Un cristiano sin la Virgen está huérfano. También un cristiano sin Iglesia es un huérfano. Un cristiano necesita de estas dos mujeres, dos mujeres madres, dos mujeres vírgenes: La Iglesia y la Madre de Dios
La Virgen hace precisamente esto con nosotros, nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder a la tentación de ser hombres y cristianos de una manera superficial, sino a vivir con responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto.
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