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13 abril 2017

Reflexión Jueves Santo.


Hoy, Jueves Santo, vamos a celebrar con gozo la entrega de AMOR más sincera y verdadera que se haya dado en toda la historia de la humanidad. Jesús, reuniendo a sus discípulos, en la cena, nos deja un memorial, un alimento que nos da la salvación. Nos ofrece verdaderamente su cuerpo y su sangre.
Él, no ha venido a ser servido, sino a servir. Por eso, se ciñe una toalla y en señal de humildad se pone a lavar los pies de sus discípulos, aunque alguno se niegue.

También recordemos que Cristo instituye el orden sacerdotal en ese mismo momento. Ser “otro Cristo”, conlleva besar las manos de los que son últimos, los que son marginados…
No se puede ser un buen sacerdote sino se sirve desde la humildad y el último puesto como Cristo lo hizo.
Que Jesús, buen Pastor ayude a todos los sacerdotes a ser verdaderos servidores en medio del mundo.

En la Primera Lectura del Libro del Éxodo, Recordamos que Israel es un pueblo que no ha nacido bajo triunfo, sino que ha sido un pueblo de esclavitud tanto política como social.
Por eso, Dios, empeñado en su liberación, posibilita la vida y la libertad. De aquí, a que nos narre los “ingredientes” que da Moisés a los judíos para que celebren la Cena Pascual, que rituales tienen que seguir, y como tiene que llevarse a cabo. Moisés es “antesala” a Jesús.

En la Segunda Lectura de la Carta de Pablo a los Corintios, nos relata las palabas de la consagración. Es el texto más antiguo sobre la tradición de la Última Cena de Jesús con sus discípulos. Las primeras comunidades Cristianas cuando se reunían, celebraban comidas comunes y hacían memoria de Jesús en la última cena.
En los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, que son los llamados “Sinópticos” nos relatan exactamente lo mismo. El único matiz que tiene, es que, no dicen que sea una cena Pascual. Pero, volviendo al texto, Pablo quiere corregir a la comunidad que está en crisis por la división de los hermanos y la desigualdad entre ellos. Eso hace que vayan en contra de la comunión y el cuerpo de Cristo esté dividido.

En el Evangelio de Juan, nos narra el lavatorio de los pies: Expresión del mayor amor sin límite. En la comunidad Joánica, se nos habla de que Jesús lava los pies a Pedro, en un contexto de una comida por la noche. Posteriormente salen hacia el huerto, lugar en que Jesús será apresado. Los discípulos no entendían que estaba haciendo Jesús. Pero, seguramente ninguno se atrevía a decirle nada, hasta que Pedro le preguntó.
Para Jesús, “amar hasta el extremo” significa dar lo más preciado que puede tener una persona por amor hacia los demás. Esto se resume en dar la vida. Por eso, hoy, Jesús les quiso enseñar con su ejemplo, de primera persona que amar es servir. No se puede amar siendo servido, sino, que amar es darse a los demás. Amar es estar en el último puesto. Por eso, el lavatorio de los pies, nos enseña tantos significados, que podías estar horas y horas diciendo.

Pidamos a la Virgen María, que interceda por nosotros ante su Hijo, para que nos ayude a despojarnos de nuestros egoísmos, de nuestras comodidades… y sepamos estar al servicio de los más necesitados de nuestro entorno y Amar de verdad al prójimo.


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