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04 febrero 2018

Reflexión. Domingo V del Tiempo Ordinario.


En este Domingo V del Tiempo Ordinario, vemos a Jesús como el que sana los corazones que están destrozados, venda las heridas y su misión es curar a los enfermos de diferentes males y a predicar por las aldeas cercanas.

Hoy la Iglesia nos invita a que nos miremos a nosotros mismo y reflexionemos de qué forma evangelizamos, a quién le evangelizamos y si somos capaces de sanar, acompañar y acoger a esas personas que están a nuestro alrededor y necesitan de nuestra ayuda.
Porque seguir a Jesús, es hacer lo que Él hacía. Y el Evangelio de hoy lo deja muy claro con tres verbos: Sanar, curar y predicar.

En la Primera Lectura de Job

El autor de presenta  la vida de Job en un clima de la existencia humana.
Por eso, compara que su vida es peor que la del esclavo o del mercenario. Vemos como después de todo, Job, se queda sin esperanza y se dirige a Dios en una larga y profunda súplica. Su vida, al no tener sentido y estar en lo que popularmente llamaría Santa Teresa “la noche oscura” por la que pasa toda persona humana, Job, se aferra a que Dios le ayude a ver la Luz. El resultado de esta lectura es acudir a Dios en todo momento: bueno y malo.

En la Segunda Lectura de la carta de Pablo a los Corintios

Nos da hoy una gran lección: ¡Ay que predicar si o si!
Pablo habla de la “Buena Noticia” de la salvación. Y lo hace, porque desde que se dejó encontrar por Jesús, su vida cambió. Ya no puede vivir de otra forma, sino vivir para anunciar la Buena Noticia de Jesús. Ya no hay excusas para no predicar. Todos estamos llamados desde nuestro Bautismo a ser profetas. Predicar no solo es obligación del Papa, del obispo, del sacerdote o de los consagrados. Es una obligación de todos y cada uno de los que formamos la Iglesia. Y la Iglesia la forman TODOS los bautizados. Dar a conocer a Jesús es saberse identificarse con su vida, sus actos y forma de ver las cosas. El Amor, el Perdón, la Ayuda y la Oración, son los ingredientes necesarios para empezar a testimoniar el Evangelio de Jesús en nuestras vidas. Hacer que el Evangelio sea el perfume que cada mañana al levantarnos nos echemos.

En el Evangelio de Marcos

Veíamos el domingo pasado cómo Jesús enseñaba con autoridad en la sinanoga.
Hoy Marcos completa ese momento con tres escenas que son tres verbos: Curar, Sanar y Predicar. Cura a la suegra de Pedro en contexto familiar de una casa; Sana a muchas personas de diferentes dolencias y después se va a cumplir otra de las misiones: Predicar.
Jesús no busca que lo aplaudan, ni hacer curaciones sin sentido como de un mago con poderes sobrehumanos se tratara. En Jesús, curar es una expresión de la fuerza y del amor INCONDICIONAL de Dios para con la humanidad.

Jesús, se acerca a las personas, las toca, les coge de la mano, les habla, les cura. No es un Jesús que guarda distante, que necesita seguridad para que nadie le toque, no busca el primer puesto, ni lleva una secretaria para organizarle a quién tiene que recibir y cuándo.
Jesús, al amarnos, nos cura. Y porque nos ama, está cerca de quién le necesita, está en medio de la gente. Y el amor, hace que no esté quieto, no le importa mancharse las manos de quién necesita una curación o una palabra de aliento.

Seguir a Jesús, no es predicar a una cierta hora en un templo.
Es salir a la calle y que el predicar se va en nuestros actos de estar con quien nos pide ayuda, agarrar de la mano a quien está caído y desde ahí, le estaremos dando sentido a los tres verbos por el cual Jesús vino aquí: Curar, Predicar y Sanar.


Que María, nuestra madre, nos ayude a ser valientes como Jesús, para que podamos salir de nuestras comodidades y de nuestros “tronos de poder” y estar al lado de las personas más necesitadas. Que nuestro poder sea el servicio. Porque al servir estamos reinando.
Que así sea.


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