiento y preparación para uno de los grandes acontecimientos.
Como los Magos de Orientes y los pastores, iniciemos este camino hasta llegar a Belén, con alegría, audacia y esperanza.

En la mayoría de las Parroquias, comunidades y casa, pondremos la famosa “Corona de Adviento”. ¿Qué es la corona? Es una forma de ir iniciando el Adviento, y haciendo una “cuenta atrás” de los domingos que quedan para la Natividad del Señor.
La corona, se forra en la mayoría de los casos con hojas de parras y se pone en medio cuatro velas que se irá encendiendo una por cada domingo del Adviento.
Esto nos ayudará a recorrer este tiempo santo y a ir haciéndonos conscientes de que la Navidad no es gastar dinero, sino, saber acoger al Niño Dios en nuestros corazones y en nuestras vidas.

Lectura del Profeta Isaías.

Vemos como se anuncia una gran novedad al pueblo Judío antes del Nacimiento de Cristo.
El Profeta junto con la comunidad invoca a Dios, que parecía ausente ante las lágrimas de su pueblo, con actitud humilde pero insistente. Abrahán lo vemos como padre, pero, no como el único padre. La más importante, es la que anuncia el profeta: la Paternidad de un Dios que es para todos los hombres y mujeres. Abandona las alturas para estar cerca de su pueblo.
Ya no hay exclusión de persona. Todos entran entramos bajo el regazo y la Paternidad de un Dios que es Misericordia y se compadece.
Esto es lo que el pueblo Judío no entendía. Ellos, tenían a Dios como “El Poderoso, lejano, que juzga y es recto…” E Isaías nos ofrece pinceladas de lo que va a ser Jesús de Nazaret.

Lectura de Pablo a los Corintios.

Aquella comunidad cristiana ha recibido del Señor los dones de la palabra y del conocimiento, dones que mencionan a los carismas. El momento que sufría la comunidad, eran tiempos difíciles a causa de divisiones y conflictos internos, pero Pablo, para no meter el dedo en la llaga, por eso “omite” en los dones mencionados la caridad. Pero, se da por hecho que ese don es el más importante y central.
Con la manifestación gloriosa de Cristo Resucitado, la Iglesia vive “los últimos Tiempos”, porque ya no hay que esperar otros acontecimientos en la historia de la Salvación.
Jesús, es la última palabra, y por eso, nosotros estamos en la espera de la llegada al llamado de los “últimos tiempos ó venida de Cristo”.

Evangelio de Marcos.

Jesús nos presenta a un hombre que se fue de viaje, pero se respira el clima de regreso.
Será una llegada inesperada, pero segura. Por eso, el que esté en la puerta, debe estar vigilante, en guardia por las noches. En el momento que menos se espere, llega el amo.
Marcos, al escribir adaptándose a las costumbres romanas, lo explica como: atardecer, medianoche, canto del gallo y amanecer. Lo que se refiere es que hay que estar SIEMPRE alerta, en perpetua vigilancia. Aunque los demás duermen, vigilar es estar despierto.
Vendrán tiempos difíciles, pero hay que permanecer. Porque aunque haya tempestad, no hay que abandonar el barco. Sabemos que el Señor viene. No sabemos el día ni a la hora.
Lo que importa, es que en medio de nuestros trabajos y obligaciones, colaboremos con Cristo en un mundo más humano. Donde la fidelidad, el coraje y la vigilancia sea hacer crecer el Reino de Dios.

Que María interceda por cada uno de nosotros ante el Señor, para que nos otorgue el don de la fidelidad y vigilancia sin desanimarnos.
Que así sea.


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