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21 febrero 2017

Declaración de las Virtudes Heroicas del P. Tiburcio Arnáiz, Jesuita.


El P. Arnaiz gozó de muchas de las gracias especiales con que el cielo adorna a sus elegidos.

En su vida se dieron casos de bilocación, como el que ocurrió en casa de una portera de Málaga que tenía un hijo paralítico. Un día al volver la mujer a casa, vio que el niño estaba levantado y le preguntó, con sorpresa, qué había pasado. El niño contestó que el P. Arnaiz se había sentado con él en la cama y, cogiéndole las manos, le dijo: "Levántate que vamos a andar un poco por la habitación".
La madre fue corriendo a la Residencia para comentarle al mismo Padre lo ocurrido y resultó que él estaba fuera de Málaga dando misiones.

Otras veces el Señor le revelaba el interior de las conciencias. Una de sus catequistas, Ángeles Macías, iba a visitar a una señora que tenía cáncer en un ojo, la recibía con despecho y estaba muy alejada de la Iglesia. Un día le dijo a la catequista que si iba a verla el P. Arnaiz, recibiría los Sacramentos, pero su intención no era confesar sino que había oído hablar de milagros ocurridos por su intercesión y pretendía que la curase. Cuando unos días después, Ángeles le preguntó al Padre si ya la había confesado, él murmuró: "La gente cree que la criatura puede algo". Al volver a visitar a la enferma ésta le preguntó por qué no había ido el Padre y la catequista, extrañada, le repitió la contestación que le había dado y que ella no había entendido; la  pobre mujer se echó a llorar y entre otras cosas dijo: "Mi intención no la adivina sino un santo". El milagro no se hizo pero su alma se curó. El P. Arnaiz envió a otro sacerdote para que la confesara y desde entonces llevó su enfermedad con una resignación admirable.

Tuvo revelación de acontecimientos lejanos, como le sucedió en Guaro (Málaga) predicando una Misión, en la que indicó a sus oyentes que las verdades de que estaba hablando eran tan ciertas como el incendio que se estaba produciendo en la Aduana de Málaga; hecho terrible que, efectivamente, estaba ocurriendo en esos momentos, y que el Padre no lo pudo haber conocido por ningún cauce.
También anunció cosas futuras, como precisar la fecha de su propia muerte, en la visita que hizo a D. Pedro Calvo y a su esposa, amigos suyos. D. Pedro estaba muy enfermo y el Padre le dijo: "¡Con que lo de aquí, ya se acabó! No piense usted más que en ir al cielo. Allá nos veremos pronto... de aquí a un mes, más o menos. No, de aquí a un mes menos tres o cuatro días".  Y así sucedió.

En Alfarnatejo (Málaga) , durante la Misión, en un año de tremenda sequía, se sacó en rogativa al Santo Cristo de Cabanillas, bajo cuyo patrocinio está el pueblo. Al entrar en la iglesia, el P. Arnaiz se postró ante la imagen y suplicó con fervor  al Señor que concediera la lluvia a aquellos campos resecos. La respuesta fue inmediata; aunque estaba el cielo despejado durante la procesión, comenzó a llover tan abundantemente que no se podía salir de la iglesia.

Y entre los hechos extraordinarios más frecuentes, se cuentan milagrosas curaciones concedidas por su intercesión, como ocurrió durante la Misión de Nerja: A dos kilómetros del pueblo había una mujer gravemente enferma con varios hijos. El Padre acudió a darle los últimos Sacramentos; era una noche lluviosa y lo acompañaban dos hombres. Al regresar, movido de compasión, a cada instante se postraba en tierra, apretando el crucifijo entre sus manos, y rezaba así: "Jesús mío, dale la salud, que le hace mucha falta a sus niños". Y aquella señora, que estaba agonizando y sin esperanza de vida, curó repentinamente.

Hay además varias florecillas, casos milagrosos y simpáticos, que Dios permite en la vida de sus fieles hijos. Es gracioso lo que sucedió en casa del párroco de San Roque, de Cádiz: ante la insistencia del Padre de tomar un solo huevo para cenar, mientras estuvo allí, cada día una de sus gallinas, sin falta, ponía un huevo de dos yemas. Y en un pueblo de la provincia de Huelva, en Cortes Concepción, un matrimonio sin hijos lo invitó a bendecir una escuelita para niños pobres y, cuando terminó el acto, la señora le dio al P. Arnaiz una cajita de dulces para que los repartiese; pero al ver que además de los niños fue desfilando medio pueblo a tomar su dulcecito, estaba con el corazón encogido, pensando en el mal rato que iba a pasar el Padre cuando faltasen pasteles; cosa que no sucedió: ¡hubo pasteles para todos!

Más de una vez llegaba de sus ministerios, calado hasta los huesos; aunque en otras ocasiones el Señor tuvo compasión de él y... de su cabalgadura, como le ocurrió en el Valle de Abdalajís (Málaga) donde iba a dar una misión: al bajarse en la estación se montó en un borriquillo para llegar al pueblo; por el camino cayó un aguacero fuertísimo, los que lo acompañaban llegaron chorreando y, sin embargo, ni él ni su jumento se mojaron lo más mínimo.

Estas y otras cosas extraordinarias y sobrenaturales, a pesar de la humildad y discreción del Padre, corrían de boca en boca, y la fama de santidad se iba extendiendo cada vez más. Hasta los cocheros de Málaga, cuando lo veían pasar, comentaban: "¡Ahí va el cura santo!".

(Damos gracias a Dios por la Misa de acción de gracias por la declaración de las “virtudes heroicas” que se celebró en Málaga el pasado sábado 18 de febrero en la Iglesia del Sagrado Corazón.)


http://www.revistaecclesia.com/declaracion-de-las-virtudes-heroicas-del-tiburcio-arnaiz/

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