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04 marzo 2018

Reflexión. Domingo III del Tiempo de Cuaresma.


¡Feliz Domingo!

Seguimos en el camino de la cuaresma, y hoy, la liturgia de este Domingo III nos presenta un modelo de templo diferente. Estamos acostumbrados a que cuando escuchamos la palabra “Templo” rápidamente se nos viene a nuestra memoria, un edificio, una Parroquia construida hace siglos que encierra una larga historia y en muchas ocasiones son casi museos…

Pero Jesús nos rompe, en la liturgia de la Palabra de hoy, todos nuestros esquemas.
Ya el templo físico, construido por hombres, va a pasar a último lugar. El “Templo” que tenemos que cuidar con esmero es el de nosotros mismos y el del prójimo.
Todos somos templos vivos de Dios, somos piedras vivas e importantes que edificamos (o deberíamos edificar) un nuevo mundo.

No encerremos a Dios entre cuatro paredes… Tomemos consciencia de que Dios está en nosotros. Habita en nosotros y somos sagrados. Cada uno de los seres humanos, con nuestras dificultades y nuestras habilidades, Él no se va de nosotros.


En la Primera Lectura del Libro del Éxodo

Vemos como recoge unas leyes: el decálogo como lo más fundamental de la alianza.
Dios entrega a Moisés sus mandamientos y con este gesto, se presenta como el liberador del pueblo de Egipto. Dios se compromete con su pueblo, le garantiza una vida digna y plenamente mediante los mandamientos. ¿Qué pasa? Que el pueblo se compromete a cumplirla, pero, la idolatría ofrece diferentes caminos que muchas veces nos hacen ir en contra de esos mandamientos; Pero cumplir los mandamientos, no es para que nadie se amargue, hacer esclavo… Dios busca que seamos felices y que hagamos felices a los demás.
Amar al prójimo, te aleja de tratarlo de cualquier tipo de manipulación, de sometimiento.
Cumplir los mandamientos, es tener los ingredientes para ser feliz.


En la Segunda Lectura de Pablo a los Corintios

Nos muestra que la identidad del cristiano está en la “configuración” con Cristo.
Seguir a Cristo, es para mucho de los que nos rodean, motivo de burla, persecución, necedad… Y actúan de esa forma, porque no entienden, que una persona por AMOR se entregue a una muerte tan mala, por la humanidad. Sería un buen momento, que sacáramos un tiempo, y contempláramos la imagen de un Crucificado.
Seguramente nos percataríamos de la debilidad, del sufrimiento… Y que el mismo Dios, pudiendo tener todo, demuestra que el poder, se refleja en la humildad, en la sencillez…
Cristo se abaja para llegar a todos. Se hace el último entre los últimos. No necesita ni quiere grandes condecoraciones, mejores puestos, doctorados o grandes cargos para que le alaguen.
Por eso, es motivo de burla. Porque su poder (repito) le hace abajarse tanto tanto tanto, que muere como si fuera un delincuente, un malhechor… Él actúa en los corazones humildes que dejan que entre. En los que son “sabios”…. Cada uno sabrá….

En el Evangelio de Juan

A Jesús no le gusta lo que ve en el templo de Jerusalén. Si recordamos, el Templo era un espacio de sagrado, donde la presencia de Dios se hacía tangible. Era la máxima expresión de que Dios estaba allí. Pero Jesús le da un nuevo aire. Ya el templo no será material, sino que será su Cuerpo Resucitado. Esto, llevado a nuestro día, es como si Jesús nos dijera: “Dejad de venir a Misa por mero cumplimiento, no hagáis de las normas lo absoluto” y construir, sanar, ayudar y acoger aquellos “Templos” que sufren a tener una vida digna.
Porque Dios habita en ellos, en nosotros… Ojalá que el empeño que ponemos en adornar nuestros templos, sea el mismo para limpiar el sagrario que todo llevamos dentro y que Dios habita en el: nuestro corazón.

Que nuestra Madre la Virgen María nos ayude a ser humildes para poder ver a Dios en los templos que tenemos a nuestro alrededor.
Que así sea.


Más en:
https://www.revistaecclesia.com/author/fray-jose-borja/

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